Domigo Infinito

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Y se deprimió. Se deprimió hasta el cansancio. Pasaron días, semanas, unos meses, pero nada podía sacarle esa sensación de tristeza que la abatía.
Solía ser enérgica, eufórica y algo ansiosa. Sin embargo, esos momentos de pesadez parecían instalarse para quedarse una buena temporada. No podía hallar una explicación lógica de aquello, solo podía decir que empezaba con algo mínimo, una pequeña muestra de nuestro mundo imperfecto que golpea a los débiles. Sentía que se ahogaba con las lágrimas que se resistían a salir y en su lugar, descargaba una terrible ira sobre los inocentes.
No era su culpa ser tan sensible y emocional. Aun más teniendo en cuenta sus heridas, que pareciera que nunca fueran a acabar de sanar porque siempre llegaba alguien más que las tocaba sin cuidado y las terminaba abriendo de par en par.
Para ella, deprimirse era como estar en un día domingo. Algo aburrido, dejado, que por momentos parecía no acabar nunca. Hacía tres semanas que era domingo, ya se estaba tornando eterno para su mente.
La única alternativa que tenía para emerger era que, de alguna forma, reaccionara y pudiera ver en su alrededor todas las oportunidades y aventuras que la esperaban, para que se divirtiera y sonriera ampliamente como solía hacer en los lugares que la volvían feliz.
El único temor es que esa reacción ocurra demasiado tarde.

Pasantes de vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora