Corre

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CORRE. Su mente y todo su cuerpo sólo decían una cosa: CORRE. La adrenalina que fluía a raudales por su cuerpo, no le permitía sentir el dolor por la herida de su brazo. Mientras cruzaba como una exhalación entre callejuelas y eventuales peatones de pronto sintió el peso del arma en su mano, y en un acto reflejo la arrojó cuando saltaba una cerca. Sólo importaba correr, alejarse, desaparecer. Podía sentir los ladridos de los perros tras de él. Se acercan. Le faltaba la respiración, necesitaba detenerse. ¿Y si se escondía para recuperar el aliento?. No. No podía parar, debía seguir.

Tres días atrás se había arrodillado frente a ella. Era de madrugada y habían conversado por largo rato. Joaquín dormía plácidamente en su cama y luego de arroparlo se había sentado junto a ella para explicarle lo que quería hacer, explicarle que no había riesgos, que estaba todo calculado, que su posición en la empresa, luego de cinco años de antigüedad laboral, le habían permitido ganar la confianza de todos, nadie podría dudar de él, que era esa la gran ventaja que tenía y por eso habían recurrido a él, porque "lo necesitaban", necesitaban a alguien de adentro, que era prácticamente "entrar y salir", que una vez terminado todo ya no tendrían que preocuparse por nada, se podían ir lejos y empezar de nuevo, olvidarse de las noches en vela por las preocupaciones y la incertidumbre del mañana. "Estaremos tranquilos" dijo él, "No quiero tranquilidad a riesgo de que te pase algo" respondió ella. Y pese a que sabía que ella no estaba de acuerdo no doy pie atrás a su decisión. Ya no quería verla sufrir por la presión de la situación que estaban viviendo, se sentía plenamente responsable de lo que les pasaba, sentía que había fracasado en brindarle seguridad a su familia, seguridad que había jurado siempre mantener. Lamentaba el momento en que recurrió a la persona equivocada en busca de ayuda, porque ahora el "préstamo" que no estaba en condiciones de devolver amenazaba la vida de su hijo y su esposa. El mensaje había sido claro " Una semana para pagar... o tal vez pueda ayudarnos. De lo contrario cobraré con su señora y su hijo", no importó cuanto suplicó para que no los involucraran con su deuda, el ultimátum ya estaba hecho. "Tengo miedo de perderte" dijo ella de rodillas junto a él, "Yo moriría si les pasara algo a ustedes" respondió, "Tal vez podríamos irnos lejos y escondernos donde no nos encuentren" propuso entre lágrimas, "Hasta que no le pague, no habrá lugar donde nos podamos esconder" concluyó. Lloró a su lado, le pidió disculpas, ella lo abrazó, le aseguró que nunca les había fallado, que siempre había sido un buen esposo y padre, que lo amaba y nada cambiaría ese hecho; finalmente luego de compartir ese abrazo por mucho tiempo le dijo "Si vas a hacerlo, sólo te pido que no te arriesgues, sin importar lo que pase, sólo vuelve a casa, vuelve a mi". Y se miraron a los ojos, haciendo juramentos con la mirada. No permitiría que nada le pasara a su familia, sin importar el costo. Ahora ya no podía dudar. Cerró los ojos con fuerza y la abrazó en silencio.

CORRE. Sólo debía seguir corriendo. Las imágenes se sucedían en su cabeza con violencia y sin control: el disparo, las amenazas, la alarma de seguridad, la lucha en la oscuridad, la caída a través de la ventana, los gritos, la huida. De pronto el grito de una mujer que aparece de improviso en su camino lo hace volver a la realidad. CORRE, se repite con más fuerza. Debe seguir y dejarlos atrás. CORRE.

A las 23:37 hrs. se despedía de su mujer, y en un último intento de negar la realidad la abrazó fuertemente y susurró a su oído "Te amo". La bocina de la camioneta negra que lo aguardaba afuera le arrebató el ensueño. caminaron juntos a la habitación de Joaquín, ella de pie en la entrada mientras él caminaba en silencio hacia la cama del niño para no despertarlo. Lo vio inclinarse sobre el pequeño, besar suavemente su frente, susurrar algo que no pudo oír y luego volverse lentamente hacia  ella. Un nuevo bocinazo hizo que se sobresaltaran. Soltó su mano y ella quedó de pie inmóvil, al abrir la puerta para salir se detuvo y se volvió a mirarla, esbozaba una sonrisa y le dijo: "Estaré bien". Cuando cerró la puerta tras de él, la sonrisa había desaparecido, los dos hombres que iban en la parte de adelante del vehículo lo miraban desde el interior, fumando un cigarro y junto a la puerta trasera abierta lo aguardaba "El Negro", no pudo reprimir un escalofrío de nerviosismo al sentir la mirada fría de este personaje. "El Negro " era un hombre grande, de rasgos toscos, de carácter duro, agresivo y sin escrúpulos. Una gran cicatriz cruzaba el lado izquierdo de su rostro que sólo lograba intimidar más a quien se acercaba a él. Lo hicieron subir al vehículo y el viaje de 20 minutos hasta el destino, se realizó repasando aspectos del plan. Cuando estacionaron, El Negro metió la mano en un desgastado bolso verde extrayendo un revolver de su interior, y que con mirada maliciosa le extendió para que lo recibiera. En vano quiso tartamudear una excusa para rechazarla, tomó el revolver y lo metió en su bolsillo. Bajaron del vehículo y el grupo lo dejo avanzar primero para cumplir la primera parte del plan. Él respiró profundo y se dirigió a la caseta del guardia de la noche. "Buenas noches don Manuel" dijo, el guardia con algo de sorpresa le devolvió el saludo. "Dejé mis llaves dentro de la oficina, ¿puedo pasar?". El guardia evaluó la petición unos segundos, luego respondió "Claro, yo lo acompaño". Cuando accionó el sistema de apertura de la puerta principal el resto del grupo entró corriendo, amenazando y posteriormente reduciendo al guardia a golpes. "Ahora, a lo que vinimos" sentenció El Negro. Él lo guió hasta la oficina de Gerencia en el segundo piso, donde le señaló la caja de seguridad oculta. Luego de vaciar el contenido en la bolsa que traían salieron de la oficina dejándolo atrás con El Negro. "Eso sería todo" sintió que decía a su espalda, "Hasta aquí llegas tú". Se volteó sobresaltado y lo vió apuntándolo con un arma. Instintivamente metió la mano al bolsillo y sacando el revolver lo apuntó de vuelta temblando. La desagradable sonrisa que se dibujó en el rostro de El Negro, lo perturbó aún mas. Entonces lo entendió: desde un principio estaba previsto que no saliera vivo del lugar, y temiendo lo que pasaría jaló el gatillo.

Ya no sabía cuanto había corrido, sólo sabía que no podía detenerse. Le parecía que los ladridos y los gritos se estaban acercando. Entonces sintió el inconfundible sonido de un disparo y un dolor ardiente le atravesó el costado, trastabilló, y cayó pesadamente al suelo. Se llevó la mano al costado y notó que estaba sangrando, el dolor le nublaba la vista. "Ya no puedo más" pensó. Ya estaban muy cerca. Apretó los ojos con fuerza y ahogando un grito, se levantó. CORRE.

"No tiene balas", dijo. El Negro lo miraba con una sonrisa. " ¡Hicimos un trato, con esto saldaba mi deuda!" le gritó. "Ya te dije, hasta aquí llegaste" le respondió, y levantó el arma apuntando a su cabeza. Cerró los ojos y el disparo resonó en sus oídos.

No había dolor, no estaba herido, el disparo provenía de afuera, miró a El Negro que fijaba la vista en la ventana. Entonces la alarma comenzó a sonar y como un reflejo se abalanzó sobre él. Un disparo escapó del arma y dió en el foco de luz que tenían dejándolos en penumbras. Sintió que lo golpeaban, pero el también golpeaba y a su paso chocaron contra una vitrina que bajo la presión de sus cuerpos se hizo pedazos hiriéndolos con los fragmentos de vidrio que cayeron. El Negro gimió y se separó agarrándose con ambas manos el cuello en el lugar donde un gran trozo de vidrio se había incrustado, él sintió como un líquido cálido caía por su brazo acompañado de un terrible dolor. No miró la herida, a tientas encontró el arma y buscando un apoyo se puso en pie, El Negro lo agarró de la ropa y tropezando lo arrastró mientras caía bruscamente hacia adelante, intentó buscar algo a lo que aferrarse pero había perdido el pie de apoyo y ahora ambos caían atravesando la ventana de la oficina. Lo aparatoso de la caída lo había dejado atontado, entonces levantó la cabeza y vió a su contrincante a su lado cubierto en sangre, inmóvil y con la mirada fija en el cielo. Un disparo resonó cerca de su cabeza y entonces sintió los primeros gritos y los perros fueron soltados. Se dió cuenta que había un grupo de seguridad que llegaba al lugar y entre gritos y disparos iban tras de él. Debía escapar, miró hacia el frente y se hechó a correr.

La sangre de la herida de bala ya empapaba su ropa, ya no corría, apenas podía caminar. CORRE, decía su mente, pero su cuerpo extenuado ya estaba en su límite. Podía oír con claridad ahora las voces de sus perseguidores, y los ladridos de los perros más cerca aún. Sólo un poco más. Por favor, CORRE, se exigía. Y entonces en su mente se dibujó la imagen de su mujer y su hijo, las lágrimas brotaron, en su mente estaba la voz de ella "Vuelve a casa...", el dolor fue más agudo y sintió que el suelo a su pies desaparecía. Gritos, ladridos. Cayó de frente, a duras penas logró voltearse a tiempo para ver como los perros se abalanzaban sobre él. El dolor agudo dió paso al vacío. En su mente sólo la voz de ella "Vuelve a casa... vuelve a mí".

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