Cuentan que hace muchísimos años, quizá en la época de la colonia, llegó a la capital brasileña un cura que se encargaría de la parroquia principal. Este era un hombre muy devoto de Dios y que se esforzaba al máximo por respetar sus votos. Rezaba por todos sus semejantes y ofrecía consuelo a cuantos acudían a su iglesia.Un día, se presentó en la confesión una mujer hermosísima cubierta con un velo. Cuando los ojos del sacerdote se posaron en ella, sintió que una súbita pasión lo consumía por dentro y tuvo miedo.
La joven, que no era temerosa de los oficios religiosos, se dio cuenta de esto y no tuvo reparos en tentar al sacerdote. Todos los días se presentaba en el templo y le lanzaba miradas ardientes, que por más que él trataba de ignorar, se fueron haciendo un hueco en su mente y su corazón. Y al sentir aquello se sentía atormentado, pues sabía que estaba incurriendo en uno de los peores pecados.
Ella ya estaba casada con alguien más y él había jurado dedicar su vida a Dios.Pero el deseo fue más fuerte y un buen día, ante los ojos del Cristo de la iglesia, lo consumaron cayendo en la tentación.
Tras cometer aquella imprudencia el cura se sintió horrorizado. La culpa lo atormentaba y como no pudo soportar dicho sentimiento, se suicidó tirándose desde lo alto del campanario. La mujer por su parte, también murió al poco tiempo, arrollada por un carretón que era arrastrado por una mula.
Dicen que fue un castigo divino.Tiempo después, durante una noche de luna llena, varias personas atestiguaron haber visto a un hombre con hábito de sacerdote, merodeando por la iglesia. Lo más aterrador era que este ser no tenía cabeza y vagaba aterrorizando a los incautos que se atrevían a salir a altas horas fuera de sus casas.
Al mismo tiempo, se empezó a decir que una mula descabezada corría sin control por las calles brasileñas, despidiendo una llama de fuego desde el lugar en el que debía estar su cabeza. Siempre se anunciaba por medio del lúgubre llanto de una mujer acongojada, que parecía estar pasando por una tremenda agonía a juzgar por la profundidad de sus alaridos.
Se dice esta fue la forma que aquella mujer tan malvada adoptó tras la muerte, pues al no descansar en paz tenía que quedarse en la tierra a expiar sus pecados.
Se le aparece sobre todo a las mujeres que se comportan mal, asustándolas como castigo a sus malas acciones. Las adúlteras en especial, son las que más deben temer a la mula descabezada, pues si esta las alcanza podría pisarlas hasta la muerte.
Con el paso del tiempo, esta leyenda fue haciéndose muy popular en Brasil y aun en la actualidad, hay quienes aseguran escuchar el correr furioso de los cascos de la mula, moviéndose a toda velocidad por las calles desiertas. Mientras tanto, en alguna capilla un hombre sin cabeza sigue buscando las puertas al cielo.
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Historias Nocturnas
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