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El día terminó, aquel irradiante sol oculto hace horas, dando paso a la oscuridad, reinando como cada noche; los rayos nocturnos de la grande y espectacular luna llena iluminaban por completo el santuario, en especial las doce casas, quienes eran bañadas por su luz. El cielo permanecía oscuro, siendo acompañado por centenares de estrellas, relucían como nunca, a simple vista, se podían observar las constelaciones, en especial la de Acuario, Escorpión, Geminis y Piscis.

Los caballeros de oro al igual que los de plata dormían profundamente luego del arduo entrenamiento, a excepción de aquellos quienes les tocaba hacer guardia, en ésta ocasión eran Capricornio y Piscis los encargados de la misma.

Casas más arriba, especialmente la de acuario, en lo mas profundo del templo su guardián se encontraba recostado en su cómoda cama, el sueño no llegaba a el por mas que lo intentara. Estaba demasiado inquieto, y no sabía el por qué. Sentía una fuerte opresión en el pecho, como si algo malo estuviese por ocurrir en cualquier momento, una angustia lo inundaba, sin saber el motivo llevó su delgada y fina mano al rostro, encontrándolo húmedo. Las lágrimas habían bañado su pálida cara, en un parpadeo, no percibiendo en que momento ocurrió.

El era Camus de Acuario, el mago del agua y el hielo, como era conocido. Muchos de sus compañeros lo creían un ser frío, sin escrúpulos, ni mucho menos sentimientos. Un ser con un corazón de piedra que era incapaz de sentir emociones como la felicidad, la tristeza, o el enojo. Desde aquel día en que pisó por primera vez el santuario, hacia más de trece años cuando apenas y era un inocente niño de seis añitos, descubrió que las cosas no serían tan fáciles como él pensó.

Camus odiaba estar ahí, repudiaba ser un caballero de atena, maldecía mil veces al destino por haber sido tan cruel.
En su niñez creía que ser un caballero de atena era la cosa más asombrosa y maravillosa que la vida le había otorgado, maravillado fielmente ante la idea, y al final terminó chocando con una pared tan grande que le detuvo. Impactó con un muro tan tenebroso y espantoso que ni en sus peores sueños había imaginado.

Cuanto hubiera deseado cambiar su destino, el no quería ser más un caballero de una diosa griega, ni mucho menos uno de los mas poderosos, ¿Para qué ser alguien que las personas admiraban cuando su vida era un maldito infierno? ¿Por qué seguir en éste mundo rodeado de humanos hipócritas que solo se dedicaban a criticarlo sin siquiera conocerle aunque sea un poco?

Hace años había pensado en ello cuando aquella desgracia le ocurrió.

Las lágrimas continuaban saliendo de sus tristes zafiros, deslizándose por su cuello, cayendo cual cascada. Se sentía tan sólo, la soledad siempre estaba con él. Cuanto daría por ser alguien tan alegre como lo es Milo de Escorpión, o amigable como Afrodita de Piscis, se conformaría con alguien calmado y humilde como Mü de Aries.


























Por alguna razón desconocida le gustaba mirarle por las noches mientras dormía, sin preocupación alguna, podía ver a través de su rostro la tranquilidad que reflejaba, ningún ángel podía ser comparado con su belleza; sus hermosos ojos zafiros eran únicos a pesar de siempre tener un deje de tristeza en ellos, que solo él podía notar, o por lo menos era lo que pensaba, su larga cabellera aguamarina caía por su espalda hasta la mitad de sus muslos, era inconfundible donde quiera que estuviese, podía verlo sin importar lo lejos que se encontrara, piel tan blanca y pura, parecía irreal, no había imperfección alguna en ella.

Fijó su vista en aquellos labios rosa palo, los cuales permanecían entreabiertos. Sus finas manos descansando juntas sobre su firme y marcado abdomen, respiraba tranquilo, su rostro se encontraba húmedo, podía percibir a simple vista el rastro se lágrimas ¿Por qué había estado llorando? Era la incógnita que rondaba por su mente, buscando una respuesta, la cual no llegaría por si sola.

Se acercó con sutileza hacia la cama, en la cual el francés dormía. Se le veía relajado, y por primera vez su rostro reflejaba paz, una paz que lo inquietaba. Lo observó una última vez, con una suave y delicada caricia en la mejilla derecha, seguido de un beso en su frente se despidió, saliendo de los aposentos del mayor.




















Dos horas mas tarde el cuerpo del galo era cruelmente ultrajado por el patriarca Arlés, quien como todas las noche tomaba su cuerpo, profanando su interior con rudeza, sin importarle las lágrimas del menor.

Besaba con salvajismo cada tramo de su cuello, asegurándose dejar marcas, para que así nadie mas que él hiciese suyo al guardián de la vasija. Los gemidos del peli aguamarina eran música para sus oídos, salía una y otra vez de su interior intentando dar de lleno en su punto, ganándose solo ruegos de parte de su amante para conseguir mas placer.

La cama se movía frenéticamente, las caderas de ambos chocaban con agresividad. Buscaban el éxtasis del placer, queriendo su liberación, la cual no tardó mucho en llegar. Un grito lo suficientemente fuerte resonó en todo el templo, emitido por el menor, quien se había corrido manchando ambos vientres, mientras su compañero lo hacia en su interior, encargándose de llenarlo completamente.

—Ah.... —el acuariano jadeaba, tratando de normalizar su respiración .

Su acompañante hacia lo mismo, mientras se encontraba tumbado boca arriba a su lado. Permanecían callados, hasta que el silencio fue roto.

—Camus... —la voz del otro se escuchó— Lamento si te lastimé, la verdad fui muy rudo ésta vez —se disculpó mientras quitaba las esposas, así como la mordaza ya floja de su boca. Lo observó con detenimiento a los ojos y le besó.

Una vez separados la voz débil de Camus pudo oírse.

—Te amo, Saga de Géminis —dijo en un suave murmuro.

El nombrado calló, no podía corresponderle por mas que lo deseara, existía una simple razón: No lo amaba como éste lo hacía, o por lo menos no se había dado cuenta, aún.

—Lo siento —concluyó.

En un par de minutos abandonaba el templo, dejando al menor completamente sólo en la desarreglada cama.

A como pudo se tapó con aquella sábana, derramando gruesas lágrimas sin poder evitarlo, cayendo mas tarde en un profundo sueño, del que desearía no despertar jamás.

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💦Espero y les haya gustado, conforme avance la historia sabrán las razones por la que  Camus de Acuario odia ser un caballero dorado, y lo mucho que aborrece su destino.💦

Cami.

Eres Mío Acuario© [Saga & Camus]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora