Jimin sufre de bulimia tras el rechazo de su padre debido a su homosexualidad. La desesperación y la depresión arrazan con él solo meses después, obligándolo a saltar a las vías del tren para acabar con su vida.
Yoongi es un chico que viaja en el mi...
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—Eres hermosa. —Dijo Jimin cuando vio a su amada madre pararse frente a él.
Su voz se quebró apenas al verla, pero intentó disimular y su sonrisa permaneció intacta en su rostro. Sus manos temblaban mientras las frotaba contra sus pantalones, buscando calmar el nudo en su garganta. La señora le devolvía una mirada suave y cálida, incluso si sus ojos reflejaban un cansancio que ya no podía ocultar.
Jimin soltó un suspiro y, por un instante, se perdió en los ojos de su madre. ¿Por qué la vida era tan injusta con las personas que menos lo merecían? Observó a la mujer, sintiendo una punzada de dolor en el pecho. Si él pudiera cambiar su lugar con ella, lo haría sin dudarlo por un segundo. ¿Por qué tenía que ser ella quien soportara esto? ¡No era justo!
Su padre había trabajado sin descanso durante meses para lograr ese ascenso que tanto necesitaban, para que el tratamiento de su esposa no faltara. En solo unos meses, la vida de los Park había dado un vuelco de 180° cuando la enfermedad de su madre fue detectada. Aquello, además de entristecerlo, le había costado incluso la mudanza y la adaptación a su nuevo entorno.
Sus padres no habían tenido tiempo para sí mismos desde su mudanza, ni siquiera un respiro para la mujer. Por esa razón, esa noche era especial. El señor Park le había invitado a su esposa a una velada romántica solo para ellos dos. Una noche para disfrutar de una rica cena y un momento tranquilo, antes de que SuNi recibiera su siguiente tratamiento.
Jimin se acercó detrás de su madre, con una cabellera falsa en la mano. La levantó a su altura y la ajustó sobre su cabeza, con mucha delicadeza. Le tendió una mano una vez acabó de ponérsela, para ayudarla a levantarse de la silla. Sin soltarla, la invitó a dar una vuelta frente a él, mirándola con orgullo y amor.
—Sí... eres hermosa. —Reafirmó.
Ante sus ojos, sin lugar a dudas, la señora Park era mujer más hermosa que existía en el universo, y eso no era algo que decía solo por consolarla. No. Él realmente lo creía con todo su ser.
Sin embargo, un pequeño puchero se abultó en sus labios, en tanto su mirada se detenía en la peluca que cubría la cabeza de su madre. Tras unos segundos, alzó las manos con mucho cuidado y retiró el cabello falso, despacito. Bajo la luz del tocador, quedó al descubierto un leve brillo del cuero cabelludo parcialmente calvo, con algunos mechones finos y dispersos que aún luchaban por resistir. Los ojitos de la mujer, los mismos que su hijo había heredado, brillaron con sorpresa ante aquel gesto delicado.
—Y así luces más hermosa. —La halagó.
No había lástima en su mirada, solo un amor infinito hacia la mujer que, para él, seguía siendo perfecta.
Quizás ella le había dado la vida, pero él era capaz de darsu vida por ella.
La tierna sonrisa de la mujer no pasó desapercibida. Con suavidad, amoldó sus manos al rostro de su hijo, acariciando su piel con el mismo amor de siempre. Sabía que mentía, que solo intentaba animarla. Ya no lucía como antes, los años y la quimioterapia la tenían desgastada. Habían dejado huellas en su cuerpo, su cabello se había ido casi por completo y, aunque se esforzaba en disimularlo con aquella peluca, no podía evitar sentirse demasiado cansada y adolorida.