Capítulo 2: Imperio azteca

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Capítulo 2:

Imperio azteca

Los aztecas, luego de haber recorrido diversos lugares, se establecieron definitivamente, a principios del siglo XIV d. C., en el valle de México. Allí fundaron su ciudad capital llamada Tenochtitlan, ubicada en la zona del lago Texcoco. En ese lugar se encontraron con otros pueblos y con ellos lucharon por la obtención de las mejores tierras y por el control político de la región. A los pocos años dominaron a todos sus vecinos y establecieron un imperio que impuso su predominio en toda la zona. La expansión azteca se basaba principalmente en el poderío de su ejército. Muchas de las ciudades conquistadas, a pesar de tener que entregarles tributo a los aztecas, conservaban sus propias autoridades. Las rebeliones de los pueblos sometidos fueron frecuentes y muchos de ellos al producirse la llegada de los españoles, se aliaron con éstos para derrotar a los aztecas. La ciudad de Tenochtitlán. Estaba construida sobre las aguas del lago Texcoco. La comunicación dentro de la ciudad se realizaba mediante calzadas canales. Su población era muy numerosa. Se calcula en 300.000 personas aproximadamente. En el centro de la ciudad se encontraban 78 edificios, entre los que se hallaban el templo, una cancha de pelota, los palacios de los señores y abundantes jardines y huertas.

En la época de su mayor esplendor, esto es, durante el gobierno de los once reyes, las ciudades que constituían el Imperio azteca estaban unidas no sólo por una lengua común y por usos y costumbres similares, sino que, aun en el aspecto político y...

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En la época de su mayor esplendor, esto es, durante el gobierno de los once reyes, las ciudades que constituían el Imperio azteca estaban unidas no sólo por una lengua común y por usos y costumbres similares, sino que, aun en el aspecto político y en el religioso, dependían de un poder central cuya sede se encontraba Tenóchtitlán. Allí vivía el Jefe Supremo, jefe militar, político y sumo sacerdote; quiene a su ves éstos tuvieron a su lado, un consejo formado por nobles sacerdotes, cuya opinión parece haber sido decisiva en ciertos momentos de la vida azteca. Aún más, pues si el cetro real pasa de padre a hijo o, en su defecto, al pariente más próximo del difunto, el nombramiento estaba sujeto al acuerdo de esta asamblea. Junto al soberano, con atribuciones análogas a las de un rey, pero con responsabilidades meramente civiles, encontramos a un personaje misterioso, que nosotros llamaríamos virrey y que los aztecas designaron con el nombre de serpiente hembra. En la época de la fundación de Tenóchtitlán, los habitantes de la ciudad fueron distribuidos en calpullis, grupos familiares a cada uno de los cuales se asignaba un barrio determinado. En la época de mayor desarrollo del Imperio, su territorio comprendía veinte calpullis, establecidos no ya teniendo en cuenta los grupos familiares, sino más bien fundándose en factores y conceptos geográficos.

El calpulli puede ser comparado a una provincia; lo rige un consejo de ancianos. Posee un edificio en el que sesiona el gobierno provincial, y numerosos templos. La sede gubernamental sirve igualmente de lugar de reunión para los hombres, y se prohibe la entrada a las mujeres. Lo que hemos designado con el nombre de gobierno provincial está constituido por los hombres de más edad, elegidos por sufragio popular. Estos funcionarios, reunidos en asamblea, administran justicia y discuten acerca de problemas de su competencia. Los que desempeñan cargos de más alta dignidad son: el jefe militar, quien, en caso de conflicto, debe llevar al combate sus milicias, y el jefe civil, que es al mismo tiempo jefe religioso y administrador del erario público; se encarga de recaudar las contribuciones en frutos, que la comunidad ofrece periódicamente al soberano, y las entrega al consejo de ancianos a fin de que estas cosechas sean conservadas en silos colectivos.

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