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La suave lluvia se deslizaba por el paraguas de RenJun, bajando hasta el límite y terminando en el suelo asfaltado. El clima no era el mejor, pero aún así lo habían obligado a ir a la escuela. Bufó, de repente molesto con su madre. Ella insistía en que no enfermara, ¡pero vaya pulmonía iba a coger!

La lluvia se intensificó, su agarre en el mango del objeto se endureció. Vio en el reloj de su muñeca la hora marcada por las agujas, le costó un poco, pero pudo leerlo y entenderlo. Arrugó la nariz. No faltaba mucho para llegar a la entrada del colegio, estaría justo a tiempo si se daba un poco de prisa.

Corrió tres metros y cayó de imprevisto en el piso, su rostro rozando el pavimento de no haber sido por sus escasos reflejos. Sus manos estaban raspadas y rojas al igual que sus piernas, el paraguas yacía ahora tirado y él comenzaba a empaparse en las constantes gotas que caían del cielo.

Siempre le estaban repitiendo cuán torpe era, y no lo había tomado en serio hasta ese momento. Qué despistado. La roca que estaba en medio del camino parecía burlarse de él con una risa escandalosa.

RenJun se levantó, intentando evitar la incontrolable necesidad de gemir por el dolor en sus palmas y rodillas. Ya tenía diez años, por favor. No podía seguir siendo un niñito necesitado.

Recogió el paraguas, se limpió lo que pudo del barro en su ropa -consecuencia de haber estado en contacto con el piso-, y siguió como si nada.

Todo iba de maravilla, nadie pareció haber visto la embarazosa escena y en su cabeza eso era bueno. Muy bueno.
Hasta que llegó el que lo llamaba un ángel, JaeMin, intentando retener su risa fallidamente.

— Hyung, ¿se encuentra usted bien? —una pequeña carcajada escapó de sus labios. RenJun lo fulminó con la mirada, justo como hacían los superheroes a los villanos.

— Cómo no lo estaría, soy muy fuerte, nada me hace daño. Deberías saberlo —escupió las palabras con orgullo. JaeMin asintió y empezó a caminar, RenJun le siguió.

— Hyung —insistió el menor de repente—, ¿cree que soy bonito? —revoloteó las pestañas e hizo un tierno mohín. RenJun quería darle besitos por todo el rostro.

Mas sólo respondió— No, eres feo. Yo sí soy bonito.

JaeMin bufó, le dio una pequeña patada al tobillo del mayor. Niño engreído.

— ¡Hey! Ten cuidado, estoy lastimad- es decir, tu pie pesa demasiado —se corrigió rápidamente, esperando que el contrario no haya escuchado el que le dolía su caída reciente. Lo que es más, ni siquiera debía saber de su vergonzosa acción.

Distrajo al menor hablándole de sus personajes favoritos de La Liga de la Justicia. Éste lo vio con ojos desconfiados durante toda la trayectoria, mas ambos entraron con una sonrisa a la escuela.

En el segundo receso durante la mañana, Na JaeMin entró a su clase con una bolsa de hielo, se la entregó rápidamente y salió corriendo de inmediato sin formular palabra alguna.

RenJun se sintió satisfecho y muy contento al recibir el objeto, pues, se lo había dado para aliviar sus heridas, ¿no?

Aunque sonara tonto, cuidó la bolsa como su mayor tesoro. Llegó a casa derretida, y dejó las manos de Huang húmedas, pero él la conservaría.

mommy says › jaejun Donde viven las historias. Descúbrelo ahora