tus pasos

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Cuando saliste de nuestro hogar, comencé a seguirte a paso veloz... No amdarías lejos, me dije.

Y así fue. Te encontré sentado afuera del edificio, descalzo, algo decaído, y como pude te cargue de vuelta a nuestro nido. Mi cuerpo dejo de responderle a mi raciocinio, haciéndote mío, una y otra vez, producto de mis caprichos por mantenerte a mi lado. Tú cuerpo, abatido y cansado, no pusieron resistencia, aun cuando sabía que te lastimaba, y en verdad lamento haberte hecho daño. Pero ahí estabas, debajo de mi cuerpo, pidiéndome perdón, diciendo que me amabas, besando cada lágrima que salía  de mi inconcientemente, prometiendo que jamás volverías a dejarme , acompañado de un tono más frío que la soledad que ahora siento.

Amor, por qué no te quejaste esa vez que prácticamente corrompí tu cuerpo con el mío? Debiste detenerme... Debiste... Haberme matado.

Mi pequeña debilidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora