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2018.

Raoul no sabía cuánto tiempo había estado observando a Agoney, adoraba la cara de ángel del chico cuando dormía. Una de las cosas que más había echado de menos Raoul en ese año era ver a Agoney dormir.

El rubio estaba un poco preocupado por su amigo ya que se había dormido sentado en la cama apoyado en la pared. Cuando se levante le va a doler muchísimo el cuello. Pensó Raoul y, por un momento, el chico quiso despertar a Agoney y decirle que se acostase bien, pero no lo hizo, tenía miedo de que al despertar se fuera, porque aunque a Raoul le doliera, Agoney tenía razones para irse y no volverle a hablar nunca más.

Raoul se puso a pensar en la noche anterior, había sido una completa locura.

No se esperaba para nada encontrarse a Agoney en la discoteca, si él no quería salir esa noche...Pero Sam le convenció. Sabía que una de las cosas principales que tenía que hacer nada más llegar a Barcelona era hablar con Agoney, darle la explicación de todo, pero el destino es así, y quiso que los chicos se encontraran esa misma noche en el peor lugar para tener una conversación decente.

Raoul en un principio pensó que todas las conversaciones banales que habían tenido la noche anterior...En un principio pensó que solo habían servido para empeorar su situación, pero se dio cuenta de que de alguna manera habían ayudado a romper el hielo, a que las primeras palabas que se dirigieran después de poco menos de un año no fueran reproches.

Agoney empezó a notar los rayos del Sol contra sus párpados y empezó a parpadear para acostumbrarse a ellos.
Abrió los ojos y se incorporó frotándose el cuello y enseguida se percató de la figura que tenía al lado y observó a un dormido Raoul, eso le confirmó que ciertamente todo lo que había pasado la noche anterior era verdad. Agoney por unos segundos observó detalladamente la cara de Raoul, aprovechó que el otro chico estaba durmiendo para recordar lo mucho que le gustaba su cara de niño dormido: su nariz, sus pestañas, su boca...

Lo que Agoney no sabía es que Raoul estaba haciéndese el dormido y sentía su mirada sobre él pero, después del ridículo de la noche anterior Raoul no podía ser el primero en hacerle frente a la situación.

Raoul sintió como Agoney se frotaba otra vez el cuello y se levantaba. Raoul se asustó, mucho, y abrió los ojos y miró instintivamente hacia la puerta. Agoney se iba y todavía no habían hablado.

El rubio escuchó pasos alejarse y, para su sorpresa, los escucho deambulando por la casa y de repente escuchó que los pasos estaban cada vez más cerca de la habitación y los cerró rápidamente.

-Raoul...-dijo Agoney tocando suavemente el hombro del chico y notó que el colchón se hundía a su lado-Raoul, despierta...

-¿Qué pasa?-contestó Raoul con voz ronca abriendo los ojos lentamente tratando de incorporarse sentándose sobre la cama, actuar se le daba fenomenal.

-Te he traído esto...-Raoul parpadeó un par de veces y vio al chico con una pastilla y un vaso de agua-Es un Ibuprofeno, creo que lo necesitas...

El rubio en ese momento creía que iba a explotar de amor por el moreno, por un momento sintió que las cosas no habían cambiado, que él no se había ido a Madrid, que no habían discutido, que no había pasado un año desde la última vez que se habían visto.

-Muchas gracias, Ago-dijo Raoul con una pequeña sonrisa y se tomó la pastilla.

Agoney se levantó de la cama y se quedó plantado en medio de la habitación.

-De nada, Raoul, para eso están los amigos-lo soltó.

Raoul ante esas palabras se quedó helado, sabía que verdaderamente esa era su única relación, y todo por su culpa.

Tengo Los Pies Helados | RagoneyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora