Lía entró al instituto cuando sonó el timbre. Una marea de adolescentes entraba por la puerta principal, como todos los días de aquel año. Solo cambiaba una cosa: nadie iba cargado con mochilas, el origen de los dolores de espalda de cualquier adolescente de ese instituto.
Lía le decía una vez más adiós al instituto, solo que esta vez sería para siempre.
Lía y Nico, acompañados de sus amigos iban a las aulas, pero Nadia aún no había aparecido. Llegaron a sus destinos. Natalia entró en su aula, acompañada de Lía y Jose. El resto de sus amigos entraron en otra aula situada al lado.
Lía se sentó con Natalia y el resto de alumnos las imitaron, mientras la sala se llenaba de conversaciones.
-Creo que Nadia no va a venir. -Dijo Lía mientras observaba la puerta esperando que de pronto irrumpiese Nadia en la sala y se sentase atrás de ellas, con Jose, y como de costumbre, empezasen a hablar animadamente.
-Pues no, pero nunca se sabe. -Le contestó Natalia mientras cogía su IPhone.
-Bueno, hoy estoy solo y claro está me voy a aburrir, a si que por favor, haced el favor de trasladar la conversación. -Jose se asomó entre las chicas.
-Decíamos que... -Empezó a hablar Natalia, cuando de repente una parsona entró por la puerta. Nadia. Se acercó con una expresión que para Lía resultó inescrutable.
-Hola. -Les saludó Nadia. Una lágrima resbaló por su mejilla, mientras se sentaba al lado de Jose.
-¿Qué ocurre? -Preguntó Lía observando como otra lágrima descendía por su otra mejilla.
-Mi padre... ha muerto. -Dijo Nadia con una voz temblorosa.
-¿Cómo ha pasado, cariño? -Dijo Natalia, levantándose y abrazándola.
-Los gritos de mi madre me han despertado y fui corriendo para su habitación. Cuando entré vi a mi madre llorando desesperadamente con el teléfono de en la mano y a mi padre tirado en el suelo... -La voz de Nadia temblaba cada vez más.- Tenía unos arañazos en el cuello y en el pecho... no sé qué habrá pasado... parecían garras de algo...
Nadia se echó a llorar, mientras abrazaba a Natalia.
-Venga, desahógate. Tranquila, nosotros te haremos sentir mejor.-Natalia le acariciaba el pelo.
-Estamos aquí para apoyarte. Te daremos todo lo que necesites. -Le susurró Jose.
En ese momento, Lía empezó a pensar que aquella noche había soñado con tigres, y que el padre de Nadia había muerto por... arañazos... ¿tendría algo que ver o sería solo pura coincidencia?
<<Mejor les comentaré lo de que soñé con tigres luego, -pensó Lía- no me gustaría que sonase a burla, este no es un momento adecuado.>>
-Hola, chicos. -La Sra. Rodríguez había entrado, sin libros, sin bolígrafos, solo con un pequeño bolso.-Ahora bajaremos a la sala donde realizaremos la despedida, pero antes os quiero felicitar por este año. Me ha encantado ser vuestra profesora.
Natalia salió corriendo a su sitio y Nadia se secó las lágrimas con un pañuelo que extrajo del bolso. Tenía la cara enrojecida, y la Sra. Rodríguez se dio cuenta.
-¿Qué ocurre Nadia? -Cuando la Sra. Rodríguez pronunció aquellas palabras, toda la clase se giró para mirarla. Nadia se enrojeció aún más.
-Eh... -su voz aún sonaba algo temblorosa. -Me he emocionado porque hoy es nuestro último día y... muchos de nosotros iremos a la universidad... nos separaremos y todo eso y... bueno, por eso lloré un poco...
-No te pongas así, Nadia, conservarás a todos tus amigos.
-Lo sé... pero nunca será lo mismo...
-Anímate, que es el último día, y además nade llora, te anticipaste un poco. -Le dijo con un tono burlón.
-¿Y qué si no llora cuando tiene que llorar, es ilegal? Nadia no es como los demás. Ella es más sensible. Siempre lo ha sido. -Dijo Lía, hecha una furia. ¿Cómo se atrevía a hablarle en ese tono?
-Lía, tranquilízate. Siempre nos hemos llevado bien, así que si no me hables así porque te echo de clase y no deberías acabar así bachiller.
Lía tenía ganas de levantarse y abofetearla por haberle hablado así a una de sus amigas. Pero no podía, ella tenía razón, no debía acabar así.
-Deberíamos ir yendo al festival. -Dijo la Sra. Rodríguez sin el entusiasmo que tenía al llegar.
Llegaron al salón de actos. La mitad de aquel lugar ya estaba ocupada. La sala tenía una forma semicircular y los asientos iban descendiendo hacia abajo. En el centro había un pequeño escenario también semicircular.
-Vamos a la fila 10. -La Sra. Rodríguez condujo a sus alumnos hasta una hilera de asientos. Jose, Nadia, Natalia y Lía se sentaron juntos, al mismo tiempo en el que llegaban más clases y ocupaban más asientos.
De pronto se apagaron las luces. Por fin el festival iba a comenzar. Era muy colorido y animado. pero en ese momento a Lía le daba igual. Buscaba a alguien con la mirada. Al fin lo encontró.
Nico estaba con su clase, sentado casi en la otra punta con Héctor, Vicente, Julia, Gabriela y Carla.
Decidió mandarle un mensaje y explicarle que Nadia había llegado y que su padre había muerto. Se lo mando y siguió observando a Nico.
Vio como se metía una mano en el bolsillo y sacaba un pequeño aparato. Cuando lo guardó, empezó a buscarla entre la multitud de adolescentes sentados por el salón de actos. La encontró al mismo tiempo que los profesores subian al escenario y comenzaba el festival.
Fueron tres horas sentados en aquellos asientos incómodos. Lía y sus amigos no se quedaban quietos, hasta que llegó la hora de ir al escenario para que les diesen unos diplomas y unas medallas por haber completado bachiller.
Cuando salieron del instituto, los diez adolescentes se encontraron en la salida del recinto.
<<Mejor no les comento lo del sueño.-Pensó Lía.- Fue solo pura coincidencia... creo>>
-Bueno, pues os veo en el aeropuerto para ir a Irlanda, al campamento. -Se despidió Lía.
-¡Chau! Te queremos -Le respondieron todos al unísono.
Nico se acercó hacia Lía y le dio un abrazo muy fuerte, después, la besó.
-¿Quieres que te acompañe a casa? -Le preguntó Nico, entrelazando sus manos con las de Lía.
-No, gracias, Nico. Te quiero, nos vemos.
Dicho esto, Lía se despidió con otro beso y se marchó.
Caminó durante un rato, pero no fue a su casa, si no que dio varias vueltas por un pequeño bosque que había cerca de su casa. Aquel lugar estaba pensado para que las personas pasearan, sin correr peligro de tropezarse con una rama o cosas por el estilo.
Estuvo pensando en lo que le había sucedido al padre de Lía. No le pareció normal. No sabía si debía ir a Irlanda tal y como iban las cosas. ¿Y si le pasaba a su madre y a Jeffry? No estaría tranquila durante los quince días.
Lía se adentró un poco más en la espesura del bosque. Necesitaba pensar con claridad y caminando por el camino que había le era imposible. Se salió del camino y llegó a una cueva. Estaba oscura, muy oscura. Pero pudo distinguir algo en el interior. No era humano.
Aquel ser se giró y miró con sus ojos amarillentos a Lía.
Un tigre.
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