Él.

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Ha sido difícil llegar a este estado, adaptarme al clima frío y sus habitantes, pero sobre todo la escuela. Ha sido un dolor de culo desde que ese niño gordo ha aparecido, y no he podido hacer nada al respecto con él. Las ganas de partirle la cara me comían pero, luego él se interponía, siempre era así. Nunca fui de esas personas que amaban ser protegidas, más bien, prefería mil veces defenderme a mí mismo y defender mi orgullo pero si era él, si él se hacía cargo para luego mostrarme esa amabilidad suya, no me molestaba en absoluto. Quería ver esa expresión tan cálida y simpática más tiempo, bañarme cada día con su rostro.

Los días corrían y el tiempo que pasaba con él cada vez era más grande. Cada recreo quería estar con él, hablar, cruzar miradas y oir esa voz que hacía notar su destacada inteligencia y coherencia. Ver su rostro satisfecho luego de cada acierto en clases me robaba toda mi atención, y a consecuencia de ello debía tomar los apuntes de alguien más, o necesitaba que me lo expliquen nuevamente, y quién mejor que él para eso.

No me di cuenta hasta que fue muy tarde. Todo cambió desde esa primera salida que tuvimos. No fue muy especial, fuimos a la pizzería de Willy el silvador, pero algo en todo ese día lo hizo especial, ¿Su ánimo? ¿Sus sonrisas? Sin duda su risa contagiosa fue la mejor parte, cada vez que me miraba para luego entrecerrar los ojos al reirse los pelos se me ponían de punto. Era increible. El hecho de que lo tuve todo para mí una tarde entera, sin nadie más a su lado a excepción de mí, que su centro de atención sea yo, me hacía demasiado feliz. No pude dormir esa noche.

Fue frustrante saber que su grupo de amigos me apartaban de él en el recreo, y saber que no necesitaban un quinto miembro entre ellos me daba rabia. Quería recuperar ese tiempo perdido con él.
Con el tiempo, logré integrarme a un grupo de amigos. Butters era muy amable conmigo, un rayo de sol alegre pero, no era lo mismo, no podía ocupar su lugar. Nadie podía llenar ese espacio en mis pensamientos que él ocupó.

Ese gordo culón me seguía molestando, con más frecuencia y no era por nada, yo lo provocaba. Tal vez así él pueda interesarse en mí otra vez.
¡Funcionó! No lo podía creer, lo tenía encima de mi nuevamente, él salía a defenderme y volvímos a tener esas conversaciones largas en donde me perdía en sus labios hasta el punto de que se me irriten los ojos por no parpadear. Sin embargo, no era lo mismo, esas palabras no tenían el mismo humor, sus ojos no volteaban hacia mi las mismas veces que antes. No me prestaba la misma atención, era pasajero.
Terminé aislandome otra vez, si él no estaba a mi lado no quería que otro más manchen mis oídos con su voz, si no era él, no quería que abrir mi boca para otra persona. Quería conservar lo poco que me daba de atención en la semana, para así juntarlo y tal vez, formar la misma atención que recibía antes, era como dividirlo en cuotas pequeñas, ¿No? No era nada malo.
Dejé de comunicarme con mi familia, no se el por qué, simplemente ya no recibía sus continuos comentarios repetitivos sobre mi monótono tema de conversación, y que él debía ser una persona estupenda por lo que yo decía siempre. Bueno, ultimamente estaban empezando a quejarse por ello, diciendo que estaban hartos de oir siempre de él, ¿Pueden creerlo?.

De esta forma seguí por unos tres meses, y así, pude recolectar el mismo número de conversaciones que teníamos antes de la tragedia. Había valido la pena, o eso pensé, pero a pesar de que él era el 93% de las conversaciones que mantenía en mi vida diaria, me sentía vacío.
Esa abrumadora niebla de soledad no me dejaba descansar por las noches, me traladraba la cabeza de una forma preocupante, y lo peor era que ninguna pastilla hacía efecto. Los errores no tardaron en venir; clientes que se quejaban por un mal servicio; ingresos bajos y estrés familiar a causa de la caída del negocio familiar; calificaciones que bajaban en picada por la falta de atención; un hilo de cordura que sentía como se desgarraba con las noche de insomnio; y lo peor de todo, cada momento sin oir su voz era un dolor de cabeza, un ataque de ansiedad, paranoia de saber dónde estará, que estaba haciendo, con quién estaba. Cada pensamiento que tenía sobre él, era tóxico.

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⏰ Última actualización: Mar 05, 2018 ⏰

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