7

2.7K 205 17
                                    

Luego de eso, desperté en medio de un salón desconocido. De inmediato me asusté y el corazón me latió a mil al pensar en la posibilidad de que aquellas chicas me hubieran encerrado en algún lugar para seguir lastimándome. Pero no. No fue así.

Lo primero que mis ojos captaron, desde la posición de acostada como estaba, fue su delgada espalda. Mi pulso se disparó, y no fui capaz de emitir palabra alguna al darme cuenta de que seguramente estaba en su casa. Y con él. ¿A solas?

Me desperecé de a poco, con miedo a hacer algún ruido que lo hiciera voltear y que por consiguiente, me mirara. Seguramente estaría echa un desastre andante, con sangre por la boca, pómulos morados y no sé qué alguna otra cosa más me habría quedado de la golpiza.

De igual modo, no podría quedarme allí sin decir nada y escapar por alguna ventana, así que no me quedó otra opción que llamar su atención para que me abriera la puerta e irme a mi casa. Así que carraspeé, y con tan solo ese acto todo mi cuerpo dolió, y entonces también emití un gruñido lastimero sin previo aviso.

De inmediato, él volteó para mirarme con aquellos ojos castaños hechos una maraña de emociones. Su pequeña boca rosada formaba una "o", y no tardó ni un segundo en acercarse a mí con rapidez para verificar mi estado.

Mi cabeza dolía como si me hubieran golpeado mil veces con un ladrillo o algo parecido. Y con mi cuerpo no era muy distinto.

—¿Te sentís muy mal?

Su pregunta me descolocó. No obstante, respondí un sí apenas audible para ambos. Sin decir más, se levantó de donde estaba acuclillado y al cabo de unos segundos volvió con varias cosas: un vaso con agua, una pastilla y hielo.

Me ofreció todo y primero tomé la pastilla, luego puse el hielo en mi cabeza, y volví a recostarme en lo que parecía ser el sofá.

—¿Por qué te hicieron eso?

¿Acaso debía decirle la verdad? ¿De que me habían dado tremenda golpiza por sentarme en su mesa, por ser amigos? No pareció lo adecuado, pero tampoco quería mentirle... o al menos no demasiado.

—¿Qué pasó? —susurré, evadiendo su pregunta.

Esbozó una adorable mueca, su frente se frunció y sus ojos escanearon el estado de mi rostro.

Me contó de pie a cabeza todo. Al parecer, él siempre iba por el mismo sendero porque el que yo volvía a casa, pero con lentitud. Así que vio a las chicas pasar de manera rápida y también sabía que yo iba más adelante. Apresuró su paso gracias a la sospecha, y por suerte pudo detenerlo todo a tiempo, logrando así que no llegara a peores.

Pregunté si podía pasar al baño y él me guio para que llegara. Una vez dentro del cuarto, resguardada, segura y a solas, lo primero que hice fue mirarme al espejo. El reflejo que este me regalaba me sorprendió bastante. Mi rostro no reflejaba suciedad alguna, como había esperado. No había sangre seca saliendo de mi nariz, ni en mis labios; aunque sí tenía moretones ahora bien marcados en los pómulos. Me pregunté si él me habría limpiado mientras estaba inconsciente.

Volví al salón y lo encontré afinando una guitarra acústica, logrando que eso esfumara la pregunta que se había instalado en mi cabeza.

Se veía fantástico con su frente arrugada de la concentración, sus ojitos achicados en dirección a las cuerdas y sus labios apretados. Todo él era concentración en aquel instante. Y si yo hubiese tenido un celular justo allí, hubiese capturado aquel preciado momento para guardármelo.

Él levantó la vista, y esbozó una pequeña sonrisa de labios apretados. Me acerqué, y me senté a su lado evitando su mirada. Sentí como el calor comenzó a invadir mis mejillas de la nada.

—¿Te gusta la música? —preguntó.

Asentí. Realmente la música me gustaba, era como una vía de escape a todos aquellos problemas que lograban rodearme y atormentarme. La música era como la paz que necesitaba mi corazón en medio de una guerra de sentimientos.

Terminó con lo de las cuerdas y luego con sus dedos las acarició con suavidad, haciéndolas sonar. Una melodía suave se comenzó a esparcir por la habitación, y al instante la calma me invadió. Cerré mis ojos algunos segundos, y me deleité aún más cuando, con una melodiosa y suave voz, él empezó a cantar.

Era una canción de Coldplay, pero no recuerdo cuál.

Su voz era tan bella como se esperaría de cualquier persona que fuera digna de tal belleza física. Él sería como un típico chico pop aclamado por adolescentes si llegara a ser alguien que saltara a la fama. Y yo me encontraría en aquel fandom sin dudas.

De pronto, todo se volvió silencio y justo un segundo antes de que abriera mis ojos, sentí sus labios pegarse suavemente contra los míos, casi con una sensación de miedo; apenas un roce al principio.

Con tal sorpresa, los abrí de golpe, mirándolo. Lo encontré con sus ojos cerrados, y pude percatarme que desde tal acercamiento podía ver que sus pestañas eran cortitas, pero negras.

¿Qué podía hacer en aquel momento?

Solo seguir besándolo. Después de todo, estaba enamorada de toda la persona que él era.

Cerré mis ojos, y de un impulso, elevé mis brazos para dejarlos posados sobre sus hombros y lo atraje hacia mi rostro un poco más.

Me besó con ternura, con dulzura y a la vez con un poco de duda. 

Él y su imperfecta perfecciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora