Huracán...

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Cada mañana busco motivos lindos para despertar, pero a veces sólo puedo volver a dormir...

Era una fría mañana de otoño, y Callisto ya estaba despierta desde hacía unas dos horas.

Su cabeza le daba vueltas, sus manos estaban heladas y su corazón destrozado.

¿Podría haber algo que hiciese mas humillante ese momento?

Sí que lo hubo. Sus padres irrumpieron en la agobiante atmósfera que inundaba el cuarto en el que estaba internada, llenando el espacio de un silencio mortal e incómodo. De manera muy discreta Callisto miró a su padre, que tenía una cara furiosa. Su madre en cambio, reflejaba una profunda tristeza; y no era para menos.

No había medido las consecuencias que hubiese tenido un acto tan sucio y ruin como el que ella había cometido.

-¿No piensas decir nada?- Dijo su padre con una voz muy fría -¿Piensas que todo volverá a ser como antes? ¿Así sin mas?

-No. No lo será ni hoy, ni mañana, ni nunca más- Respondio muy secamente.

Su madre comenzó a remover las flores que le había mandado Christopher a Callista; empezaban a marchitarse por el frío que se colaba desde la ventanilla. Su madre pensó que sí quitaba ésas flores y ponía en su lugar unas muy bonitas y radiantes, Callisto tuviese nuevos propósitos para vivir. Esperaba que con el cambio que las flores, también cambiase la perspectiva que tiene del mundo.
Afortunadamente, llegó la enfermera para quitarle fin a aquel incómodo ambiente en el que de habían sumido todos, cada quien por sus distintos motivos; un padre decepcionado, una madre asustada, y una joven marchita.
- Disculpen por la interrupción, pero la visita no puede ser más extensa. Es hora de que la paciente descanse - dijo la enfermera impaciente.

Los padres de Callisto le dieron una última y larga mirada a su hija, cayendo en cuenta de su terrible estado.
Resignados por ello, salieron de la habitación un poco molestos; la frustración se había apoderado de ellos y Callisto estaba muy conciente de aquello, lo que hacía que se sintiera muchísimo peor.
- Debes tomar tus antidepresivos linda- dijo la enfermera tratando de sonar menos ecuánime que de costumbre.
- Uhhh... ¿Vale?- dijo Callisto con una mueca.
Mientras tomaba el agua de limón que le habían dado, pensaba en cómo iba a ser su vida cuando regresa a casa; es un pésimo ejemplo para su hermano menor, y una carga para sus padres. ¿Qué sería de ella?

Dió una honda respiración y un gran trago. "La vergüenza de la familia" "un error".
Una pequeña lágrima se asomaba por sus rosadas mejillas.
-¿Podrías terminar tu agua? Necesitas hidratarte. Después de eso, me marcho- dijo la enfermera. Callisto no se había dado cuenta de que seguía ahí; de había sumido en su mundo, otra vez. Cada que avanzaba el tiempo, era más frecuente que se olvidase de su entorno y viviera en su imaginación plagada de fantasía y situaciones que, resultaban fallidas. Ni siquiera en su mente las cosas salían bien.
Ella se odiaba mucho a sí misma. Más de lo que cualquier persona puede odiar.
Callisto asintió mirando el vaso, y después de pensar en lo mala que es para el mundo, dió el último trago.

Ése era el trago mas amargo que jamas había dado.

Una Noche EstrelladaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora