[El idiota de mi clase] (pt.1)

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Los gritos de mi madre resonaban por toda la casa. Supongo que hace ya bastantes años se volvió tradición que tomara lugar una pelea que traspasara paredes en el primer día de clases, y podía imaginar el ambiente tenso que se situaba en la habitación principal.

Agarré mi maleta y miré la hora, 8:34, en media hora debía atender el único colegio privado de esta pequeña ciudad. Suspire por otro día monótono en mi vida, y al observar detalladamente mi acogedora habitación, me percate de los guantes de boxeo ubicados junto a la ventana.

Con cuidado de no tropezar con la pequeña mesa de vidrio en el centro del cuarto, recogí mis guantes rojos mate y los ubiqué dentro de mi morral.

Al voltearme lentamente observé mis prendas en el espejo; un suéter gris, un jean blanco con rotos en la rodilla poco visibles, y zapatos negros, los de siempre.

Mis ojos grises brillaban más de lo usual, y mi pelo castaño pareció imitarlos a la luz del sol, "malgasto de belleza", decía mi hermana constantemente, a lo que me reía inevitablemente.

  —¡HERMANO! —mis ojos se abrieron como platos y salté un poco para luego observar a mi hermana como una loca en la puerta. —¡PRIMER DÍA DE CLASES! —me reí un poco de su emoción y perfilé con la mirada sus prendas; una blusa negra que dejaba ver sus estilizados hombros y resaltaba su delgadez, una falda a cuadros rojos y negros, medias veladas negras y unos tacones en bota negros que la hacían parecer más alta. 

Se había acercado a mí con saltos y me había propinado tres besos en la mejilla.

  —¿Estas bien? —preguntó preocupada. —Casi no hablas... —miró hacia abajo decepcionada.

—Claro que estoy bien, pequeña —revolví su cabello con dulzura —. No deberías emocionarte tanto, recuerda que eres de primer año, Cassie. —en respuesta, mordió su labio inferior demasiado fuerte.

—Ya lo sé —dijo casi arrepentida de haber estado tan feliz hace un momento —, pero si aparento un poco más tal vez me la crea, Dani—me observó con ternura, casi pidiendo que la protegiera, y ambos comenzamos a reír ante su declaración.

—Cassie, no creo que te quieran así de sarcástica —reí entre dientes.

—¡Afirmativo! —reímos al unísono, y me propinó un puchero.

  —Confío en ti lo suficiente, peque —reí —, no te dejaras hacer nada, aunque quieran.

  —¡SI! —saltó sobre mí y me abrazó como si fuera yo quien necesitara guardián.

Un portazo ensordecedor sonó del otro lado de la casa, mi mama entre lágrimas se había encerrado en la habitación principal, como siempre.

—¿Vamos? —pregunté tratando de mantener la sonrisa tanto como me fue posible.

Suspiró.

—Vamos. —cogió mi mano con agresividad y me haló hacia la puerta, mi hermana era la cosa más especial que había.

De camino al colegio hubo silencio, demasiado; pero no fue incomodo, se sintió oportuno.

Me dio tiempo a reflexionar y hacer una pequeña idea de lo que sería de mi día.

Pisaría el colegio, y volvería a encontrarlo, a Noah. Y me lastimaría, no solo como él siempre lo hacía, también de maneras que solo yo entendía.

Caminamos alrededor de quince minutos antes de chocarnos con la gran entrada del colegio Southside College, era ligeramente pequeño, pero lo suficiente como para poseer unos cuantos cientos de estudiantes; de cualquier forma, solo pocos padres podían enviar a sus hijos al colegio, pues siendo privado suponía invertir demasiado dinero para la mayoría de los pueblerinos, así que a este solo atendían estudiantes de intercambio, los cuales eran pocos; hijos de alcaldes, hijos de padres de negocios locales e internacionales exitosos y... personas becadas. En ese pequeño grupo marginado, ahí, ahí me encontraba yo.

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