65 palabras.
Y ahí estaba él, en el banco de siempre. Al lado de la fuente y el pequeño jardín de siempre. Leyendo el libro de siempre con la tapa marrón y el dibujo de la rosa de siempre.
Y pasó lo mismo que siempre pasa y siempre pasará. Él y yo mirándonos fijamente y él apartando la mirada, cómicamente, ruborizándose al instante.
Tan lindo, como siempre.