Siete

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   La sala a oscuras estaba vacía, sólo una luz borrosa se notaba en el sofá. Entonces Seokjin advirtió que, en realidad, no estaba tan vacía. Es más, se hacía una idea de lo que sucedía. Igualmente, se acercó con una cacerola en manos, esa que iba a usar para prepararse algo para desayunar. A paso lento, sigilosamente, estaba asomándose por el respaldo del sillón. 

  —¿Qué demonios, YoonGi? —preguntó, en voz baja. El chico estaba en posición fetal, y su celular reposaba en el brazo del sofá—. Son las seis de la madrugada ¿se puede saber qué haces?

  —Lo mismo digo —pronunció, su voz ronca y débil.

—Me levanté porque tenía hambre —confesó, sin pena—. ¿Tú qué?

Él se incorporó y se giró  verlo, la luz del celular del mayor le cegó. Se cubrió los ojos como si la luz le derritiera, Seokjin bufó. Al observarlo bien le notó los ojos hinchados.

—¿Qué te sucedió? —inquirió ahora, preocupado. Mientras él seguía en su acto de criatura de la oscuridad Seokjin tomó el teléfono.

—Sólo... estaba en mi labor de traducción, como siempre.

—YoonGi, acabo de ver tu celular... ¿Estuviste toda la noche llorando por leer un fanfic? ¿En serio?


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