Región de Kanto, Ciudad Pewter...
Que un gimnasio Pokémon fuese cerrado era una de las noticias que ningún entrenador quería escuchar jamás, sin importar cuál fuese la razón. Ni porque fuese una buena, como que el líder del gimnasio hubiese perdido a sus padres. Y no eran solo los entrenadores: los líderes de gimnasio atraían a los novatos a sus ciudades, y obviamente estos gastarían su dinero en comida, ropa, servicios y objetos relacionados con los Pokémon tales como Pokébolas o medicinas. Es decir que un gimnasio cerrado significaba un golpe para la economía de su pueblo o ciudad.
Y por eso precisamente, cuando Brock anunció que su período de duelo había terminado, y que el gimnasio de Pewter volvería a abrir sus puertas, las noticias se esparcieron como el fuego, y la mayoría de los entrenadores que se saltaban Ciudad Pewter en sus viajes para recolectar las medallas de la Liga Índigo decidieron volver a la antigua ciudad minera. Hasta ahora, Brock solo había peleado contra un par de entrenadores, pero todos sabían que sería solo cuestión de tiempo antes de que vinieran más.
Para ser honestos, Brock no se sentía listo para reabrir el gimnasio todavía, pero lo hizo por dos razones. Primera, pensó que si se enterraba en sus deberes como líder de gimnasio, tal vez podría superar más fácilmente la muerte de sus padres. Segundo, y más importante aún, recibió una llamada de un inspector de la liga, advirtiéndole que ya había excedido el tiempo límite para mantener el gimnasio cerrado, y que si no lo reabría en una semana, podría perderlo.
En aquel momento, Brock se encontraba luchando contra su tercera retadora desde que reabrió el gimnasio, una jovencita de unos dieciséis años llamada Marie. Tenía el pelo largo y negro cayéndole por toda la espalda, con unos mechones enrollados en unos moños esféricos a cada lado de la cabeza. Traía una blusa qipao rosa oscuro, pantalones púrpuras y un par de sandalias blancas. Hasta ahora tenía tres medallas (Cascada, Trueno y Arcoíris) y había demostrado ser una entrenadora bastante competente, derrotando al Onix de Brock sin mayor dificultad con su Venomoth. Esto no desanimó a Brock en lo más mínimo, solo era un obstáculo menor.
- Eres buena, lo admito. ¡Pero no te confíes solo porque venciste a uno de mis Pokémon! - declaró Brock mientras elegía a su siguiente luchador. - ¡Ve, Graveler!
- ¡Grave! - gritó el Pokémon de roca al ser liberado de su Pokébola.
- ¡Graveler, usa Rodada! - ordenó Brock. Graveler gruñó y empezó a rodar como aplanadora viva contra la polilla venenosa. Su entrenadora, por su parte, no se veía preocupada en lo más mínimo.
- ¡Contraataca con Paralizador! - replicó Marie. Venomoth no dijo nada, simplemente empezó a agitar sus alas violentamente, rociando sobre Graveler un polvo naranja brillante. Con eso, el movimiento de Graveler se detuvo abruptamente.
- ¿Qué? - exclamó Brock en shock.
- ¡Sí! ¡Paralizado! - gritó Marie, alzando su puño. - ¡Ahora, Danza Alada!
Sin tener que preocuparse de su oponente, Venomoth comenzó a aletear de nuevo, moviéndose rítmicamente de un lado hacia el otro.
- ¡Graveler, Lanzarrocas! - volvió a ordenar Brock. Graveler intentó usar el ataque, pero la parálisis actuó en ese momento y no pudo hacer nada.
- ¡Continúa con Danza Alada, Venomoth! - exclamó otra vez Marie.
- "¡Maldición, esto es malo!" - pensó Brock, viendo como Venomoth seguía incrementando su poder. - ¡Vamos, Graveler, intenta Lanzarrocas otra vez!
Esta vez, Graveler logró superar la parálisis lo suficiente para arrojarle algunas rocas al insecto danzante, pero ya era demasiado tarde.
- ¡Venomoth, Psicorrayo! - ordenó Marie. Los ojos de Venomoth comenzaron a resplandecer, disparando un rayo multicolor brillante contra Graveler, atravesando y destruyendo las rocas en el aire antes de golpear al enemigo a máxima potencia.
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Pokémon Reset Bloodlines - Gaiden de Brock y Lucy
RomanceLa muerte de sus padres fue un golpe devastador para Brock Harrison, y el asumir la responsabilidad de cuidar de sus hermanos fue lo único que lo mantuvo a flote durante mucho tiempo. Pero la vida no sería tan injusta, y pronto pondría en su camino...