Lunes, 12 de marzo de 2018.
La niebla cerrada y el frío se conjugan bastante bien con el nudo visceral que cargo desde hace un rato. Traté de que las galletas fungieran como paliativo o distractor del eterno nerviosismo, pero no me ha sido posible. Espero que mi corazón se enfríe a la par que el aire a mi alrededor.
De repente, el vacío se ha convertido en un recuerdo. Lejano, distante, como si se tratara de una fuerza que solamente hubiera conocido mediante voces ajenas. ¿Qué poder está tomando su lugar ahora?
Probablemente, la adrenalina de siquiera considerar posibilidades imposibles. O el entusiasmo de vislumbrar escenarios diferentes en alguna otra dimensión del universo. O un juego más de los que acostumbra mi inconsciente.
No lo sé.
Hoy, cuento con dos visiones antagónicas sobre el camino a seguir. Una de ellas alumbra el camino más coherente, bajo una luz de lógica y sensatez que no debería ser superior a mi propia linterna. Y, sin embargo, me recuerda que esa es la mejor opción con sólo mirarla.
La otra luz proviene de la distancia, alegre y desenfadada. El impedimento más evidente no lo es bajo la iluminación promisoria, pero desconocida, que se ve en dirección contraria. Y ahora, justo ahora, me encuentro en la encrucijada de seguir ilusiones o saltar sobre las losetas que ya están marcadas.
Necesito dormir. Hoy, más que nunca.
Aunque dormir implica soñar, conduciéndome por esa senda en la que jamás pondré un pie.
Y entonces, conformarse con la alegría de ver a la distancia tendrá que ser suficiente.
Pero esta vez, por una sola vez, quisiera no tener que conformarme.
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Fragmentos de todos lados
LosoweIncongruencias pretenciosas que han sido escritas en algún lugar, en algún momento, de algún modo.