Capítulo 4

17 2 6
                                    

Su estómago daba vueltas, se sentía inseguro como si algo le fuese a golpear la espalda, lo que le hacía voltear a cada segundo, el sonido de su respiración aumentó tan rápido como avanzaban los segundos, las manos le sudaban y se sentía en el mismísimo infierno.

En un estúpido intento por recuperar el control, colocó sus manos en el suelo intentando pararse pero el sudor en ellas le hizo resbalar cayendo por segunda vez y golpeándose contra el suelo. Era inútil volver a intentarlo, ya que las piernas no le funcionaban, se le habían dormido.

Pensó en arrastrarse con sus manos pero sólo consiguió cortarse con un pedazo de vidrio de la ventana. Se quedó inmóvil en el frío suelo de madera, mientras el viento entraba por distintas partes de la casa, esperó a que su respiración se calmara.

—¿Dónde estará Hellen? —pensaba con tristeza.

Sus ojos castaños se cristalizaron y lágrimas cayeron de sus ojos, la preocupación lo estaba consumiendo... ¿Y si la bruja lo había dejado?, ¿Hizo algo mal?, ¿Por qué nadie estaba en casa?

Sus propios pensamientos le estaban torturando quería gritar pero la voz no le salía, al verse completamente indefenso y comprender que sus sentidos no reaccionaban, simplemente esperó a que su respiración se calmara.

Su pecho subía y bajaba a ritmo incontrolable pensó en concentrarse en algo que lo calmara, vio a su alrededor y concentró sus ojos en los cristales rotos que aún colgaban de lo que hace unas horas era la ventana. A través de ella se veían el contorno de las nubes que era iluminado por la luna y unas diminutas luces llamadas estrellas, se quedó por minutos observando la ventana rota hasta que se dio cuenta que solo veía oscuridad.

Volvió a intentar pararse, colocando todo su peso sobre una de sus manos, las piernas le funcionaron por fin y su pecho ya no se movía como antes. Recordó que Hellen una vez le habló sobre el mecanismo de defensa pero dijo que no le ocurriría en mucho tiempo, sin embargo aquello se había sentido casi igual como lo que ella le había descrito.

Se quedó inmovil como un cadáver hasta que sus párpados empezaron a quemarse, debía cerrarlos pero su cuerpo no le respondió y sus ojos se llenaron nuevamente de lágrimas. Sin darse cuenta cayó dormido.

Cuando despertó se encontraba desorientado, el suelo ya no era frío y su cuerpo estaba casi hundido en este. Sus ojos se adaptaron a la oscuridad, ya no estaba en la madera... Estaba en su cómoda cama ¿Cómo era eso posible?

Escuchó voces que provenían de la cocina, se levantó se la cama y salió de su habitación caminando directamente de donde provenía la conversación. Sus ojos se abrieron cuando vio que todo estaba normal, los muebles estaban en perfecto estado, las ventanas estaban bien y no había nada fuera de lo normal, Hellen y Lincót estaban hablando mientras Valentina barría.

—¡Pensé que habrías muerto! —dijo la dulce e infantil voz de Lincót quien se encontraba en su forma humana, las dos mujeres se quedaron observándolos mientras el híbrido corría a sus brazos desesperadamente— ¿Tienes hambre? terminamos de cenar hace poco.

El chico se quedó inmóvil observando a la nada como si Lincót hubiese dicho algún secreto cósmico prohibido. Hellen se acercó a él procupada, le tocó el rostro y lo sentó en uno de los cálidos sillones cerca de la estufa. La bruja lo tomó de las manos como una madre a su hijo y con la voz suave le dijo:

—No entiendo como funciona tu ciclo de magia, según mis estudios deberías adquirir poderes después del año de haber nacido, no llevas mucho tiempo. Pensé que morirías a los meses ya que Valentine nunca había colocado a alguien de tu especie en este extraño mundo, pero debo de admitir que me has sorprendido —dijo la bruja aún cuando Pablo no entendía nada.

PabloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora