Prólogo

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Los dueños de los terrenos Mercedes eran dos jovenes adultos con una prometedora empresa de vino tenían una bella hija llamada Valentina, era una chica de cabellos oscuros y lisos como cascadas de tinta negra, unos ojos cafe oscuro como el café del señor Mercedes y una piel pálida como la mismísima porcelana de una de sus muñecas.

Una demonia disfrazada de diosa.

Sus dos pasiones eran la ciencia y la magia, envenenó a miles de ranas con trigo lavado en cianuro,"operó" a corderos cambiándoles las patas traseras por las delanteras. Sin embargo, por suerte para los animales, la chica había demostrado interés por los portales, dimensiones y viajes en el tiempo por lo cual ellos no serían afectados... Hasta el momento.

Todo iba bien hasta una tarde de Miércoles, el cielo estaba pintado en colores cálidos como rojo fuerte, naranjo y oro, mientras las nubes se sonrojaban con un rosado claro. La madre de la familia se encontraba ayudando a la criada en la cocina, era una mujer de esfuerzo y terca como una mula.

—Mamá, iré por un vegetal para un proyecto de ciencias —le grito la joven luego de bajar por las escaleras.

—No vallas tan lejos —le respondió la mujer.

La chica se alejo lentamente de la elegante parcela, esta era de un color blanco con ventanas de cristal oscuro, observó a los trabajadores retirarse ya que era la hora de volver a sus hogares, se acercó sigilosamente a las plantaciones de papas y se llevó la primera que encontró, era era de un rosado oscuro, cubierto por la sociedad.

Antes de volver se aseguró que nadie la viera y giró sobre sus pies dando saltos como una niña completamente inocente, volvió a doblar hasta alejarse de las plantaciones y entrar al bosque, una vez allí corrió desesperadamente hasta que llegó al árbol más viejo y alto de todos.

Dio un suspiro, dejando el vegetal en el suelo y sacó de su mochila un reloj de bolsillo que tenía unos símbolos de alquimia: fuego, agua, tierra y aire, suspiró acercándose al árbol colocando su mano derecha en él y dijo con voz potente:

—"Dios de la vida, dios de este planeta, único en tu especie, quiero crear una nueva vida... Una que ya haz creado pero que conserve la esperanza de vivir como los que no lo han logrado".

El suelo se movió bruscamente, los otros árboles temblaron y un viento terrible se hizo presente asustando a los pequeños animales que habitaban en las estrechas ramas. Aquel árbol se abrió por la parte de adelante, como un agujero perfectamente circular que solo reflejaba luz, la chica retrocedió unos pasos ante la cegante escena.

—Esto es una estupidez, pero debo asegurarme de ella viva... Debo asegurarme de destruirlos y vengarme, espero que funciones... —dijo y lanzo el vegetal.

Todo se calmo de golpe, el cielo volvió a pintarse de negro con pecas blancas palpitantes y su ojo lunar, la chica despertó en su cama como lo había hecho esa misma madrugada, claro, el Dios de la Tierra no se arriesgaría a tener testigos de su grandioso poder.

Se acomodó en el estrecho colchón de espuma, aún tenía en su mano el reloj que se abrió de liberando chispas. La joven se levanto de la cama y abrió uno de sus cuadernos de la estantería, sacó un lápiz y colocó su mano empuñada para escribir, cerrando sus ojos.

Sintió como otra mano movía la suya pero su rostro no mostraba terror, al contrario, mostraba sólo rabia como si se concentrara en su acción. Al cabo de unos momentos a presencia soltó su mano, ella contó en su mente hasta 30 y abrió los ojos. Observa el papel por unos momentos y con una sonrisa leyó.

—Pablo —su voz sonó melodiosa como si estuviese cantando el nombre y después dijo en voz alta— No sé porque tengo el presentimiento... De que algo grandioso sucederá

PabloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora