Prólogo

44 5 2
                                    

Y ahí se encontraba ella, desesperada entra al lugar encontrándose con un tipo no menos de cincuenta años.

—Adelante... Meredid.

Dice éste sin hacer el intento de mirarla.

—¿Cómo sabes mi nombre?

—Yo sé todo, pequeña. Ven, siéntate y comencemos.

Dudosa toma asiento y con voz temblorosa pregunta.

—¿Qué debo hacer?

—Callar. Aquí quién va a hacer algo soy yo.

Aquel brujo enciende algunos velones entre un circulo dibujado de rojo, al instante entra a éste, mientras repite unas palabras.

—Adiv daviu chiffu lakoo tuudo sitbai. —repetía cada palabra mas fuerte— ¡Adiv daviu chiffu lakoo tuudo sitbai! —esta vez los velones cambiaron de fuego amarillento a uno rojo intenso.

Después de unos minutos consecutivos la sesión había acabado.

—Deseo cumplido, pequeña cría.

***

Aquella bella chica dulce y de simpatía destellante se encontraba llegando al instituto, con su típica sonrisa angelical.

Al acercarse a sus amigas éstas la miran mal y con molestia una de ellas habla.

—¿Se te ofrece algo, niña?

Ella sonríe creyendo que solo estaban bromeando.

—¿Están jugando a algo del cual no estoy enterada?

Ríe y la empuja haciendo que cayera al suelo y rasgara su falda fluorescente.

—¡Lárgate, estúpida!

Ciara no aguantó más y se marcho mientras sus lagrimas caían y sus ex-amigas se burlaban de ella. Siguió caminando en busca de su mejor amiga, su único consuelo, la única que podia llegar a estar con ella en ese momento, la única que podía entenderla... Pero no había señales de ella. Durante todo el día nadie le dirigió la palabra, todos la ignoraban.

Al pasar varios días todo seguía igual, Ciara había caído en una terrible depresión, ya no tenias gana de ir al instituto pero su madre la obligaba.

***

Caminaba por uno de los oscuros y gastados pasillos, sus ojos estaban marcados por unas oscuras ojeras y su cabello era un asco, causaba repulsión a los demás.

«¿Qué hice mal que la vida me castiga de esta forma?» Era lo que solía preguntarse a diario.

En ese momento, en uno de los salones que solían estar inhabilitados se escuchó una voz junto con una risa femenina.

—¿Quién está allí? —apenas logró pronunciar pero aquella persona no logró escucharla.

Ciara dió pasos cortos hasta llegar a aquel salón desalojado y se dió cuenta de que aquella misteriosa persona estaba con alguien al teléfono.

—Todo está saliendo a la perfección, Ciara ya perdió toda su popularidad, ahora todo lo que era de ella es mío, muchísimas gracias por tu ayuda.

Aquellos libros que a duras podía sostener cayeron al suelo así que no le quedó más opción que correr, prefería eso antes que ser atrapada por aquella persona que quería hacerle daño.

Ahora Ciara había entrado en razón, todo este cambio repentino tenía que ser algún mal deseado. Ella no dijo nada solo se marchó a su casa. Tenía miedo, miedo de aquella persona mal intencionada que quería verla en mal estado.

Pasó el tiempo y las cosas iban de mal en peor, Ciara no quería comer, no podía dormir, sentía temor de salir de su habitación y ya no se preocupaba por areglarse, su apariencia ya no era lo que más le importaba en esos momentos, llevaba días con un horrible olor. Los días transcurrieron y Ciara estaba muy delgada ya hasta podían notarse sus costillas. Al anunciar la semana Ciara muere de depresión y falta de alimento. Todos en el instituto no lo podían creer, estaban realmente apenados. Su propia madre se negó a ir a su entierro, según ella no la quería cerca porque no soportaba su repelente olor.

El cuerpo de Ciara estaba sepultado pero su alma y espíritu querían venganza, venganza de Meredid.

Aquella que algún día fue su mejor amiga pagaría por lo que le hizo.

Me Esta Mirando...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora