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Único

El sol entró brillante por la ventana, clavando los rayos sobre sus párpados; obligándola a despertar. Se talló los ojos con su puño y miró a su alrededor. No era su habitación. No eran sus pertenencias, y mucho menos el olor del lugar.

Enrojeció, cuando sintió un suspiró ajeno a su lado, dándole la espalda tanto a ella cómo a la molesta luz. Lo reconoció de inmediato por su cabello, por su ancha espalda y especialmente, por que estaba acostumbrada a él.
Aún así, sintió calor por todo su cuerpo.

Se frotó el rostro, y empujó sus píes fuera de la cama. Los recuerdos de una clara noche de pasión estaban volviendo a su memoria.
Trago y se sacudió las manos frente al rostro intentando de despertar.
Rebuscó alrededor en busca de su ropa, estaba toda esparcida en el suelo. Avergonzada, se dio cuenta de qué sus bragas habían caído sobré la lámpara del techó y, suspirando derrotada, se dio cuenta de que no alcanzaría por ellas. Miró una vez más a su alrededor. La primera prenda que vio no era suya.

Una sudadera grisácea con el nombré claro de "Jin" ,estaba enmarcada en el pecho.
Suspiró rendida, y tras estirar lo más posible sus manos, la agarró con las puntas de sus dedos. Miró hacia atrás para asegurarse de que el hombre no se hubiese despertado; sonrió, al verle abrazar la almohada y murmurar q saber qué cosas.

Se puso de pié, pasándose la sudadera por la cabeza y dejándola caer por su delgado y blanquinosa piel. No es que cubriese gran cosa, pero hasta que encontrará sus pantalones, seguro que serviría.
Caminó de puntitas y rebuscó en el desorden. Solo encontró su sujetador, y los boxér's junto a los vaqueros del chico.

¿Dónde era que había perdido sus propios pantalones? Ah, sí. En la cocina.

Caminó hacia ella dando saltitos a causa del frío de las baldosas. Todo había comenzado sobre la encimera, así que debían de encontrase cerca de ése punto. Pero, cuando llegó, se encontró con el pastel.
Sus pantalones habían terminado dentro del fregadero, con los platós sucios de la cena y eran más una masa de suciedad que sus preciados vaqueros.

Dándose por vencida y con el estómago gruñiendole, metió los pantalones en la lavadora y buscó algo para cocinar. Un buen desayunó para ambos.
Él siempre solía levantarse hambriento tras una buena noche de sexo.
Con las mejillas sonrosadas suspiró complacida. Tenía un buen hombre a su lado.

Mientras canturreaba cualquier cosa, y se recogía los largos cabellos en una coleta alta, alguien rodeó sus caderas en los brazos. Sonriendo, miró a su costado.
Él tenía los ojos prendados de sueño y un bostezo en su boca, aún así besó su femenino cuello y olisquéo la misma zona.

-Buenos días, cariño.-saludó tímidamente, ahogando un suspiró placentero entré sus labios.

-Mhn.-fue la respuesta; acariciando con sus dedos por encima de la tela.

-La comida estará lista en unos minutos.-él suspiró, intercalando una mirada a la comida y luego a ella.

-Me apetece más otra clase de comida.

Rozó sus caderas contra su trasero y ahí, se percató que ninguno de los dos llevaba ropa interior. Apretó los dientes, conteniendo un gemido entre sus labios.

-P-pero... Si anoche.-balbuceó.
Él la miró acusadora mente, sonriendo levemente de lado.

-Es tú culpa. Por haberte colocado mi sudadera.

Un ronco gemido escapó de su boca cuando el sexo masculino se adentro entre sus muslos.
JiSoo término por dejar lo que hacía, y arqueó su cuerpo ante el intruso.

-No has desayunado, aún... -se obligó a decir.

-Luego.-musitó, para después morder su cuello.-Por cierto, tus bragas están en lo alto de la lámpara.-la chica echó la cabeza hacia atrás y río.

-Si, eso es algo qué tendrás que explicarme.

Pero sería más tardé. Mucho más del que pensaba cuando pudiera rescatar la sudadera, que ahora se encontraba a sus pies y pedir algo para comer.

-SeokJin, tonto.

-SeokJin, tonto

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"... Te quiero como para escuchar tu risa toda la noche
Y dormir en tú pecho, sin sombras, ni fantasías, te quiero como para no soltarte jamás "

~Mario Benedetti.

𝐒𝐔𝐃𝐀𝐃𝐄𝐑𝐀 + JinSoo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora