Un romeo...

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El tiempo parecía hacerse una eternidad
La adolescencia parecía una eternidad. Thalia intentó imaginar qué le estaría ocurriendo a aquel misterioso y guapo chico.

Se le ocurrían cosas horribles. Como una discusión con su madre, una mala noticia para el o quizá un ataque de ansiedad. Podría ser cualquier cosa.

Comenzó a intrigarle cada vez más y más hasta que se olvidó del fantástico lugar en el que estaba y al mirar el infinito mar ya no veía magia, si no que tan sólo agua.

Sus piernas ya estaban acalambradas y necesitaba levantarse cuando antes. Pero la vergüenza pudo con ella.

Tuvo que resistir unos minutos más así hasta que sintió que no tenía piernas, ahí fue cuando decidió levantarse de forma instantánea y dirigirse a el ventanal que la salvaría finalmente de ese bucle y la devolvería a la calidez de su familia y los clásicos juegos de cartas que en un principio rechazó.

El chico se dio cuenta inmediato y no pudo no mirarla quizá una última vez. Así que eso hizo, le dio una mirada de dolor y devasto a aquella chica de cabello ondulado y piel morena.

Thalia entró en el departamento y se encontró de nuevo algo más cómoda pero no tanto como en el cuarto de su casa, que de todas formas no extrañaba.

Había algo raro en la incomodidad que le atraía quizá tanto como el propio peligro. Pero estaba contenida y lo recordó cuando su madre le dijo de forma dulce que ya era hora de ir a dormir. La chica miró su reloj, pese a que lo había echo cientos de veces hace unos momentos atrás, el cual marcaba las una de la mañana, rodó los ojos y se dirigió a su designado cuarto.

Se acostó y miro a su hermana que ya dormía y se preguntó como es que lo lograba hacer tan rápido. Ella estaba horas con los ojos abiertos. Y está vez no fue la exepcion.

Ya marcaban las cuatro con diez de la mañana. Se preguntó si aquel chico había logrado conciliar el sueño después de tan mal día. Esperaba que si, pero derrepente pensó en una locura... ¿Y si el chico seguía ahí?

Su mente pensaba "No" pero sus pies la llevaron al living frente al gran ventanal que daba a su terraza. Intentó hacer el menor ruido posible y asomó un poco su cabeza. Sintió el frío de la noche en la cara y el salado aroma del océano. Pero también oyó aquellos lamentos suaves que tanto la apenaban y que esperaba no tener que volver a afrontar si no podía hacer nada.

Sin pensarlo caminó de puntillas hacia la puerta de salida y llegó a esta sin despertar a nadie, lo cual le pareció sorprendente. Abrió la puerta y sintió una adrenalina que no había sentido nunca al escapar de su casa en la ciudad. Ahora estaba en un lugar totalmente nuevo y la oscuridad era aún más profunda.

Bajó las escaleras y se dirigió a los caminos rodeados de verde hermoso. No pudo evitar mirar hacia arriba en los departamentos del segundo piso, en donde se encontró con aquel joven.

Desvío la mirada antes que ambas se encontraran. Y se sentó en un borde de la piscina, mirando el mar.

Le echó un ojo al departamento del chico. Estaban todas las luces apagadas, seguro no lograron convencerlo de entrar o quizá ni les importó o sorprendió el echo de que su hijo esté ahí entumido a tales horas.

Cuando derrepente paso lo que no quería que ocurriera en absoluto. Las miradas de ambos se encontraron. Pero por alguna razón ninguno la desvío. Sentían que era como debía ser y que mirarse unos a otros era algo extraño... ¿Qué es mejor que algo extraño?

Otro amor de verano 🌌|| 2018 (C)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora