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—¡Soy un caso perdido! —se lamentó Marlee.

—No, no, lo estás haciendo muy bien —mentí. Llevaba más de una semana dándole clases de piano a diario, y lo cierto es que daba la impresión de que lo hacía cada vez peor. ¡Por Dios, si aún estábamos practicando escalas! Falló una nota más, y yo no pude evitar hacer una mueca.

—¡Pero si no hay más que verme! —exclamó—. Lo hago fatal. Lo mismo daría que tocara con los codos.

—Deberíamos probarlo. A lo mejor con los codos funciona mejor.

—Me rindo —dijo con un suspiro—. Lo siento, America, has tenido mucha paciencia conmigo, pero odio oírme tocar así. Suena como si el piano estuviera enfermo.

—De hecho, suena más bien como si estuviera agonizando.

Marlee se echó a reír, y yo con ella. Cuando me había pedido que le diera clases, poco podía imaginarme que supondría aquella tortura para los oídos. Dolorosa, pero, eso sí, divertida.

—¿No se te dará mejor el violín? El violín tiene un sonido precioso —sugerí.

—No lo creo. Con la suerte que tengo, lo destrozaría —dijo. Se puso en pie y se dirigió hacia mi escritorio, donde estaban los papeles que se suponía que teníamos que leer, apartados en un extremo. Mis doncellas, siempre tan detallistas, nos habían traído té y galletitas.

—Bueno, tampoco pasaría nada. Ese violín es de palacio. Podrías tirárselo a Celeste a la cabeza, si quisieras.

—No me tientes —repuso ella.





Amo esa parte 😂😂

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