Capítulo 3.

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CAPÍTULO 3.
“QUEDAMOS A LAS 17:00 EN EL RINCÓN.”
El rincón es el nombre de una finca cercana a la mía y en la puerta de la misma es donde solíamos quedar todas las tardes, así que supongo que será un mensaje para más de un destinatario.
Cuando termino de comer, me lavo los dientes y como aún es pronto decido darme un baño en la piscina. Subo a mi habitación y saco del armario un trikini negro que me ha regalado mi abuela y que aún no he estrenado. Me lo pongo y me miro al espejo. Wow, me gusta lo que veo, es muy bonito, se amolda perfectamente a mis pechos, que por cierto han crecido en los últimos meses. Me giro para mirarme el trasero y veo que de igual manera se amolda a la perfección con él, aunque no lo cubre entero. Pero es sexy, muy sexy. Desato el lazo y lo vuelvo a atar haciendo un doble nudo, he de asegurarlo bien ya que siempre he utilizado bikinis de tirante o atados al cuello y este es tipo palabra de honor y nunca los he utilizado así. El arito que tiene en la zona del ombligo es muy gracioso y me paso un rato enredando con él frente al espejo. Finalmente, me pongo mis chanclas negras, me hago un moño desenfadado y cojo mi toalla de la Betty Boop. Me pongo las calzonas vaqueras y recorro el pasillo para llegar a las escaleras.
Cuando bajo al salón veo que todos menos mi hermano y mi primo están dormidos.
- ¿A dónde vas? – me pregunta el más pequeño.
- A la piscina.
- ¿Podemos ir contigo? -Dice esta vez mi hermano.
- ¡Claro! ¿Tenéis puesto los bañadores?- Ambos niegan con la cabeza.- Venga, pues ponéroslos y bajáis, yo voy tirando.
Los niños salen a correr hacia sus habitaciones para coger sus trajes de baño al grito de “Al agua patoooooos” y yo sonriendo salgo de la casa en dirección a la piscina. Recuerdo perfectamente la impotencia que sentía yo cuando tenía que esperar a que alguien se levantara de la siesta para poder ir a algún sitio. 
Me paro en la puerta y miro el bello paisaje que tengo ante mis ojos, sin duda uno de mis favoritos. En frente de mí, hay una pequeña rotonda que sirve de macetero gigante para las flores de mi abuela, en la que tiene un olivo y una bandera de España hondeando en este.  Hay muchos olivos en la parcela de mis abuelos, y muchas flores, de todo tipo.
Giro hacia la izquierda y como siempre echo un ojo hacia la puerta trasera de la casa de Leo, que está a lo lejos. Veo que no hay nadie en todo el terreno y sigo andando hasta la piscina. Para llegar a ella hay que rodear la casa y pasar una verja que está cerrada con candado para que los más pequeños no puedan ir sin la supervisión de los mayores.
Es una piscina de material, la hizo mi abuelo cuando yo era pequeña, y había plantado unas enredaderas junto a las vallas que la rodeaban para preservar la intimidad. Está rodeada de un césped en forma de media luna, para estirar las toallas y poder tomar el sol o jugar a algún juego, con un par de sombrillas, una hamaca, una mesa y un par de sillas. En la parte sin hierba por el contrario hay un camino de cemento y en el fondo del recinto una pequeña caseta en la que está el baño, y la ducha.
Voy hacia ella y cojo del armarito la crema solar. Me quito las calzonas, me pongo frente al espejo que hay en una de las paredes y comienzo a echármela. Cuando termino salgo y me dirijo  hacia la hamaca, extiendo mi toalla, dejo en ella las calzonas y me pongo rumbo a las escaleras. Estas eran muy amplias y tenían el cemento cubierto de unos pequeños baldosines azules, al igual que el resto de la piscina.
Cuando voy por el tercer escalón, llegan los niños y antes de que pueda decirle que no me salpicaran o que se esperaran para echarles crema, pegan un salto y se tiran de bomba al agua.
- ¿Está fría? – Me dice mi hermano mientras me salpica.
- ¡Serás capullo! Ven aquí. -Le digo yo entre risas. Y así, entre aguadillas y gritos pasamos un ratito muy agradable.
Tras llegar a un pacto con ellos para que dejen de perseguirme, me pongo a nadar, bucear, o a flotar perdiéndome en mis pensamientos y sintiendo la comodidad de estar envuelta por litros de agua.
Al poco rato ya tengo a mi primo encima y a mi hermano tirando de mi pie izquierdo. Pero que le voy a hacer, si yo era igual cuando había alguien en el agua. Al fin y al cabo, el verano está para divertirse en la piscina, para desconectar de la rutina, conectar con la familia y para enamorarse.
Mi hermana y mi prima llegan al rato para tomarme el relevo con los niños. Mi prima y mi hermano son de la misma edad, pero mi hermana ya puede quedarse a solas con ellos. Le hacen más caso que a mí, y eso que yo soy dos años mayor que ella.
Estamos un rato jugando y cuando recuerdo que hoy había quedado con Leo y los demás, salgo del agua, me seco y subo corriendo a casa para coger una camiseta y el móvil.
Son las cinco menos cinco, como no me espabile voy a llegar tarde. Bueno, ¿a quién quiero engañar? Llegaré tarde. Cojo una chaqueta de deporte negra, con cordones blancos y me la ato a la cintura. Ya no llueve, ni hace frío. Es más, en cuanto acabamos de comer ya había un sol radiante, pero nunca se sabe cuando puede haber otra tormenta de verano.
Me meto el móvil en el bolsillo delantero de las calzonas y me pongo unas deportivas blancas. Muevo un poco el pelo arriba y abajo y decido que ya estoy lista para irme.
Tras salir del porche, comienzo a correr hacia la puerta de la finca y cuando la abro para salir, escucho la voz de Zahara. Me giro para ver si la veo, pero no está.
- Tssss, ¡aquí! - Miro de frente, y la veo asomada a la ventana de su casa.
- ¿Hoooola?
- Holaaa, ¿dónde vas?
- Al Rincón. Hemos quedado allí todos, ¿tú no vienes?
- A mí no me han dicho nada. ¡Que raro! Si Nerea está en casa de Adri y Esteban me dijo que ni él ni Santi podían venir hoy, por una concentración de motos o algo así.
- ¿Cómo? A mi me ha mandado un mensaje Leo diciéndome que a las cinco en El rincón.
- Pues será a ti sola…
- ¿Qué dices? Que no que no, venga vente tía. No me dejes sola.
- Tía, vete tú, que si mi primo no ha ido a la concentración con estos es porque tiene planes mejores. -Me dice guiñándome un ojo.
- Zahara. Por favor. Ven
Tras un breve tira y afloja, al final consigo convencerla y tras esperar cinco minutos a que se vistiera y saliera nos ponemos en camino hacia el punto de encuentro. Cuando llegamos Leo está apoyado en el muro, junto a su bici, debajo del nombre “EL RINCÓN, 1995”
- Hola, primo.
- Hola Zah. – Le responde él nervioso. - ¿Cómo tú por aquí?
- La pesada de tu novia, que ya le había dicho yo que no me habías avisado pero se ha empeñado en que viniera.
- Primero, no soy su novia. Segundo, supuse que habíamos quedado todos, como es el punto de encuentro de siempre y eso…
- Bueno, no importa. Adri ha quedado a solas con Nerea porque por lo visto tienen movidas entre ellos o no se que, y el resto pues…es que hoy hay concentración de rallyˋs y se han ido todos a verla. Pero que…
- Espera. ¿Había Rally y tú no has ido? ¿Qué te pasa tienes fiebre? – Le interrumpo mientras me acerco a tocarle la frente.
- No, es que quería hablar contigo de algo importante.
- Uuuuuuh – Susurró Zahara mirándome. – Chicos, entonces yo os dejo solos para que habléis de lo que sea y…
- No. – La interrumpo. – Quiero decir, que sí que tenemos que hablar pero que no tienes porqué irte, ¿verdad?- Digo mirando a Leo.
- No no, claro. Ya hablaremos en otro momento, supongo…
- Claro. Venga, ¿qué queréis hacer?
- Eh vale, pues yo por mi, si queréis vamos al quiosco a comprar algo de goloseo y nos vamos a alguna piscina a bañarnos. ¿Qué os parece?
- Vale prima, por mi no hay problema.
- ¡Genial! Pues venga, vámonos. -Digo en tono decidido.
Estoy nerviosa, y no entiendo muy bien porqué no quiero quedarme a solas con Leo, pero supongo que hay una parte de mí que tiene miedo a que me diga que no quiere nada conmigo, que solo podemos ser amigos o algo así.
Y sí, todos dicen que más bien es lo contrario, pero yo por si acaso, prefiero estar como hasta ahora a arriesgarme a que algo no salga bien y acabemos separados. Porque ya lo he visto antes. Zahara y Santi desde que lo dejaron no tienen la misma relación y mis amigas de conservatorio o del instituto también tienen experiencias parecidas.
Nos ponemos en marcha hacia el quiosco. Leo como lleva la bici, va más rápido y se pasa todo el trayecto yendo y viniendo. En una de esas idas, Zahara me mira muy seria y me dice:
- Dafne. ¿Qué es lo que te pasa tía? Llevas dándome el coñazo con mi primo ocho años. Lleváis tonteando la vida entera. Y ahora que él quiere algo contigo o al menos eso parece tú coges y pasas de él.
- Eso no es así, yo no paso de él tía. Es solo que me da mazo de miedo pensar que lo que quiera decirme no es algo bueno o que yo que sé… Mira lo que pasó el año pasado.
- Tía, pero eso es distinto.
- ¿Ah si? ¿Y  que tiene de distinto que sea yo la que le diga a él, que me gusta a que me lo diga él?
- No eso no.
- ¿Entonces qué?
- Pues que ya sabes como es con lo de las clases sociales, tú eres una tía de conservatorio, con notazas en todo lo que estudias, y él no tiene ni la ESO y a lo único que aspira es ¿a qué? ¿A ser campeón de triatlón? Además que el año pasado, tú te pasaste el verano fuera en un curso de piano…
- Otra… es que yo no sé que diferencia hay en la forma de querer de una persona con estudios y una sin ellos. ¿Qué tengo yo más fuerza para querer a alguien que él por no aprobar exámenes?
- Joder Daf, que no es eso hostia. Pero piensa en como te sentirías tú si fuera al revés…
- Zahara, cuando le conocí no estaba ni en quinto de primaria…
- Ya, pero si que tocabas el piano.
- Y él ya hacía triatlón, ¿y?
- Déjalo…
Efectivamente, era mejor dejarlo. Yo por mucho que lo intentara no iba a convencerla de lo contrario y ella a mí tampoco, así que era mejor dejar el tema.
Al cabo de unos minutos llegamos a “El quiosco de las viñas”, llamado así porque estaba escondido en plena zona de viñedos, y sin ninguna competencia ya que no había ningún establecimiento más en veinte kilómetros a la redonda.

Zahara compra un par de bolsas y gominolas varias, pero ni Leo ni yo compramos nada. Tras pagar y hablar un rato con Rocío, la dependienta, emprendimos el camino hacia la casa de Leo, ya que hemos decidido que será allí donde pasemos la tarde.
La finca de Leo es aún más grande que la mía, y tiene en ella una especie de zoológico con tantos animales que conviven en ella. Nada más entrar, a la izquierda tiene un terreno para sus perros, mientras que a la derecha tiene un par de cocheras para los coches de la familia y un estanque para patos. Si continúas el camino de frente está la casa, la piscina y un hermoso roble, mientras que si sigues por la derecha llegas a un establo, donde tienen un par de caballos, y un corral donde su padre cuida de unas ovejas.
La madre de Leo al vernos nos mira extrañada y se mete en la casa, sin decirnos nada. Leo va a hablar con ella mientras nosotras nos dirigimos hacia la piscina. No puedo escuchar la conversación entera, pero si que escucho como le decía “ya hablaremos tú y yo”, cerrando de un portazo la puerta.
Leo sube hasta la piscina y antes de que nosotras hayamos acabado de desvestirnos él ya está en el agua. Nos pasamos la tarde jugando a cartas, bañándonos en la piscina y tomando el sol. También jugamos con uno de sus perros, un precioso pastor alemán muy cariñoso y juguetón.  José, el padre de Leo le había adiestrado para que trajera cualquier cosa, y recuerdo perfectamente los ladrillos que le pasaba el día que le conocí. Los padres de Leo eran albañiles y todo lo que había en su finca lo habían construido ellos. El hermano mayor sin embargo seguía estudiando y según nos contó Leo acababa de terminar el primer año de universidad.
Cuando dieron las ocho de la tarde, Zahara y yo decidimos irnos.
- Dafne. -Me llamó Leo, antes de cerrar la cancela. – Tenemos una conversación pendiente.
- Si, si, no me he olvidado. -Le digo mirando el cerrojo de la puerta.
- ¿Te parece si me acerco luego a tu portera y hablamos?
- Esto… no. Mejor mañana, ¿vale? Adiós.
Y sin decir nada más, Zahara y yo nos pusimos rumbo a nuestras respectivas casas. Nada más alejarnos un poco, ya tenía taladrándome la oreja la voz de mi amiga, diciéndome lo tonta que soy y el riesgo que corro como vuelva a esquivar esa conversación.

Mi estrella fugaz.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora