CAPÍTULO 10

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Puede que a mí no me conozcáis. No soy Gwen, ni la Reina Blanca o Roja, como quiera que la conozcáis. Ella ya no está aquí, pero yo he querido contar el último capítulo de su historia.

Gwen se acercó al caldero, la llama que lo avivaba había sido creada a partir de la energía de los corazones rotos. El Sombrerero Loco la miraba como si con él no fuera la cosa, él se hubiera marchado pero ella lo retenía allí con la magia que le quedaba. Lo retuvo frente a ella mientras se arrancaba el corazón del pecho y lo lanzaba al caldero. Un humo blanco salió de la burbujeante olla y rodeó al Sombrerero. Para cuando el humo se disipó, la mirada de John apareció de nuevo, cargada de esperanza primer, de miedo después al ver el pecho sangrente de Gwen. Se lanzó a su lado justo cuando ella caía, las piernas ya no la sostenían por más tiempo.

—No, Gwen, ¿qué has hecho? —Las lágrimas caían sin control.

—Ha merecido la pena.

La antigua reina sonrió por última vez antes de perder la vida en los brazos de su gran amor. John permaneció junto a ella horas, el tiempo dejó de pasar. En algún momento de su duelo, encontró el diario que Gwen había escrito, el mismo en el que yo estoy escribiendo ahora mismo, y pudo comprender qué había pasado. Conoció el sacrificio que la reina había hecho para recuperar su verdadero corazón. John lloró amargas lágrimas al comprender todo el dolor de su reina y yo no pude soportar por más tiempo verlos sufrir así. Bajé del cielo para encontrarlos.

—¿Quién eres?

John me miraba sin dejar de abrazar el cuerpo sin vida de Gwen.

—Me han dado muchos nombres, la mayoría me llaman el Hada Azul, pero para ti soy simplemente una amiga.

—¿Y qué quieres?

—Yo podría conocer la manera de salvar a Gwen, podría darle otra oportunidad. Si tú estás dispuesto a dejar este mundo.

—Haré cualquier cosa por ella—Dijo el joven.

Asentí sabiendo de antemano que aquella sería su respuesta.

—El Corazón de la Estrella—Dije simplemente— Toma el Corazón de la Estrella, abraza fuerte a Gwen y desea volver a casa. Que el Corazón te guíe a su casa.

—¿Y dónde iremos?

—¿Acaso importa? —John miró el rostro pálido de la mujer que descansaba entre sus brazos.

—No mientras ella esté bien y estemos juntos.

—Así será. Tienes mi palabra.

John Hatter fue en busca de la roca que Gwen había custodiado tan bien durante todos aquellos años. Abrazó con fuerza el cuerpo sin vida de su amada y le pidió al Corazón de Estrella que los llevara a casa. Una brillante onda de luz se esparció por todo el País de las Maravillas y, con él, la Reina y el Sombrerero Loco desaparecieron de aquel mundo. Nadie sabe qué fue de ellos, todos piensan que la Reina se abandonó por fin a la locura y se arrebató la vida llevándose con ella a su antiguo amante.

Pero, en realidad, la roca los guió a su nuevo hogar, el cielo. Ahora son estrellas eternas. Sus almas no se separarán nunca. Podrán vivir por siempre en la inmensidad de la bóveda terrestre contemplando los mundos que se abren entre sus pies. Ahora tengo a mi hija conmigo. Sí, yo soy el Hada Azul, en la segunda estrella a la derecha, y mi pequeña Gwen, la misma niña de corazón puro y benevolente que salvó un mundo, la misma que se sacrificó por su amor y dio su vida y su corazón por todas y cada una de las personas a las que conoció y amó, forma parte de las brillantes estrellas que contempló y la vieron crecer con John junto a ella. Y así vivirán, inmortales, eternos, felices para siempre.

FIN

El País de las Maravillas. Sagan Grimm VWhere stories live. Discover now