Hoy al salir de mi escondite, me percaté de que el clima había cambiado, que el viento helado comenzaba a azotar cada una de mis mejillas.
Diciembre estaba cerca, más cerca de lo que creía... Estaba dejando pasar el otoño de manera acelerada, sin siquiera poder deshojarle sus pestañas o saltar de la mano sobre las hojas apiladas. Que alguien le diga al tiempo que pare, que le suplico una oportunidad para que se convierta en mi error de verano y mi experiencia de primavera. Que ya viene, que el frío está detrás de la puerta y, no estará aquí para abrigarme de mis miedos y mis cuantiosas debilidades, porque ha plantado bandera, se convirtió en hogar. Que alguien le explique al tiempo, que cuando aseguré que amaba el frío, me refería al de sus huesos y, al de las palmas de sus manos que rozaban mi piel cuando me acariciaba. Que alguien le suplique al tiempo que pare, que los segundos, las noches, los pétalos de las margaritas y la tinta se me está agotando...