Son las 3:30am y aún no puedo dormir. Mi cerebro no deja de repetirme una y otra vez, ¿para qué sigues viva? ¿a qué apuntas en la vida? ¿para qué sirves? Pues no sé. ¿Para qué? Estoy harta de soportar esta vida. Estoy harta de soportar día a día los insultos de mi hermano, las peleas de mis padres, la burla de antiguos amigos.
Aún recuerdo cuando tenía una vida normal; podía sonreír sin recibir burlas y sentía una felicidad que, ahora, me arrepiento de no haber reconocido y aprovechado al máximo. Mi tranquilidad no era algo que buscase con desesperación, y lo único malo era, irónicamente, Mark; mi actual mejor amigo y la única persona en la que podría confiar. ¡Qué tiempos! Cuando solo tenía preocuparme por él cuando decidía fastidiarme en los pasillos, aunque nunca hayamos hablado. Pero esto me demuestra cuán aleatoria puede ser la vida. La persona que odié fervientemente por tantos años, convirtiéndose en la más importante en mi vida. Cosas raras de la vida...
Necesitan un contexto, ¿verdad? Bueno. Los tormentos comenzaron hace aproximadamente un año; los psicólogos me diagnosticaron una enfermedad que alarmó extremadamente a todos mis conocidos. Si bien no era grave -los doctores se encargaron de dejar muy en claro que no lo era- mi cerebro era un desastre. A partir de ese día, mi vida no volvió a ser la misma. En la escuela se corrió el rumor casi de inmediato, lo cual logró que todos me consideraran automáticamente una desequilibrada mental que no poseía sentido alguno de la realidad ni era capaz de interactuar con normalidad con los demás; lo cual, como predije, desembocó en toda la escuela evitando mi mirada y mi presencia en cada rincón del edificio. Lugar al que iba se vaciaba en menos de dos minutos, y persona con la que intentaba entablar conversación formulaba una excusa con una rapidez sorprendente. Decidí aceptar mi destino.
Hace un año exactamente, los psicólogos me dieron el diagnóstico. Hicieron mucho énfasis en tres puntos: Primero; no es peligroso. Ni para mí ni para los que me rodean. El exacto fue catalogado como esquizofrenia paranoide con tendencias alucinatorias. Dos de los médicos que me atendieron, al dar la noticia se encargaron de aclarar rápidamente que no era nada grave, que podía ser tratado correctamente pues se había diagnosticado a tiempo. Que con terapia y un poco de medicación, yo llevaría una vida normal. Que lo único que 'andaba mal conmigo' era que tendría ciertas tendencias alucinatorias; mi cerebro formará estímulos inexistentes que serán captados por mis sentidos como si fueran reales. Tanto como yo, o como tú. Ya no distingo la realidad de la fantasía. No sé qué es real y qué no. Y no puedo controlarlo.
Los especialistas en mi caso les comentaron a mis padres que en casos muy extremos la enfermedad podía desarrollarse a tal punto de activar tendencias psicópatas en el paciente a raíz de las alucinaciones constantes, por lo que es importante seguir el tratamiento al pie de la letra. Aun así, hicieron énfasis en mis habilidades blandas y las usaron para defender mi posible involución en la enfermedad, de tal manera que mis padres terminaron creyendo que yo me sanaría en cuestión de meses y que ni un ápice de violencia sería detectado en mí.
Y, en todo este año, el mismo pensamiento ha recorrido mi mente; daría lo que sea para regresar en el tiempo y vivir la vida normal que solía tener. Una vida simple y casi perfecta. Sin diagnósticos apresurados y sesiones de terapia cada semana. A veces no controlo la frustración que aparece junto con aquel chico tan guapo que ahora mentalizo diciéndome a mí misma que no existe. Y no encuentro forma efectiva para el desahogo. Aunque no estaría mal probar otras maneras de desahogar mi ira...
ESTÁS LEYENDO
La vida según Alma
Teen FictionTras la muerte de su mejor amigo y amado Alex, Alma se adentra en una confusa historia llena de misterios, lagunas mentales y sentimientos encontrados que no la permitirán volver a la normalidad. Siente que está sola desde el incidente, pero él, Rub...