Capítulo 2

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Al despertar ya era de noche, tal vez pasé dos horas sin conocimiento, entonces tomé mi mochila y salí del auto. Me encontraba en un bosque repleto de árboles, que veía gracias al brillo de la luna. Árboles muy frondosos, sin ninguna rama que sobresaliera, con hojas que reflejaban la luz blanca.

Mientras caminaba admiraba cada árbol, maravillado, era un paisaje realmente bello que hacía que me relajara completamente, aunque no lograba quitarme el pensamiento de que estaba perdido.

No tenía idea de dónde me encontraba y al caminar durante largo tiempo estaba en medio de la nada, así que pensé en dirigirme a un lugar alto para tratar de ver una carretera, un pueblo, una ciudad o simplemente, un lugar en dónde refugiarme.

Caminé hacia una cuesta que pensé me llevaría a una pequeña montaña en la que podría observar mejor el área. Pero al llegar arriba me encontré con un lugar hermoso, un paisaje difícil de creer y del que sólo alguien con muy buena imaginación podría apenas darse una idea de lo que yo apreciaba maravillado.

Mirando detenidamente logré ver un pequeño campanario a lo lejos, que se veía era parte de una iglesia. Hice un esfuerzo por tratar de ver algo más pero fue en vano. Y empecé a caminar hacia aquella iglesia para averiguar si había alguien y pedir ayuda.

Durante el camino seguí viendo las sombras que me seguían en la carretera, pero ahora en el bosque, jugando con una pelota, persiguiéndose unos a otros y escondiéndose. Todos, igual que los mencionados, menores de doce años.

Caminaba debajo de la hermosa luz de la luna y cientos de mies de estrellas, junto al canto de los grillos, pensando en lo ocurrido, preguntándome de dónde vienen esas sombras infantiles, así como la que provocó mi accidente.

En pocas palabras, regresé a como estaba cuando encontré la foto, con la mente llena de preguntas y, nuevamente, sin respuesta.

Después de una larga caminata llegué al campanario, en donde comprobé que era de una iglesia aunque faltaba parte de ella, lo más que quedaban eran los cimientos, que mantuvieron la estructura de pie.

La iglesia estaba rodeada por una serie de edificios y casas que al parecer formaban un pequeño pueblo abandonado hacia unos años. Y todo el lugar estaba repleto de telarañas, insectos y uno que otro animal salvaje, pero inofensivo, que se negaba a atacarme.

Rodeé el pueblo a ver si encontraba a alguna persona para pedir ayuda, pero para mi mala fortuna no había nadie.

Esperando que mi suerte cambiara un poco, me armé del suficiente valor para entrar e investigar dentro de algunas casas con la esperanza de encontrar algo a mi favor.

Empecé en una de las casas cercanas a la iglesia (o lo que quedaba de ella). Al entrar sólo pude ver oscuridad, pues escaseaban las ventanas y la luz de la luna no iluminaba el interior.

Con la esperanza de que no se hubiera dañado con el choque saqué mi linterna, presioné el botón y, para mi buena o mala fortuna encendió, pues lo que vi me dejó paralizado de miedo. Había un pentagrama en el suelo, con palabras en otro idioma y aunque pareciera ser latín, no entendí ni una sola. Pero lo más perturbador era el esqueleto humano encadenado a la pared, con algo de ropa desgarrada aún colgante por pequeños hilos y ratas merodeando por comida.

Al lado del cuerpo había un hacha clavada en la pared. Tomé la decisión de llevarla conmigo por si era necesaria, al fin y al cabo, había espacio suficiente en mi mochila.

Salí de la casa y tuve que tomar nuevamente el suficiente valor para entrar a otra casa y soportar lo siguiente que fuera a ver. Abrí la puerta y al encender la linterna, rápidamente salió un grupo de murciélagos provocando que cayera de espaldas.

En el suelo, me di cuenta de que la luna había cambiado a un color rojizo, aunque la luz que emanaba seguía siendo la de siempre. Era un tono entre rojo y naranja, en el que resaltaba el rojo.

Me puse de pie lo más rápido que pude para rectificar si mi vista o mi cerebro no me estaban engañando. Pero efectivamente la luna era la de diario, blanca y con un tono amarillo que me seguía iluminando en ese pueblo, frente a la casa que me caí.

Volteé hacia la puerta nuevamente para entrar esperando no ser sorprendido por segunda vez. Al iluminar la habitación principal sólo vi un par de muebles, repisas, cajones, en los que quise hurgar por si encontraba algo interesante que me ayudara a orientarme o me sirviera en el futuro.

Revisé todos los cajones pero lo mejor que encontré fue una caja de cerillos y tuve la idea de hacer una fogata, pues hacía frío y faltaban unas horas para el amanecer.

Encontré un área despejada casi frente a la iglesia, busqué leña, armé una pila y la encendí tirando un cerillo prendido. Hice un pequeño campamento pero como no llevaba bolsa para dormir, me acosté en el suelo usando mi mochila como almohada, y lo único que logró hacerme dormir fue comer una barra energética que llevaba.

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