Y el demonio se come al ratón

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Sintió el desagradable vértigo en su estómago y el aire revolver con ímpetu sus cabellos castaños. Alexander llevó su mano a su cinturón, activando el dispositivo no descubierto en la revisión, que haría la diferencia entre un choque mortal contra el pavimento y su vida.

Un pequeño cable metálico con un gancho en la punta salió disparado, incrustándose en la primera cornisa que chocó en su camino. Espero la tensión, y experimentando la fuerte sacudida que esto significó. Para luego pegarse rápidamente a la pared, buscando donde apoyarse.

Miró hacia el lugar por donde había saltado, mientras descendía lentamente deslizándose por los tubos de agua lluvia del edificio, solo para evitar mirar hacia abajo, esa siempre había sido su última carta de escape por una razón, y esa era, que las grandes alturas y él no se llevaban del todo bien.

- ¡Ese maldito! ¡Volvió a escaparse! - Gritó molesto uno de los hombres de Luciano- ¡Ahora el jefe estará furioso y todo es por tu culpa! - Apuntó al chico rubio.

- ¿Mia? - Ladeó la cabeza sin entender.

- ¡Si, tuya, maldito! - El hombre le tomó de la camisa y lo alzó con brusquedad- ¡Tú nos dijiste que esperáramos abajo con estos estúpidos disfraces, mientras tú lo capturabas! ¡Y fracasaste miserablemente!

- No entiendo porque dices eso...- Susurró.

- ¡Te lo hare entender pronto, mocoso, solo dame unos segundos! - Bramó, levantando el brazo en dirección al rostro del chico.

Pero su puño se detuvo a centímetros de su objetivo. Su brazo entero tembló, tensado por una fuerza sobrenatural.

- Yo aún no he fracasado- Murmuró el rubio con seriedad, mientras su ojo dorado brillaba intimidante, ya no ocultó debajo de su flequillo.

El hombre salió expendido con ímpetu hacia atrás, golpeándose con fuerza desmedida contra una de las paredes del lugar. El golpe fue letal, partes de cemento cayeron al suelo y un charco de sangre no tardó en formarse debajo del cuerpo, ya sin vida, del osado sujeto.

- Solo denme unos segundos y tendrán al ladrón- Habló el ahora chico de ojos bicolores, mientras los demás presentes asentían rápidamente, intimidados.

Con calma, se deshizo de su abrigo y se acercó a la ventana, divisó al ladrón unos metros abajo, faltándole solo veinte pisos para llegar al suelo, era lento, debía ocurrir algo. No lo pensó dos veces antes de saltar.

- Solo unos cuantos pisos más, solo unos cuantos- Se repetía Alexander mientras luchaba con el estúpido impulso de arriesgarse y mirar hacia abajo- Esto siempre es una mala idea.

- Alexander Corvus.

Fue entonces que una voz llamó su atención, levantó la cabeza, encontrándose con la mezcla perfecta del azul cielo y el oro, antes de que chocaran con él, atrapándolo.

- Te tengo- Escuchó, antes de que la cuerda que le sostenía se rompiera, al no poder soportar el peso extra, haciéndolo caer.

- ¡¿Estás loco?! - Gritó cuando el vértigo volvió con fuerza descomunal.

Él chico no respondió y apenas supo en qué momento le había colocado las esposas. Esta vez no pudo evitar mirar hacia abajo, y cerrar los ojos aterrado cuando divisó el suelo tan cerca que podía tocarlo, sin poder procesar aun que ese sería su final.

Pero... el golpe mortal jamás llegó. En vez de eso, pudo sentir como sus pies tocaban tierra firme con suavidad, abrió los ojos de golpe, encontrándose en el suelo, con todo en su lugar, la calle, los semáforos, las personas hablando por sus celulares, los empujones y el ruido habitual de una ciudad en constante movimiento.

- ¿Cómo?... Qué... ¿Qué rayos eres? - Preguntó azorado, al toparse con la mirada bicolor.

- Perdón por esto, pero no quiero más sorpresas.

Su respuesta tuvo la forma de un puño, que lo dejó inconsciente.

Hay un sexy demonio durmiendo en mi sofáDonde viven las historias. Descúbrelo ahora