"No creo poder hacer esto"
"No logro pegar un ojo en toda la noche"
"Esto no puede estar pasando ahora"
"Quiero una explicación"
"No soy suficiente para ella"
"No logró sacarla de mi cabeza"
"Te amo"
"No quiero volver a perderte"
"Lo siento"
Ser un...
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El pelinegro estaba agotado, solo quería llegar a su apartamento y tumbarse al lado de su hermosa novia.
Eran casi las seis de la mañana, el tatuado hombre veía como el amanecer se hacía presente mientras aún caminaba por las calles de Manhattan.
Al llegar por fin a su departamento, Baron abre la puerta escuchando la risa de su novia.
Frunciendo el ceño, el tatuado deja su mochila en la sala para seguir avanzando en su piso.
La risa de su novia se hacía cada vez más clara, escuchando también una risa ligera y masculina.
La pelirrubia al parecer no estaba sola.
Baron avanza con pasos apresurados hasta la cocina, donde encuentra a su hermosa novia sonriendo mientras sostenía una taza de café cerca de sus labios.
El tatuado pensó que aquella escena era perfecta, hasta que su vista pasó a la segunda persona en la habitación.
-Cariño- Dice la rubia con una sonrisa un tanto nerviosa en su rostro.
El pelinegro queda en el umbral de la puerta, esperando una explicación.
-¿Recuerdas a Dean verdad?- Dice la fémina acercándose a su novio.
-Como olvidar- Es lo único que dice el alto hombre.
Carmella coloca una de sus manos en su hombro, frotándola ligeramente.
-Esta teniendo unos problemas financieros y como tenemos una habitación extra, le dije que podía quedarse con nosotros- Dice la fémina mordiéndose los labios con nerviosismo.
-Tiene que ser una broma- Suelta el pelinegro.
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Phil despierta de golpe al sentir un pequeño empujón en el brazo.
-Papá- Dice la pequeña niña de dos años frente a sus adormilados ojos.
