32. Alex

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Observo con atención el seguido de líneas, palabras, dibujos mal hechos y flechas que Jude va trazando en el papel, algo mojado porque antes sin querer ha puesto su vaso de cerveza encima, y cuando termina de hablar lo miro.

—Eres la persona más maquiavélica que he conocido en mi vida —concluyo, y él se echa a reír.

—Gracias —contesta, orgulloso—. Entonces, ¿qué os parece?

—A mí me parece muy buena idea —dice Matt—. Aunque me da miedo por Bea...

—Créeme: peor de lo que está, no puede estar —contesta el rubio, y el rostro de Matt adopta una expresión de tristeza—. Además, pronto es su cumpleaños, habrá que darle una buena sorpresa.

—Está bien. —Matt asiente con la cabeza.

—Esto va a ser divertido. —Sonrío.

—Entonces, ¿lo hacemos mañana? —pregunta Matt.

—Sí —contesta Jude—. Es el día idóneo.

—¿Tú no trabajas? —le pregunto, levantando una ceja.

—Si hacemos todo eso y sale bien, puedo llegar casi a la hora a trabajar —me dice.

—¿A qué hora entras?

—A las diez —responde—. Lo bueno de estar de prácticas es que aún no pueden explotarme y obligarme a hacer tres mil horas diarias.

Técnicamente mañana no tenemos ninguna reserva así que el Sensei nos ha dado el día libre a Liam y a mí, por lo que es el día idóneo para hacerlo. La verdad es que mi trabajo requiere trabajar pocos días, ya que solo lo hacemos con reserva —excepto cuando me toca estar en recepción— y puedo montármelo más o menos como mejor me vaya, y gano lo suficiente para sobrevivir, así que estoy contenta. En cuanto a mañana, Matt simplemente llamará y dirá que está enfermo. Enfermo de amor, está.

Después de pasar por casa de Jude y por una tienda a por algunas cosas, nos vamos a nuestro piso y Matt se pone creativo en la cocina así que lo dejamos hacer. Se ve que hace unos días le pidió a su madre la receta de las enchiladas, que según él están buenísimas y no es demasiado trabajo para sus escasas neuronas. Siento una mezcla entre emoción y miedo, porque es la primera vez que Matt cocina algo mexicano para mí en los bastantes años que hace que somos amigos. Cuando vivíamos en San Diego a veces Pablo nos cocinaba algo, pero desde que ya no está no he vuelto a probar la comida mexicana casera.

—¿Matt es mexicano o medio estadounidense también? —me pregunta Jude mientras estamos en el sofá esperando la comida.

—Su padre es estadounidense y su madre de México —le explico—. Aunque no te dejes engañar: no ha cocinado comida de la cultura de su madre en la vida, así que puede que muramos esta noche.

Jude ríe y se echa hacia atrás en el sofá.

—¿Se lleva bien con sus padres? —pregunta.

—Sí, mucho. —Asiento con la cabeza— Sobre todo con su madre. Y también tiene dos hermanas, Jessica y Ana María. Se llaman a menudo.

—Debe ser duro vivir tan lejos de tu familia si te llevas bien con ella —contesta, suspirando—. ¿No pensáis volver nunca a Estados Unidos?

—A mí no me importaría, aunque realmente tengo pocas cosas allí, solo un par de amigos y ni siquiera sigo en contacto con ellos. —Me encojo de hombros— Matt, en cambio, se muere por volver, y es normal.

—Sí, supongo... —murmura distraídamente, pero no pregunta nada más porque ya le expliqué que no podemos volver.

Poco después estamos cenando unas enchiladas que han salido bastante buenas y muy picantes, y Jude se queda a dormir en mi cama para poder ponernos manos a la obra por la mañana.

Descubriendo a Alex [Saga Smeed 3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora