»Prólogo«

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La lluvia caía a cantaros. El bar estaba tranquilo a como era de costumbre, ya que en el recinto se encontraban unicamente tres personas, una de ellas siendo el que atendía en la barra. Ambos clientes bebían de dos vasos su espeso licor, sin decir palabra alguna y sin esperar que el otro iniciase una conversación; eran desconocidos unidos por el vicio. El ambiente olía a cerveza y al cigarrillo que uno de los clientes tenía en su boca, todo junto al desagradable aroma a húmedo que era consecuencia directa del diluvio.

—Conseguí ésto en la basura —dijo uno de ellos, de forma fría, mientras señalaba su saco rojo. Las dos personas presentes se quedaron perplejas ante tal comentario, el cual había salido de la nada —¿Qué? Creí que ibas a preguntarme —dicho eso, sacó un par de monedas y las dejó en la barra. Se levantó de su butaca y salió del descuidado local, soltando un "Gracias" mientras lo hacía.

Miró al cielo, mientras sentía las gotas de lluvia caer a su rostro. Comenzó a llorar sin pena, conociendo que sus lágrimas se confundirían con la lluvia. Giró a la derecha y comenzó a caminar a paso corto; no tenía un lugar fijo al que ir, salvo el motel en el que se hospedaba, así que no tenía muchas posibilidades de ir a otro lugar. Un pensamiento fugaz pasó por su mente, y volvió a recordar el motivo por el que se encontraba en ese lugar.

Aceleró su paso y comenzó a correr, provocando que comenzara a sentir cansancio, y volvió a sentirse vivo de nuevo. Llegó hasta una pequeña loma llena de tumbas medio destruídas, donde se detuvo. Con la mirada, miró los trozos de piedra, cuyos nombre ya habían sido borrados; para su fortuna, él aún los recordaba. Una sensación pasó por su cuerpo, y logró escuchar una, no, decenas de voces que le pedían que volviera todo a como era antes.

Una sonrisa se iluminó en su rostro, como si esperase que esa petición fuese hecha. Hizo una palmada y colocó sus manos en el suelo. En pocos segundos, las lápidas recuperaron los nombres de los que ahí yacían. Miró su trabajo y siguió su rumbo a una tumba que era muy especial para él. Se sentó frente a ella y se mantuvo en silencio.

Siempre que iba allí, tenía esa sensación de que podría arruinar algo. Sabía que lo que las almas querían era restaurar sus cuerpos y vivir una vez más, pero él no podía hacer eso, no podía jugar con las leyes de la nauraleza aunque le fuera completamente permitido. Las lágrimas volvieron a llenar sus ojos y tuvo que amarse de valor para encararse a la tumba que tenía en frente. Habló con un tono melancólico que iba a juego con la lluvia.

—Hola, Al.

God's Alchemy » Fullmetal Alchemist ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora