Capitulo 2. Manda una señal.

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..."Ojalá, amor, cada vez que te mires las manos sientas que te faltan las mías"...Mario Benedetti.

Uno de los entrenamientos que Renata disfrutaba tanto como correr o cabalgar, era practicar esgrima, aún cuando se hubiera convertido en un arte obsoleto. Los que practicaban el deporte eran oficiales militares retirados y alguno que otro aficionado entusiasta. Sin embargo, a Reni le complacía la elegancia y la precisión que exigía esta disciplina, no sólo en lo físico también en lo mental. Un contrincante tenía que planear sus movimientos por adelantado, algo que a Renata se le daba natural.

Unos meses atrás, el club había contratado a un excelente maestro de esgrima y ella se había ganado por mérito propio que la aceptarán en el selecto grupo de avanzados. Sus compañeros, hombres en su mayoría, eran banqueros o se dedicaban a los negocios, también había alguno que otro oficial militar, ya retirado. Con ellos practicaba el florete  y las barras.

La práctica de esa mañana había sido muy exigente, el instructor les había compartido técnicas para combatir a dos adversarios a la vez. Sin dudas fue estimulante, pero también había sido todo un reto, y todos habían quedado golpeados y cansados. Renata aunque logró esquivar varios golpes directos al pecho, recibió varios y muy duros en los bíceps, y estaba empapada en sudor.

Se despidió con una fatigada sonrisa y caminó a los vestidores cargando el relleno de cuero de protección y el resto de su equipo. Deseaba con ansias una ducha.

Una encargada del vestidor de damas, una señora joven con gafas llamada Gloria, salió a su encuentro y le miró con ansiedad.

—Señorita Landeros —dijo con gentileza—, me temo que no podrá hacer uso de las regaderas, estamos teniendo una dificultad.

Renata le miró interesada, pero procurando mantener la paciencia. Gloria era una mujer muy amable, pero solía alterarse cuando se estresaba y si la apuraba jamás obtendría la información que estaba esperando.

—La caldera presentó una falla y hubo una pequeña explosión que derivó en una tubería rota. Ya el personal de mantenimiento y el de limpieza se encuentran trabajando, pero la compostura les llevará como mínimo una hora.

—Vale, Gloria —expresó Renata sacudiendo su mano para que no continuara mortificándose y dio un paso hacia el guardarropa—, tomaré mi bolso y me iré a casa.

—Lo tengo aquí —dijo Gloria con un desgarrado suspiro.

Renata alzó las cejas al ver que le entregaba su bolso del gimnasio aún chorreando de agua. Aquello era mala suerte con mayúsculas, no sólo debía volver a casa para ducharse y con ello retrasarse en sus obligaciones del día. También le preocupaba que su móvil que había dejado dentro estuviera dañado.

Sin poder hacer nada, se dirigió con sus pertenencias a la salida.

Un pequeño shock golpeó a Renata cuando vislumbró la poderosa presencia de Fabio Vitale de pie a pocos pasos de ella. Como si fuera una polilla atraída por la seductora luz de una lámpara, caminó hacia él. Él había echado su cabeza atrás mientras bebía de su botella de agua. Su cuello brillaba de sudor, y su nuez de adán se movía rítmicamente arriba y abajo al beber. Ella sintió que sus mejillas se infundieron de color mientras lo miraba embelesada.

—¡Ciao, bello!

La mirada de Fabio viajó a través de sus blancas ropas de esgrima, con un marcado interés masculino.

—Ciao, piccola —saludó dejándole dos besos en las mejillas—. ¿Qué tal te va con el ajedrez físico? —preguntó obsequiándola con una de esas sonrisas que la desarmaban.

Renata le sostuvo la mirada y a pesar de su molestia por la situación de las regaderas y no tener ningún control sobre la misma, no pudo evitar sonreírle en respuesta.

Nosotros... en el tiempo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora