II

36 4 0
                                    

Era lunes, y el hermoso joven de cabello castaño debía ir a su trabajo, el cual se basaba en editar los trabajos de distintos escritores para así, poder publicarlos de manera perfecta. Amaba la perfección.
Le costó bastante levantarse, debido a la placentera y agitada noche anterior, pero aún así lo hizo, encaminandose al baño vagamente, tomándose su tiempo necesario para una buena ducha. Se arregló y arrastró sus pies hasta la cama tomando su traje negro impecable que había dejado allí antes de entrar a la lluvia artificial. Se vistió y colocó sus zapatos.
Tras mirarse al espejo unos segundos, para asegurarse de encontrarse en buenas condiciones, tomó sus gafas oscuras, colocandoselas y sus pertenencias, saliendo de su apartamento.
De camino al ascensor, saludó a algunos vecinos con una sonrisa radiante, y su mano agitandose en el aire de manera elegante. Los suspiros en los pasillos se hacían notar. Louis era el galán del lugar, el hombre al cual todos querían conquistar y nadie lograba. Bueno, no nadie.
El ring del elevador sonó una vez se encontraba en el piso, y se adentró en este cuando las puertas se abrieron ante él. Marcó el número 0 y se propuso a esperar, mientras observaba su reloj y los muros de metal volvían a cerrarse bajo su penetrante mirada.
El ascensor se detuvo. Impaciente, el ojiazul clavó sus ojos en la puerta, descubrir de quien se trataba. Su corazón dio un golpe.
Unas delgadas y largas piernas, moldeadas a la perfección con un ajustado jean negro, se presentaron en el campo visual del mayor.
Unas botas marrones estaban en sus pies, haciendo juego con un saco del mismo tono, y una remera blanca básica, cuello en v. Sus pupilas viajaron hacia arriba sin prisa alguna, recorriendo la figura contraria con atención. Su corazón galopeaba con fuerza en su pecho.
Aquellos rizos chocolate, caían alborotados sobre sus hombros. Louis pudo sentir aquel aroma a vainilla que emanaban sus cabellos.
—Hola, Louis.
Soltó de repente en una ronca voz, que hizo erizar la piel contraria. Louis se removió en su lugar, sintiendo el sonido de las puertas cerrarse nuevamente, y no hizo más que carraspear su garganta, saludando con un gesto.
—Buenos días, Harry. ¿Cómo te encuentras?
Dijo desnudandolo con la mirada, aprovechando que sus lentes no permitían que el menor lo notara. ¿Ya había mencionado lo hermoso que era ese joven?
—De maravilla, de hecho. ¿Cómo dormiste tú?
Sonrió con sinceridad y se acercó a él, recargando su espalda a su lado, mientras quitaba una pequeña pelusa del alineado traje negro que llevaba su amante.
—Muy bien.
—Fue una noche increíble. ¿No crees?
¿Cómo podía ser tan descarado? Louis tembló.
—Inolvidable, diría yo.
Se limitó a decir, rogando que el ascensor llegara de una buena vez.
—Hay que repetirlo.
Los labios del castaño se entreabrieron para dejar salir un silencioso jadeo. Su entrepierna comenzaba a doler. No quería parecer un desesperado, pero ¿A quién quería engañar? Deseaba a Harry. Lo estaba por él. Louis era un hombre perdido en un eterno desierto; aburrido, solitario, poco interesante. Harry, era el agua; la necesitaba para mantenerse con vida.
No supo cual fue el momento en que sus dedos se deslizaron en una lentitud tortuosa por las frías paredes del ascensor, hasta alcanzar el botón que detenía este. Lo oprimió, pasando saliva con dificultad, a la vez que giraba sobre sus talones para detenerse en su hermoso rizado, que sonreía coqueta e inocentemente.
Las manos de Harry, se posaron sobre las de Louis, que se encargaban de desabrochar su pantalón, mientras sus párpados caían poco a poco ante el tacto del chico de tez blanca.
Ninguno hacía nada más que eso, se tocaban con clase y obscenidad a la vez, sin importarles los minutos que estuvieran corriendo. A Styles no le importaba que llegara tarde a su trabajo, mucho menos al mayor, quien disfrutaba de las suaves mordidas que el más alto le proporcionaba a su mandíbula. Quería besarlo. 
Los labios del ojiverde se movían en la bronceada piel de su amante, dejando enormes y moradas marcas en cada rincón. Una sonrisa traviesa apareció en sus labios, al ver como la cabeza del castaño se ladeaba en busca de más contacto. Harry se lo dio. Sus blancos dientes capturaban la piel de Louis jalandola al succionarla con precisión, lo que hizo gemir de dolor al receptor.
La espalda del verde chocó en el espejo del elevador, quedando acorralado entre los brazos del azul, que lo envolvían con facilidad, acariciando cada pequeño espacio de si. Deslizó sus manos por su cintura, hasta llegar a sus muslos y apretarlos, comenzando a tirar hacia abajo para así bajar sus jeans de una buena vez.
Apretó su cadera contra la del menor, frotándose uno con otro, creando fricción entre ambas erecciones.
—Mi amor, te extraño...
Susurró el rizado dibujando círculos imaginarios en el pecho del castaño, aleteando sus pestañas de forma infantil.
—Estoy aquí.
Harry soltó una carcajada ronca, rodando sus ojos con diversión.
—No, te extraño.
Repitió observando los rojos labios del mayor.
—Oh.
Louis delineó su labio inferior con la punta de su lengua, tomando las mejillas ajenas, las cuales usó para acercarlo más a él y besar sus labios con destreza. El joven de rulos, gimió.
Sus lenguas comenzaron una pequeña guerra en la que ninguna parecía querer cesar, el perfecto encaje de sus labios, hacía que el beso fuera tan armonioso como nunca lo hubiese creído el azul, quien buscaba los labiales cereza de su amado con desesperación.
El alto, fue deshaciendose de los boxers que traía Louis, tomandolos por el elástico, dejando salir el erecto miembro del hombre. Sus rápidas manos envolvieron el falo, comenzando a masturbarlo lentamente, dejando irrelevantes caricias en el glande, al cual se encontraba oprimiendo con su pulgar en aquel momento.
El pene de Louis era grande, tanto que ni  Harry ni su culo podían olvidarlo al tenerlo dentro. La manera en las que se ahogaba al meterselo entero en la boca.
El menor dejo a la vista el fantasma de una pequeña sonrisa en la comisura de sus labios.
Elevó su mirada hacia el castaño, quien tenía sus ojos cerrados y hacía calientes muecas de placer. Labios entreabiertos, cabello desprolijo y cabeza hacia atrás.
—Vamos, Hazz. Ya no aguanto.
El homónimo obedeció y tras dejar un necesitado beso en los labios contrarios, se giró sobre sus talones, elevando sus glúteos hacia el miembro de Louis, que chocaba entre estos, y se frotaba contra su orificio sin penetrarlo en ningún momento. Harry pensó que podía morir de excitación en cualquier momento. Su, muy, erecto pene, estaba contra su abdomen, chorreando gotas de pre semen. Apretó su hombría, y empezó a moverla de arriba abajo, presionando la punta, bombeando con exageración.
Louis se hincó frente a él, y mordió uno de sus jugosos muslos, dejándole una morada marca en su piel de porcelana.
Dibujo un trazo hasta sus nalgas con su lengua, y las beso de manera obscena, separandolas con sus manos.
Escupió en sus paredes, e introdujo su lengua dentro, moviendola en forma de círculos, mientras Harry se apretaba en la nada misma. Los dedos del mayor, se clavaban en su suave piel, intentando traerlo más cerca de si. Hundió su nariz en aquel lugar con esencia a jabón de vainilla y lamió toda la zona, para luego tomar distancia y chupar su propio dedo índice, acariciando la rosada entrada del joven, quien se retorcía y soltaba pequeños quejidos de placer. Metió su dedo lentamente, para luego de hacerlo del todo, dejarlo completamente inmóvil,  dejando que se acostumbrase al dolor, mientras sus paredes se contraían al rededor de sus falanges. Se dio cuenta de que podía continuar cuando Harry empezó a moverse en dirección a él, quien siguió aquel vaivén con su dedo, agregando dos más en cuanto tuvo la oportunidad. Se incorporó, aún detrás de su amigo, y enterró su rostro en la cavidad de su cuello, inhalando con fuerza, queriendo llevarse el aroma de Harry a sus más profundos deseos y recuerdos por el resto de la eternidad.
Sus dedos seguían moviéndose, de vez en cuando, sacaba alguno, y repartía vagas mordidas en la oreja ajena, para luego adentrarse nuevamente, y separarlos, arrebatando dulces sonidos de sus carnosos labios.
Harry era tantas cosas, demasiadas, se sentía tan afortunado de haber sido quien note aquello, para poder disfrutarlo aún si sólo se encontrara viéndolo hacer nada, para Louis no era algo en lo absoluto aburrido, y aunque fuera alguien tan extrovertido como lo era, sabía que ocultaba muchos misterios, misterios los cuales él estaba dispuesto a descubrir antes que alguien más lo hiciera.
Un pequeño brinco lo sacó de sus melosos pensamientos y soltó un gruñido, bastante grave para el irritante tono de su voz, al sentir como chocaba su próstata con tan sólo su anular.
No se permitió seguir esperando, y abandonó lo que hacía, reemplazandolo por su miembro, no necesitaba de la boca de Harry, ya que estaba lo suficientemente duro, y mucho menos de saliva, estaba completamente húmedo. Vaya, que comprometedora situación, ahora tendrá que regresar por pantalones nuevos, así es, Tomlinson.
Logró que Edward se parara sobre la punta de sus pies, y se adentró sin mucha delicadeza en su interior, recargando su frente en el hombro del otro, no tenían mucho tiempo.
Dejó todo su peso sobre el brazo derecho, sosteniendose en el muro, lo que le brindó mejor estabilidad a la hora de comenzar a embestir profunda y lentamente la intimidad del hombre.
Sus ojos analizaban constantemente el movimiento pélvico que realizaba, oscureciendose más y más, cada que su extensión se perdía entre los glúteos de Harry, quien murmuraba groserías apenas entendibles, cuando tocaba su punto dulce.
El rizado con suerte podía mantenerse de pie, las caderas de su chico golpeaban salvajemente su piel, seguramente quedaría irritada, y de ser así, no sería una mala idea que el culpable le proporcionará unos buenos masajes allí junto con un poco de pomada. Que bueno que él no sufría de claustrofobia.
Soltó un quejido y observó al castaño por el reflejo, frunciendo el ceño con molestia al sentir que salía de su interior. Pensó demasiado al intentar hablar, cuando Louis entraba en él nuevamente, gimiendo contra su oído, y suspirando con un aliento tibio y lleno de dejos de menta, que logró despertar las ideas más sucias en la imaginación del ojiverde.
—Mira lo precioso que eres, tan mío, pidiendo por más.
Ronroneo, contorneando el borde de su oreja, con la punta de su lengua, mientras deslizaba las ásperas yemas de sus dedos por el sedoso cabello de Harry, hasta empujar cuidadosamente su cabeza, pegando su mejilla al espejo, logrando que sus ojos se cerrarán, prohibiendole ver el esmeralda que lo arrastraba como una indefensa presa, al peor de los infiernos.
Fueron tan sólo unos minutos donde el mayor soltó una ronca risa al pensar en las pobres personas que esperaban preocupadas el ascensor en alguno de los pisos, pobres diablos.
Las uñas de Harry se aferraban en vano al espejo, elevando sus párpados con pesadez. Sus labios hinchados y rosados, estaban entreabiertos, tentando a cualquiera a morderlos sin una pizca de empatía.
Su cuerpo subía y bajaba sorprendentemente, a pesar de la gran diferencia de tamaño que había entre ambos. Louis rodeó su cintura con sus brazos, abrazandolo a su cuerpo, queriendo sentirlo más cerca, tratando de tomar todo el jugo de su amado.
El pecho agitado, chocaba con la espalda del menor, hundiéndose en él con deseo, buscando hacerle sentir todo aquello que no podía decirle con palabras, su delgada boca se pegó a su mejilla, susurrando y recordándole lo mucho que disfrutaba estar con él en cada faceta de sus vidas.
—Observate, así te veo yo, nene. Tan perfecto, toda una maravillosa escultura hecha a mano. Mis manos.
El joven elevó su mirada con vagueza, logrando que sus mejillas se inyectaran de rubor al ver su estado. Las incontables muecas de placer, podía verlas a la perfección, no sólo las suyas, también las de Louis detrás de él, poseyendolo con necesidad, aferrandose a su cuerpo como si de eso dependiera su vida. Tan sólo unos pocos golpes más, y ambos se vieron obligados a sostenerse el uno del otro para no caer a causa de sus temblorosas piernas.
Tras "limpiar" su fabuloso desastre, ambos volvieron a sus posiciones, poniendo en marcha el ascensor. Cabeza al frente, espalda recta, manos juntas sobre el abdomen, a espera de que ambas puertas se abrieran por fin. Los dos salieron del cubículo dando pasos apresurados, una pequeña pausa se hizo, provocando que el, ahora, oscuro color verdoso, se encontrara por última vez con el cielo, dedicándose entre sí, un ademán con la cabeza.
—Styles.
—Tomlinson.
Se giraron sobre sus tobillos, y sus caminos se separaron una vez más, uno desapareciendo por las escaleras, y otro por la puerta de entrada, dejando un ascensor lleno de sudor, paredes salpicadas, espejos empañados, y marcados con un rosado labial.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Mar 19, 2018 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Thinking green.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora