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-22 de julio. Hoy hace mucho calor ¿eh? o ¿no? -anuncia una voz masculina desde mis auriculares que me hace dar un respingo, no me lo esperaba.
-Mierda de radio -farfullo tocando unos botones aleatoriamente, tratando de reiniciar una de mis canciones favoritas-. No tengo remedio.
Suspiro y me doy por vencida; guardo mis auriculares y mi MP4 en mis bolsillos y sigo mi camino hacia la biblioteca, mi segunda casa en lo que llevo de verano.
Como no me queda otra, me dedico a observar a las personas que pasan por mi lado, algunas con demasiada ansiedad y otras como si no supiesen a dónde ir.
La biblioteca no se encuentra muy lejos del parque por el que estoy pasando ahora mismo. Recuerdo que cuando era pequeña me encantaba venir a jugar con Mamá y Ander. Los columpios siguen casi en el mismo estado, solo que un poco empeorados, pero los jardines están tan hermosos como siempre en verano y el recuerdo de Ander y yo tumbados en la húmeda hierba, los aspersores funcionar y empaparnos de arriba a abajo me irrumpe la mente y se me hace imposible el no sonreír ante tal recuerdo.
Pronto me encuentro pasando por el arco de la entrada a la biblioteca y el olor a libros me invade las fosas nasales. Respiro con profundidad y me adentro en un laberinto de caminos, estanterías y polvo sin fin.
No sé ni lo que he venido a buscar, pero eso ya no me interesa, solo el venir a este lugar y relajarme durante unas horas es un milagro que no me merezco.
Mamá está demasiado callada estas últimas semanas, desde que terminé las clases, o, mejor dicho, desde que me expulsaron. Mamá se va a su dormitorio mucho antes de lo normal, se mantiene en silencio durante las comidas y aún no ha tenido fuerzas para mirarme a los ojos, me esquiva la mirada, o eso creo yo ¿la haré sentir tan avergonzada? Ander suele tener una actitud parecida, como mamá, estas últimas semanas, pero ¿ha sido tan horrible el acto por el que me expulsaron de la escuela?
Esos pensamientos abruman mi mente hasta más no poder, así que decido desplazarlos de mi cabeza, al menos por un tiempo.
Mientras camino, a paso lento para no olvidarme de ningún libro que mis ojos alcancen a ver, paso mis dedos por los lomos de dichos libros de grandes grosores o demasiado finos para que mis ojos les presten una mera atención, ensuciándome los dedos de polvo grisáceo al que no le concedo ni el mínimo interés.
Al salir de la biblioteca, además de que ha anochecido, llevo dos libros sobre mi regazo y me dirijo de camino a casa. A estas horas sé que Ander habrá llegado a casa de trabajar. A pesar de que Ander sea el sobrino
de mamá, ha vivido toda su vida con nosotras y siempre me ha tratado como a una hermana pequeña.
Cuando nos dio la noticia de que iba a comenzar a trabajar en la pastelería de enfrente de mi escuela no nos lo podíamos creer, no es que no valiese para ello, todo lo contrario, Ander es un genio en repostería, sino que era demasiado joven, tan solo tenía dieciséis años e iba a ayudar todos los días después del Lycée y a mamá le parecía que sería demasiado trabajo para él, pero era necesario. Dos años después de su primer día sigue en la misma pastelería, solo que ya no como ayudante; Ander ahora es quien decora los pasteles y le encanta su trabajo. De hecho, aún me viene a la memoria el gran pastel que él y Domi, su mejor amigo y compañero de trabajo, me crearon por mi décimo quinto cumpleaños; un pastel de crema con un dibujo en el centro de un balón de fútbol demasiado real.
Al llegar a mi casa, busco en mis bolsillos las llaves, pero el sonido de la puerta de mi casa abrirse desde dentro me desconcentra.
La mirada de Ander me resulta más familiar, afirmo que él no está avergonzado de mí, o que ya lo ha superado.
Me dedica una pequeña sonrisa y me acaricia mi moflete sonrosado.
-Te estábamos esperando -dice en un tono relajado.
Ander se da la vuelta y entra en casa, yo le sigo cerrando la puerta sin hacer mucho ruido, el ambiente sigue siendo algo tenso, lo cual me da un poco de temor.
Él mantiene silencio y me parece algo extraño, yo pensaba que ya sería como siempre ante el acto cariñoso de antes, pero no.
Del pasillo me lleva hacia el salón ¿por qué? Yo voy detrás suya de igual manera, nunca dejaré de confiar en mi hermano.
Cuando accedemos al salón lo primero que veo es a mamá sentada en el sillón con la pierna derecha sobre la izquierda, apoyando su codo en su muslo, mordisqueándose las uñas y analizando el suelo con nerviosismo hasta que se percata de nuestra presencia y pega un brinco que me asusta; mamá comienza a jugar con las puntas abiertas de su cabello rubio, y lo sé, eso lo he sacado de ella, está histérica.
-Mamá -la llamo, acercándome a ella-. ¿estás bien?
Mamá niega con la cabeza y yo trago saliva, es una situación muy incómoda y no sé cómo superarla.
Cuando empiezo a pensar que lo mejor sería huir, Ander me atrapa la mano y me lleva hacia el sillón. Yo, confusa, no me niego y me dejo dirigir, no comprendo nada.
-Lysange, vas a cumplir dieciséis años este invierno... -susurra mamá y yo me dedico a asentir, escéptica-.
Te he estado ocultando un dato sobre ti durante mucho tiempo, cariño
-añade.
Ander me envuelve los hombros con un brazo y yo apoyo mi cabeza en su pecho, esperándome lo peor, aunque no comprenda por dónde quiere ir mi madre.
-Lys-Lysange... -tartamudea- tú no eres mi hija.
Me quedo helada, sin reaccionar, solo cierro mis ojos y siento que Ander me da un apretón de apoyo en mi brazo, pero lo ignoro.
Sé que lo que mamá me cuenta es cierto, mamá no miente y mucho menos en un tema como este, pero yo no quiero llegar a creerme que mamá no sea mi verdadera madre.
-Tu madre era una amiga mía...
-comienza a explicar, pero yo la interrumpo.
-¿Era?
-Es -rectifica-. Lysange, quiero que la conozcas.
De pronto, abro los ojos y miro a mamá con fijeza.
-¿Conocer a la mujer que me abandonó? -discuto con el tono un poco más alto que el anterior.
-No te abandonó, cariño -murmura y nos da la espalda para observar una fotografía enmarcada y colocada en una estantería junto a otras-. Tu madre huyó de una guerra, Lysange, no tenía recursos para mantenerte... -vuelvo a interrumpirla.
-¿Huyó de una guerra? -pregunto-. ¿De qué guerra?
Mamá toma la fotografía enmarcada y se da la vuelta, sin dirigirme la mirada me tiende la fotografía, yo la recibo y la observo atentamente.
Es un grupo de amigos cualquiera. Diferencio a mamá entre ellos, es una adolescente rubia que está apoyada en un árbol; al otro lado del árbol veo a una joven de cabello pelirrojo crespo abrazando a un joven sentado en la hierba delante de ella, de melena larga y morena, con unos ojos de un potente gris mirando a la cámara que captó ese momento.
-En el pueblo donde crecimos se desarrolló una guerra poco después de que yo me marchara -especificó mamá-. Tu madre me buscó y cuando me encontró me suplicó que me quedara contigo y yo acepté sin peros.
-¿Ellos son mis padres? -pregunto, retirando la mirada de la fotografía y mostrándosela a mamá. En ese momento ella se fija en mí y yo señalo a los dos jóvenes, mamá asiente.
-Y quieres que los conozca... -me detengo un segundo para suspirar-. A mis padres -termino la oración y coloco el marco en la mesa de madera.
-A tu madre -me corrige Ander.
Lo miro, no recordaba su presencia, a pesar de que su brazo seguía protegiéndome.
-Tu padre no recuerda... -espera un segundo y piensa-. No se percata de tu existencia.
Me levanto del sofá y Ander ni intenta retenerme porque sabe que su esfuerzo será en vano. Ando a paso lento hacia mi madre hasta que quedo a poca distancia de ella, me cruzo de brazos y le repito:
-¿No se percata de mi existencia? ¿No sabe NADA? -enfatizo.
-Me temo que no, animalillo
-musita-. No sabe nada.
Mamá se aleja de mí y comienza a pasear inquieta por el salón con sus manos unidas tras su espalda.
-Le bo-borró la memoria
-tartamudea-. Tu ma-ma-dre, Giséle.
-Espera -me rio-. Espera ¿que mi madre, Giséle, le borró la memoria a mi padre? -suelto una socarrona carcajada-. ¿Me estás tomando el pelo?
Mamá se da la vuelta rápidamente.
-No, claro que no -se defiende con brusquedad-. O sea, quiero decir. Tu madre le borró ese momento de la cabeza, cuando...
Mamá comienza a sonrojarse y cuando me imagino cómo termina la oración soy incapaz de no desternillarme.
-Ahora mi madre es una bruja
-comento con aire burlón-. Pues le quedaría que ni pintado, oye. Si fuese real -agrego y me dirijo a mi dormitorio con intención de que nadie me persiga.
Subo las escaleras que me llevarán hasta el pasillo donde se encuentra mi dormitorio, pero al notar movimiento en el piso de abajo me detengo en un punto, congelada, y escucho cómo Ander y mamá hablan en voz baja. Mamá está llorando, seguro que Ander ha acudido a ella enseguida y la estará abrazando solo como él sabe.
-Tranquila, mamá -la trata de calmar-. Mañana hablaré con ella.
-De-debería de haber hablado con ella antes, ya-ya lo sabes -solloza mamá.
-No, mamá, relájate...
Ya no escucho las siguientes palabras tranquilizadoras de Ander a mamá, ya que escuchar cómo mamá llora y además saber que es por mi culpa es lo único capaz de romperme el corazón. Pero ¿cómo va a ser lo que me ha contado real? La magia no existe, es una locura.
Entro en mi dormitorio y me percato en ese momento de que me he dejado los nuevos libros en la entrada, respiro frustrada y simplemente me cambio de ropa y me meto en mi cama, necesito aclarar mis ideas.
Jugueteo con uno de mis mechones morenos mientras pienso en la charla con mi madre de esta tarde, ni si quiera he cenado nada, lo que, como por arte de magia, o coincidencia, hace que toquen a mi puerta, seguramente sea Ander, así que le permito que pase a mi dormitorio y enciendo la luz de mi pequeña lámpara de noche.
Observo cómo Ander, con sus rizos morenos como cabello y su piel casi igual de morena se infiltran en mi dormitorio con una bandeja con un tazón de sopa caliente, se acomoda en el borde de mi cama, primero mira al tazón y después alza sus ojos azules hacia mí.
-He pensado que tendrías algo de hambre.
Yo me quedo en silencio y me doy la vuelta en mi cama como respuesta.
Él se levanta, deja la bandeja en mi escritorio con cuidado y vuelve a mi cama, un poco más cerca de mí para jugar con mi cabello.
-Oye, sé que es difícil de creer -me susurra entretanto me forma una pequeña trenza-. Pero, sí, Lyssi, Giséle es tu madre y ella es una bruja -se detiene un segundo-. Como mamá, como yo y... Como tú.
Me giro con la velocidad de un rayo lo que obliga a Ander a sobresaltarse.
-¿Soy una bruja? -pregunto-. ¿de esas que convierten a personas en sapos?
Ander se da un respiro para soltar una tierna risa, pero niega.
-No, de esas no -se lo piensa-. Bueno, podrías serlo, si practicas.
No sé por qué, pero unas pocas lágrimas comienzan a salírseme de mis ojos y con lentitud recorren mis mejillas, ambas.
No comprendo por qué estoy llorando como una niña pequeña, pero no me importa y me abalanzo sobre Ander, quien me recibe con los brazos abiertos, siempre dispuesto a consolarme.
-¿Por qué lloras, pequeñaja?
-quiere saber, con un toque divertido-. Tienes una oportunidad de conocer a tu madre, a tu madre biológica.
-No-no sé el por qué lloro, soy tan-tan estúpida-da -consigo decir en medio del llanto.
-No eres una estúpida por llorar
-me corrige-. Los estúpidos son los que no lloran por creer que hacen el ridículo, pero lo único que están consiguiendo es destrozarse más a sí mismos, pequeñaja.
Me alejo un poco de Ander, inspiro y espiro para tratar de relajarme, cierro mis ojos y repito la acción de inspirar y espirar hasta que me encuentro con suficientes fuerzas como para volver a tomar la palabra.
-Ander, no me encuentro bien -le confieso-. Quiero decir, no tengo hambre. Consigue que mamá coma algo y mañana seguimos hablando.
Ander lo acepta, se levanta de mi cama, se acerca a mí y me hace volver a echarme en mi cama, me arropa como si fuese una niña pequeña y me da un cariñoso beso en mi frente; recoge la bandeja y antes de cerrar la puerta de mi dormitorio me dedica una última mirada de supervisión.
-Duerme bien, pequeñaja.
-Lo haré -le respondo antes de que cierre la puerta y solo la luz de mi lamparita alumbre mi dormitorio.
Apago la última luz, por lo que todo se vuelve oscuro, me doy media vuelta hacia la pared y abrazo con fuerza la almohada con la que duermo todas las noches.
Espero que esta noche duerma bien, como ha dicho mi hermano, espero que no haya más pesadillas, nunca más.

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⏰ Última actualización: Dec 01, 2018 ⏰

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