CAPÍTULO 4

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     Ella pensó en visitar a Nam Joon después de la universidad

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     Ella pensó en visitar a Nam Joon después de la universidad. Él le dijo que no debía regresar entonces, ¿cuál era su excusa? Deberá tener alguna, ¿no? Pero no se le ocurrió nada convincente, excepto ir para enfrentarlo sin acobardarse en el intento. Lo peor, temió por sí misma en los momentos que estuvieron a solas, porque él fue como un tigre enjaulado a punto de comerla. Una cruel ilusión provocada por su mente, una con intenciones burlonas porque anheló verlo.

    ¿Tan masoquista era? Debía pensar menos, sin importarle pero ella no acostumbraba a rendirse fácilmente.

     ¿La dejará pasar? Quizá no; quizá sí. El único que podría contestar sus dudas era Ho Seok.

     —Si vas, se negará a abrirte. No te preocupes, su fobia a veces le impide acercarse a la puerta, excepto si soy yo... Aunque hay una forma de hacerte entrar.

     Ho Seok le entregó una copia de las llaves que usaba. Para ella era una reliquia que no debía perder. Las guardó de manera protectora y prometió devolverlas. Después se arrepintió. ¿Cómo iba a tener en su poder las llaves de la casa de completo extraño?

    Su orgullo pisado la incitó y obligó... ¡Sí! ¡Eso era!

     —¡Muchas gracias! —Ella entregó su más feliz expresión y se apresuró en regresar a sus clases.

[ . . . ]

     Quedó parada frente a la casa del joven de cabellos plateados, no por su cuenta, claro, porque fue insistente con su hermano. La llevó sin que él le hiciera un hostigante cuestionario sobre porqué, adónde, y a quién verá. Era extraño. Ers urioso que él no se preocupara sobre los lugares su hermana, ¡la única que tenía, frecuentaba.

     ¿Acaso no le importaba lo qué a su hermana le puediera suceder en aquella casa?

    Lisa estaba en el auto para calentar el asiento. Conversar con ella además, hizi del viaje no sólo ameno, sino que la ayudó a relajarla sin pensar en las consecuencias de sus actos. A eso se sumaba la idea que para Lisa, era una buena oportunidad para que conocer un poco más a su hermano, aunque éste se resistiese al plan.

     —Te enviaré un mensaje para que me pases a buscar, ¿de acuerdo? —dijo ella cuando frenó el coche.

     Ya estaban allí, frente a la fachada. Por un momento dudó, sus pensamientos la acusaron de irracional. Le faltó valentía para salir del todo al poner un pie fuera, Lisa la ayudó un poquitín al empujarla.

     —¡Suerte, amiga! —La saludó chistosa con la mano y cerró de un portazo—. ¡Vamos, Suga! ¡Arranca o ella se arrepentirá!

      Antes de que pudiese protestar, tras levantarse del suelo, el auto desapareció como si se lo hubiera tragado el espacio. Agust condujo como un demente a toda velocidad, deseando tal vez en imitar al «Condensador de flujo» que inventó el doctor Emmett en la película «Volver al Futuro».

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