Circo Zombie

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Pasaba por debajo del puente cada día. Enrique disfrutaba yendo a trabajar en su ya algo destartalada bicicleta de carreras. Desde siempre había contado con unas fuertes piernas y el habituarse a usar la bici las fortalecía mucho más. Le gustaba notar su ensortijado cabello negro revolverse con el viento; por eso, en las zonas menos usadas del carril bici, pedaleaba con toda la potencia de la que era capaz. El aire revoloteaba a su alrededor y las baldosas rojas que conformaban el carril producían un extraño efecto visual. Daba la sensación de que el espacio y el tiempo se dilataran, lo disfrutaba todos los días, e imaginaba como a su alrededor se formaba un campo de chispas transportándolo a través del tiempo.

Hasta que llegaba al túnel. El carril descendía en una curva cerrada con una fuerte inclinación, Enrique pensaba en aquel lugar como un agujero negro, pues la pronunciada pendiente parecía como si te lanzara directo bajo el oscuro y estrecho pasadizo. Ese lugar le daba aprensión, entre otras cosas porque tendía a estrellarse contra la gris y fea pared de hormigón. Tenía que ejercer un fuerte control sobre su bicicleta para evitarla y que todo quedase en un mero rasguño.

Un inesperado guijarro le desvió la rueda delantera empujándolo hacía la pared, los nudillos de su mano derecha rozaron levemente la raposa superficie, fue como acariciar un papel de lija, a pesar de que instintivamente había apretado a fondo el freno, cuyas pastillas estaban demasiado desgastadas. Cuando logró detenerse por completo dentro de aquel siniestro túnel, ya era demasiado tarde, la sangre descendía por los dedos de su mano.

Un repentino movimiento en el extremo opuesto del túnel, captó su atención, aunque algo cegado por la luz de la salida, vio cómo un bulto acababa de moverse, en un primer momento creyó que se trababa de un montón de harapos que el viento había agitado. Todas aquellas impresiones se desvanecieron de golpe cuando los trapos se incorporaron de forma torpe, y se convirtieron en lo que eran en realidad, dos formas humanas, de andares vacilantes que se dirigían hacia él emitiendo extraños gruñidos.

Enrique no se lo pensó dos veces, dio la vuelta a su bicicleta y cuando se disponía a impulsar el pedal, por la boca del túnel aparecieron tres hombres armados con escopetas, que avanzaban en su dirección, y aunque al principio los tomó como salvadores, su sangre se heló en el instante que oyó sus advertencias.

― ¡En esta dirección no saldrás con vida! ¡Tu única oportunidad es sortearlos! ¡Tienes cinco segundos para decidirte!―Al principio no supo cómo reaccionar, lo que le activó fue el oír como estaban cargando las escopetas y empezaban a contar en voz alta.

― ¡Uno!

Con rapidez volvió a dar la vuelta a su bici, tenía que encontrar la forma de esquivar aquellas cosas, fueran lo que fueran. Pero sus andares erráticos en el estrecho túnel lo hacía difícil. Apoyó el pie derecho sobre el pedal, notando como le temblaba incontroladamente.

― ¡Dos!

No lo pensó más, se dio impulso intentando mantenerse lo más cerca posible de la pared, esperaba, que aquellas cosas se separan lo suficiente como para intentar pasar entre ellas, mantenerse cerca de la pared le restaba mucha maniobrabilidad, y los nudillos de su mano hicieron algo más que simplemente acariciar el áspero muro.

A cada pedaleada que daba se acercaba más a aquellas cosas y en cada una, su mente le repetía que no eran reales, que era imposible. Pero, sí, eran reales y eran zombis, un hombre y una mujer andaban tambaleantes hacía él, sus cuerpos en descomposición despedían un fétido olor que iba en aumento a media que se acercaban.

Entonces ocurrió, la pareja no-muerta se separó el uno del otro, era su oportunidad, pedaleó como no lo había hecho nunca. Los monstruosos seres se lanzaron en su dirección intentando atraparle. Moviéndose con destreza, inclinándose en ambos sentidos consiguió esquivar aquellas deformes garras. El subidón de adrenalina le hizo sentirse triunfante, lo había logrado, en unos segundos alcanzaría el otro lado del túnel...

BANG, sonó como un estruendo que se repitió en un eco ensordecedor, fue como si una maza le golpeara en la pierna haciéndole perder el equilibrio; el dolor fue lo siguiente, cuando ya estaba en el suelo después de rodar unos metros sobre el negro asfalto. La fuerte palpitación dolorosa que provenía de su pierna le hizo comprender que en realidad nunca tuvo ninguna oportunidad, varios balines de plomo se habían incrustado en el muslo, estaba en shock. Por unos segundos trató de arrastrarse hacía fuera del túnel, sin embargo cuando su espalda chocó contra la pared se dio cuenta que había ido a ciegas, los dos cadáveres andantes se acercaban con más rapidez y coordinación, como si antes hubiesen fingido su torpeza.

― ¡No es nada personal! ¡Pero necesitamos más!

Los gruñidos estaban cada vez más cerca, y lo único que no parecía estar en descomposición eran aquellos amarillentos dientes que brillaban dentro de las supurantes y fétidas fauces que se abrían y cerraban hambrientas. Se lanzaron sobre su pierna herida que respondió con una fuerte sacudida de dolor al notar como los dientes le arrancaban los primeros bocados. Lo último que vio fue como los hombres armados, ladraban órdenes a los monstruos, que se apartaron de él obedientes, les colocaron unos collares unidos con dos cadenas. El más anciano de los tres se acercó a ellos y sacó de su bolsillo una bolsa de plástico de la que extrajo un par de corazones que los zombis devoraron con ansia.

― ¡Buenos chicos!―Exclamó al tiempo que les acariciaba el pelo.

Tras eso, la oscuridad, la luz no regresó.

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⏰ Última actualización: Jun 27, 2012 ⏰

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Susurros en la Oscuridad (Antología de Relatos Cortos)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora