Habladora

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Su sosegado caminar recorría la banqueta de la calle tan familiar, observó un ave pasar enfrente con un caracteristico dulce.

  ― ¡Espera Neji!―gritó para poder hacerlo virar, ya que había pasado enfrente suyo sin detenerse.


Él la miro acercarse rapidamente y esperó a que ella se detuviera a su lado, a la misma hora como todos los días. La energia y optimismo de la chica era sorprenderte, aún sabiendo su condición, no se alejó, cuando muchas otras personas se distanciaron completamente.

Un sentimiento amargo llegó su estomago, aquellos pensamientos oscuros terminaban atormentandolo, pero ahora, algo o alguien habia iluminado la habitación, acabando con aquellas ideas insanas.

― ¿Dónde vas todos los días a la misma hora?―le preguntó ansiosa, desde hace años quería saber y solamente ahora podía decirle.


Neji se quedó parado sin indicarle nada, ella frunció el ceño y lo miró de pies a cabeza para darse una pista. Llevaba el cabello en una coleta baja y ropa simple, camisa blanca y pantalones ni ajustados ni estirados, la vergüenza cubrió su rostro, no podía evitar pensarlo, era apuesto.


―Mira, esto me cuesta, no puedes responderme y no quiero que tengas la idea que solamente hablo y hablo. Por eso decidí poder entenderte, aun no soy muy buena en ello, pero lo intentaré.

El asintió con la cabeza y ella sonrió. Tenten empezó a hablar, contándole pequeños detalles de ella, con quien vivía, su edad, algunos pocos de sus gustos, que odiaba la cajeta y que no comía mucho chocolate.

Aunque no pareciera, Neji la escuchó y escuchó, sorprendiéndose de cuanto hablaba. La observó, sin decir ni intervenir en ningún momento. Su cabello estaba atado en una coleta alta dejando ver la piel delicada y suave de su cuello.

Tomó un respiro profundo y lo miró con ojos avellana.

― ¿Quieres un helado? Muero por uno.

Neji levantó una ceja curioso, sonrió ligeramente al contemplar aquellos ojos avellana resplandencer ante la idea, vaya cambio de tema.

De camino a un pequeño puesto de helados cercano, ella le formuló cada pregunta que cruzó su cabeza.

"― ¿Qué edad tienes?"

"― 18 años"

Ella sonrió ante la respuesta, corta, pero puntual.

"―Tú helado favorito"

"―Vainilla"

Realmente el no podía comprender el por que de darle acceso a su vida, cuando era conocido por su audacia en marcar los límites con las personas. Ella se habia metido dentro, sin que él pudiera evitarlo, lo cual no le molestaba en lo absoluto.

"―Color favorito"

"―Negro"

Una sonrisa radiante se instaló en su rostro al llegar al puesto y ordenar dos conos de helado. Le ofreció el suyo, de vainilla porsupuesto y el suyo de chocolate, lo cual era ironico por el color profundo de aquellos grandes y curiosos orbes que poseia. La observó detenidamente mientras daba ligeros mordiscos a la bola de helado y cerraba los ojos saboreandolo.

  ― Delicioso ¿qué tal el tuyo?

Él simplemente confirmó con la cabeza  preparandose para la siguiente ronda de preguntas, ya que aquella chica era un completo misterio e intentar comprender el mar de pensamientos, ideas y sentimientos dentro de su cabeza sería igual a buscar una aguja en un pajar.


Las palabras no son indispensablesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora