Hinata: antología de un corazón roto

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Jamás pensé que mi destino fuese así de cruel, tuve que disfrutar de mi amor en secreto. Sé que para él esto es, simplemente, una aventura sin significado romántico, supongo que esto es culpa mía por hacerme ilusiones en el pasado, no, también por hacerme ilusiones en el presente. Y por eso me arrepiento de todo lo que ha pasado entre nosotros dos.

Empecé siendo tu compañera de clase, y casi al instante, me enamoré de ti, pero tú amabas a otra. Cómo no, mis sentimientos no eran correspondidos, pero nunca dejé que me afectara en exceso. Nunca me acerqué en exceso, no podía, era demasiado tímida, pero poco a poco, fuimos convirtiéndonos en amigos, era mejor que no tenerte y creía firmemente que nunca pasaría de ahí. Hasta que, cierto día, tú viniste a mí, diciéndome que estabas enamorado de mí, que querías estar siempre conmigo y que no podías estar sin mí. Yo creí fielmente en tus palabras, juré que me hablabas desde el corazón y que era cierto, y empezamos a salir. Con el tiempo, nos hicimos novios, yo era inmensamente feliz.

Por desgracia para mí, tú viniste tres años después alegando que no podías estar conmigo, que no era culpa de nadie, pero que teníamos que romper. No lo voy a negar, lloré muchísimo, tú eras la persona con la que quería compartir el resto de mi vida, la persona que amaba. Y te lo demostré. Me entregué a ti por completo, en un intento desesperado por conseguir que te quedaras a mi lado, tú fuiste mi primera vez, mi primero y mi único. Por desgracia, me dijiste que, aunque estabas locamente enamorado de mí, no podíamos estar juntos, que no estábamos destinados a ser, no sin antes volverme a jurar amor eterno. Te despediste, dándome un último beso de amor, reforzando con actos lo que decías. Tus palabras y tus acciones, aunque nunca te lo dijera, me dolieron muchísimo, sabía que nunca amaría a otra persona como te amaba a ti.

Pero lo peor estaba por llegar. Hace cuatro años, me llegaron rumores de que estabas con Sakura, que te habían visto con ella, agarrados del brazo. Yo no lo quise creer, después de todo, me habías jurado que me amabas con todo tu corazón. Pero yo no estaba preparada para ver lo que vi aquel día. Te vi a ti, paseando con ella, en aquel parque donde nos dimos nuestro primer beso y me pediste que fuese tu novia. No lo podía creer, tú, en el mismo sitio donde me hiciste tantas y tantas promesas, ahora le prometías a otra. Ahí fue cuando me desengañé, tú nunca serías mío, siempre la amaste a ella, tú nunca me amaste.

Me llegó tu invitación de boda, darías el paso definitivo con ella. No lloré, decidí que no habría más lágrimas por ti. Fui tonta... Fui a tu boda, me viste, y me dijiste que estaba hermosa, que agradecías que yo, tu único y verdadero amor, estuviera allí para ver ese día. No te creí. Si de verdad me amabas, ¿por qué te casabas con otra? Aguanté toda la ceremonia, y cuando el cura dijo la famosa frase de "si alguien tiene algo que objetar, que hable ahora o que calle para siempre", me vi tentada a hablar, a decir que tú no la querías, pero tu palabra no era suficiente. Te giraste y me observaste, con gesto triste, haciéndome un gesto con la mano, indicándome para que hablara. Yo me callé, tu felicidad era estar con ella. Te casaste, la besaste, y me miraste con rencor. Ya era suficiente. Decidí mudarme, para olvidarme de ti y cortar todo lazo contigo.

Pero nada es definitivo. No sabía cómo lo hiciste, pero hace dos años apareciste en mi casa. Cuando viniste a buscarme, me volviste a jurar amor eterno, me prometiste que, aunque estuvieras con ella, tu corazón sería mío por siempre jamás, me dijiste que ya no sentías nada por ella y que tu matrimonio había sido por conveniencia de su familia. Yo, ilusa, me dejé llevar por mis deseos más ocultos y por esas palabras, aunque sabía que eran falsas y que estabas locamente enamorado de ella. Y al final, acabamos haciendo el amor. O al menos yo hice el amor, porque con mi cuerpo quise expresar, de forma loca, pasional, pero sincera, lo que sentía y aún siento por ti. Tú, en cambio... para ti simplemente fue sexo. Por mucho que me besaras, que me acariciaras, que me prometieras estar conmigo, siempre acababa igual. Tú vistiéndote, despidiéndote de mí con un beso cariñoso y fraternal, saliendo por la puerta de mi apartamento. Yo, desnuda en la cama, con tus efluvios en mis entrañas, mirando tus pasos, viéndote salir, oyéndote cerrar la puerta y llorando por ti de nuevo, por saber que estoy siendo usada. Doy gracias a que tomo la píldora, si no, tendría un recuerdo eterno de mi amor prohibido.

Eso me duele. Saber que fui utilizada, saber que tú nunca me amarás como yo te amo, a pesar de las veces que me lo dijeras; que nunca sentirás por mí nada más que aprecio y cariño de amigos, o tal vez ni eso. Pero me he acostumbrado al dolor y a saber que tú, mi único y verdadero amor jamás serás mío. Ya se acabó todo, quiero cortar de raíz.

Lo siento muchísimo, Sakura. Él te ama, sólo está confundido, él es tuyo y estáis destinados a estar juntos, y por eso yo me hago a un lado, no seré quien rompa vuestra felicidad. Tampoco lo deseo, él merece ser feliz, aunque ello suponga mi tristeza. Y sólo yo sé cuán triste me pone saber eso.

Un billete de avión con destino a España sellará para siempre este capítulo tan oscuro de mi vida. Nadie viene a despedirme, tampoco lo esperaba, solo unos pocos saben que me voy a ir y les pedí que no vinieran, necesito cortar por lo sano con todo lo que me une a Japón e inhalar aires nuevos. Necesito empezar de nuevo con mi vida, soy joven, tengo 25 años y no quiero seguir atada para siempre a un amor imposible, dañino, venenoso y oscuro. Por eso empezaré de cero, empezaré una nueva vida lejos de todo lo que me hace mal... Lejos de ti.

El avión despega, y juro haberte visto por la ventana, empañando los cristales del aeropuerto con tu respiración agitada, mojándolos con tus lágrimas mientras me ves partir. Sonrío de forma irónica, el amor ha nublado mi buen juicio y veo visiones de ti llorando por mí. Cómo desearía que eso fuese verdad...

Echaré de menos tu pelo, ese cabello rubio que acariciaba cada vez que hacía el amor contigo; echaré de menos tus ojos, azules y brillantes como dos zafiros, como los de esos pendientes que me regalaste en mi decimoctavo cumpleaños; echaré de menos ese cuerpo tan bien formado y hecho para mi pecado; echaré de menos ese tatuaje de forma tan extraña que tenías en tu estómago, me encantaba relajarme mirándolo y recorriéndolo con mis dedos; echaré de menos tu sonrisa, capaz de iluminar mis días más negros.

Te echaré de menos, te amo y siempre te amaré, Naruto, aunque nuestro amor sea unilateral, prohibido e imposible. Hasta siempre.

Un amor perdidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora