Prólogo

10 1 0
                                    

- Eh canalla, despierta. ¿Desde cuándo llevas ahí tirado? Mírate. Estas que das asco. Esos cerdos parecen más limpios que tú.

- Vete al infierno.

El brillante sol asomaba por el océano alumbrado el puerto donde habían grandes navíos atracados. Pertenecían a grupos de comerciantes, pescadores, alguno del gobierno, y a veces se podía ver algún barco pirata, hecho que inquietaba a la pequeña isla.
Cada vez eran más los valientes decididos a surcar los mares, hecho que dio a conocer a esta etapa de la historia como la edad de oro de la piratería. Grandes hombres cuyo nombre pocos se atrevían a mencionar llevaban tiempo navegando y escribiendo su historia por cada nudo que navegaban.

Los marineros necesitaban descansar de sus aventuras, reabastecerse y reparar sus bienes, por lo qué era muy habitual verles atracados en pequeñas islas como ésta.
El pequeño pueblo allí situado contaba con varios lugares que servían de entretenimiento para los navegantes, desde bares hasta prostíbulos, talleres de armas, lugares para reparar sus barcos, comprar munición. En definitiva, tenían todo lo necesario para seguir si aventura.

- Mira a quien tenemos aquí, al mismísimo Duncan. ¿Qué te trae de nuevo por el barro, otra noche de gastar dinero que has pedido prestado y no puedes devolver?

- Tampoco tenía intención de ello, Kenny. ¿Qué demonios quieres?

- ¿No es obvio? Mi dinero, pillastre. Ya han pasado dos días y sabes lo que tienes que hacer si no quieres problemas.

- Es cierto. -Dijo Duncan con una sonrisa diabólica.

Acto seguido, desenvainó su espada y con una rapidez casi imperceptible al ojo humano, inutilizó el brazo de Kenny, quien le tenía en el punto de mira.

Duncan era un tipo muy hábil con la espada, habiendo hecho uso de esta desde que tenía uso de conciencia. El joven, además de ese don innato, contaba con experiencias únicas adquiridas en las calles de varias islas a las que llegaba infiltrandose en navíos de otros.

Cortó el tendón de Kenny con una precisión que podría inquietar al mismísimo diablo. Le miraba a los ojos. Su mirada con ese tono azul como el océano, que inspiraba maldad y rencor, se clavó en los ojos del pobre Kenny.
Duncan, sin pensarlo un instante rodeó al comerciante y rebanó sus rodillas haciéndole caer al suelo. Su mirada adornada con aquella peculiar cicatriz en su ojo derecho se volvió a clavar en él, y su hoja acariciaba el cuello de Kenny.

- Has cometido errores, Kenny. El primero ha sido confiar en mí, y el segundo y más grave, ha sido tener la esperanza de que te lo devolvería.

- ¿Vas a matarme? Serás perseguido por todo los guardias de esta isla.

- ¿Te crees que me importa? Además, me cansé de esta vida. Me voy a echar al mar por mi propia cuenta. Nos veremos en el infierno, Kenny.

Duncan rebanó el cuello del comerciante con una frialdad que sólo él podría tener. La gente miraba asombrada, habían visto a muchos piratas haciendo actos crueles, pero Duncan emitía una aura maligna. Se podía sentir el miedo allá por donde pisaba.
Los guardias se alertaron de lo sucedido y empezó una persecución. Duncan creció en las calles por lo que moverse entre ellas era tarea fácil. Trepar casas, árboles, saltar por los tejados, esconderse en lugares donde jamás a nadie se le ocurriría mirar.
Era capaz de no hacerse notar. Escondido tras una simple pared, esperó el momento justo para rebanar la yugular de uno de los guardias que le buscaban.

-Estabas en el lugar incorrecto, amigo. -le dijo mientras cercenaba el cuello, con su pequeño fiel cuchillo, mientras le miraba a los ojos. Una mirada que hasta en sus próximas vidas le perseguiría en sus pesadillas.

Se zafó de sus perseguidores aunque un increíble deseo de hacerles frentes crecía en su interior. En el fondo sabía que no estaba en condiciones debido a la anterior noche, por lo que se contuvo.
Pasado el peligro se dirigió a la costa. Observó la llegada de nuevos navíos a puerto. Navíos piratas está vez, lo que le llamó la atención. Duncan había surcado los mares anteriormente, infiltrado en barcos para moverse entre islas, o alistado oficialmente en una tripulación.
Pero eso no le acababa de convencer. Su última aventura acabó cuando asesinó a todos y cada uno de los navegantes y se quedó con el reciente botín que habían obtenido, el cual gastó al día siguiente en cosas que sólo él sabe.

Duncan, decidido a hacerse capitán, desenvainó sus espadas y se dirigió a tomar el barco que recién había atracado. Su confianza en sí mismo era abrumadora, no había perdido ningun combate de espadas, aunque pareciese que sus incontables cicatrices dijesen lo contrario.

-¿Duncan? ¿Eres tú? ¡Por las barbas de Neptuno! ¿Cuánto tiempo ha pasado? ¿Adónde vas con tus espadas a la vista, canalla?

- ¿Y tú quien eres?

- Ya no me recuerdas, ¿eh? Cuando te conocí a penas eras un renacuajo deambulando por la calle y mirate ahora. En realidad estas igual, sólo que te está empezando a salir barba, Duncan.
Soy Bonnet, nos conocimos hará como 7 años en Tortuga. Me pregunté qué hacía un mocoso como tú en una isla como aquella.

- Bonnet... ¿El comerciante de azúcar? -dedujo por el cargamento que llevaba con él-

- ¡Soy un pirata!

- Eso es lo que crees. Mírate que ropajes tan elegantes para un pirata. Te sobra también algo de peso, serás presa fácil.

-Tu siempre tan amable, Duncan. ¿Qué has hecho en este tiempo?

- Sólo bromeaba, viejo. En realidad no he hecho gran cosa más allá de vivir el día a día. Sin objetivos ni metas, pero ahora he decidido echarme al mar por mi propia cuenta. Voy a ser un pirata que hará historia.

- ¿Por tus hazañas o por tu crueldad? ... bueno, la pregunta es estúpida. No me has respondido aún jovenzuelo, ¿Adónde vas con tus dos espadas pidiendo sangre?

- A tomar aquel barco, ¿puedes verlo? Será suficiente para empezar mi aventura. Voy a aniquilar a toda la tripulación y a rezar por qué el capitán tenga un bonito sombrero que arrancaré de su cabeza decapitada.

- Cielo santo, Duncan. No te precipites, te dije que yo ahora soy pirata. Tengo mi propio navío, está allí. ¿Lo ves? Se llama 'Revenge'. Únete a mi por un tiempo, nuestro siguiente destino es casualmente Tortuga, allí puedes dejarnos y reclutar a tus propios compañeros, o seguir conmigo.

- Es un barco precioso, Bonnet. A ti te sobra el oro, ¿verdad? Ese barco debe ser de los mejor equipados.
Está bien, iré contigo por un tiempo. Ve a hacer tus asuntos, yo iré a presentarme a la tripulación.

Bonnet se alejaba cargado con su mercancía, que se disponía a vender, mientras Duncan lo observaba con aquella sonrisa malévola. Se le presentó una oportunidad única que no iba a desaprovechar. Aquel parlanchin que apareció de la nada y decía conocer a Duncan, no estaba en la memoria de éste. Quizás porque ha pasado mucho tiempo, o quizás porque son cosas que no interesa recordar. Su labia le sirvió al joven pirata para hacerse confidente de aquel adinerado comerciante que decía ser pirata.

Duncan lamió el filo de sus espadas, las guardó y se dirigió hacia el Revenge, planeando sus próximos pasos cuidadosamente.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Mar 18, 2018 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Black FlagDonde viven las historias. Descúbrelo ahora