–¿Se le ofrece algo de beber?¿Un café quizás?– le pregunta la gentíl mesera.
–Un americano, por favor– responde sin voltear a verla.
–En un momento– asiente y se retira.
A lo largo de los últimos 7 años en los que ella ha trabajado en aquel café ha aprendido a persivir cuando una persona está triste, enojada o alegre. Y ese pobre hombre se encontraba perdido en la tristeza.