¡Oh, señor mío! ¡Oh, mi gran señor del cielo y la Tierra! Ten piedad de este cuerpo maldito que fue a beber del manantial que sucumbe desde las ramas del árbol prohibido. Ten piedad de mí, señor mío, que he pecado sin remordimiento a las advertencias de las celestiales leyes divinas. Por favor, no abandones mi pútrida alma perdida y envuélvela en la tibieza de tus manos milagrosas, para librarla del mal que se ha posado en ella a causa del pecado y las tentaciones que Lucifer ha puesto despiadadamente en el camino. Ten piedad de mi cuerpo, de este condenado cuerpo mío, que a raíz del destino, se ha ofrecido como obsequio al legítimo mal habitante en esta sagrada casa tuya. Despoja de mi piel los rastros de sus caricias. Despelleja mis labios que besaron esa dulce boca maldita. Llena de oscuridad estos ojos violentados que contemplaron la belleza endemoniada de ese ser malicioso. Concédeme la bendición inmaculada una vez más, pues su ser se ha unido a mí en la pasión furtiva de cuerpo y alma que no he podido negar. ¡Oh, mi señor! ¡Mi santo señor del cielo! He sido suyo y me temo, que este corazón palpitante mío, se alegra al pensar que él también ha sido mío. Padre nuestro que estás en el cielo, horrorizado de todos nuestros encuentros libidos, libra mi alma o envíame a los infiernos. Líbrame del mal, porque es mi peor castigo, no más mi salvación. Líbrame, porque le amo y deseo arder en el infierno si es a su lado.
— Kang Seungyoon
//
La pequeña ventana se empañó con los vapores del aliento agotado que sucumbe de dos bocas completamente rojas e inflamadas. Apenas son audibles los murmullos reprimidos en el baile de esas dos lenguas que se envuelven jovialmente mientras los labios se besan sin mesura. Un par de cuerpos se muestran, desnudos, sudorosos, pegajosos y temblorosos; bajo la opaca luz del atardecer que entra apenada en aquella habitación lejana. Se mecen, una sobre otra, como espíritus que desconocen la gravedad en tierra y luego, se apretujan como si fuesen dos glóbulos blancos tratando de cubrir una herida. La espalda de uno de ellos se retuerce como un inexperto contorsionista y sus cuerdas vocales aúllan un gemido que se acapara con la boca del otro. De esa forma se entregan a los segundos que corren desmesuradamente hasta hacerse minutos y terminan en horas. Entonces el tiempo se pone en pausa, las estrellas brillan vigorosamente en el alto cielo, la luz de las velas parpadean en los extremos, el aliento de ambos cuerpos se tranquilizan en un mismo ritmo y las sábanas caen sobre la desnudes del pecado que acaban de cometer. El arrepentimiento no frecuentan los ojos de ninguno de ellos cuando se contemplan entre el cansancio y el sueño, no obstante, la admiración se posa sobre las pupilas que yacen dilatadas y profundamente negras.
—La noche no te hace justicia, Seungyoon –profiere Mino; el dueño inequívoco –Me gustaría verte al amanecer, cuando los rayos brillantes se filtran por la ventana y acarician la suavidad de tu piel lechosa. Pero, es imposible ¿No es cierto?
Seungyoon asiente, incapaz de decir algo. El sólo sonido de la voz de su poseedor hace que la mudez le acalle imponentemente. Por lo que, en tanto, Mino le sonríe con esa expresión de doble filo que le hace temblar de deseo y le estremece de miedo. Sin embargo, se deja arrastrar por la serenidad en cuanto los labios ajenos se posan sobre un hombro desnudo que tiene los matices de la sangre molida.
—Tomaría tu cuerpo nuevamente, si la noche fuera eterna.
Las pálidas manos gélidas de su dueño le acarician el abdomen. Seungyoon se estremece y la vergüenza se corre violentamente con espesura blanca desde el interior del miembro flácido y erecto. Un gemido le arrebata el aire, el pecho se oprime y los pequeños temblores le sacuden cada hueso del cuerpo. Mino le hace anhelar con desasosiego más de eso, de aquello, de lo otro. El fulgor sublime se ha vuelto a despertar en cada fibra suya, necesita más.
—Por favor... –susurra. El cuerpo se le ha acalambrado. Su sed es mayor, casi desesperante –Por favor...
Entonces se vuelve a entregar a las llamas delplacer maldito. El tiempo se detiene nuevamente, los segundos dejan de correr yel amanecer se mantiene a la espera al otro lado de las murallas de la iglesia.
ESTÁS LEYENDO
Abaddon 。 minyoon
Short StoryYo soy quien deseas que sea. Soy tu sueño profundo, el deseo más anhelado, tu secreto más oscuro. Soy eso que no quieres, pero añoras con desconsuelo. Dime mi bello ángel ¿Qué quieres que sea ahora? ━━。mino y seungyoon ; winner