Calle el paraíso, era un lugar poco habitado por la gente, ya que su pinta no era de fiar, era muy solitaria; con la luz de las farolas ensombrecida por una niebla que se iba quitando muy lentamente, a altas horas de la noche iba caminando un hombre con actitud despreocupada, ya que creía ser muy valiente para transitar por ahí de noche, sin compañía, ni arma con qué defenderse, por si tuviera en peligro. De pronto siente una brisa fría acompañada de una extraña sensación de no estar solo.Al cabo de unos minutos siguió su camino.A medida que iba avanzando por aquella calle, iba notando como aparecía niebla como si fuera humo. Esto hizo que empezara a ponerse nervioso, de un pronto fijo su mirada en un punto de la calle donde pudo observar una Silueta, él pensó que era producto de su imaginación y siguió avanzando. Cuando iba por la mitad del camino, vió una sombra de pie junto a un árbol muy viejo, deteriorado y feo. Éste se asustó y paró el paso perdiendo la compostura, pestañeo y en un segundo, ya la sombra no estaba ahí.
Nervioso, agilizo su marcha, quería llegar a su destino. Pero de pronto escucho unos murmullos, desorientado miró a su alrededor y no vio absolutamente nada.
Siguió su camino hasta llegar a una cabina telefónica, donde extrañamente empezó a timbrar, muy exaltado se acercó a ésta y dudando lo tomó y lo acercó a su oído, sólo escuchó un silencio, cuando iba a ponerlo en su lugar, escucha una voz que le dice, -- te estoy viendo y quiero decirte algo.
El hombre petrificado, con los ojos desorbitados, escucha la risa siniestra de esa persona. Al escuchar esa carcajada, piensa que es una broma, cuelga inmediatamente. Sigue su camino y se acerca a un túnel, pero nota una sombra de pie observándolo, el sujeto se encontraba intranquilo, ya que no podía verle la cara. Se puso en marcha, pero corriendo pasando aquel hombre sin mirarle. A medida que iba por la mitad del túnel, escuchó unos pasos y volteó a ver, encontrándose con aquel hombre, al cual no se le veía la cara, por la sombra de la noche.
Avanzó y siguió escuchando las pisadas, angustiado volteó, pero esta vez notó que aquel hombre tenía una sonrisa diferente a cualquiera, ya que ésta era de oreja a oreja. Lleno de miedo, aterrado, corrió como si no hubiera un mañana, pero la salida del túnel cada vez se hacía más larga. Miró sobre su hombro pero no vio a nadie y paró, muy intranquilo decidió seguir andando, pero al voltear aquel hombre estaba de frente a él, con una sonrisa siniestra y unos ojos negros como el Azabache. Aquella criatura abrió la boca y de ella salieron las siguientes palabras:
--Eres mío, me perteneces y fue lo último que vio y escuchó, antes de caer en la oscuridad...