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Nunca digas siempre,

siempre es demasiado, 

no eres lo que dices ser es lo que has demostrado

amistad por conveniencia, amor de burdel.

Tu y yo somos tan hermanos como Cain y Abel

I.



Tenía miedo, realmente estaba muriendo de pánico, no sabía que era lo que estaba allí, solo podía apreciarse una pequeña parte de la celda gracias a la luz de la Luna que entraba por la ventana. La respiración no paraba, parecía la respiración de un toro.


—Hola...— dije en un susurro, encogiendome en el lugar que estaba, sin darle importancia a las manchas que más tarde estarían en mi ropa o que se trepara a mi cuerpo algún insecto.

—¿Quieres jugar?— dijo una voz de niña en las penumbras. Se oía angelical o eso pensé hasta que logré caer en cuenta de que nada en esa celda era lo que aparentaba.


En ese momento algo con aspecto aniñado salio de las penumbras aun con la respiración parecida a la de un toro enfurecido, yo seguía con la espalda pegada a la pared sin importar el aspecto de esta.

— N-n-no n-n-ni-ña-a— decía con nerviosismo a punto de mojar mis pantalones.


En ese momento a unos metros de la celda se empezaron a oír sonidos de pisadas, añoraba con toda mi alma a que fuese algún tipo de guardia y creo que mis suplicas fueron escuchadas porque en ese momento apareció alguien. Tenia vestimenta negra en su totalidad y cargaba con una gorra negra con la que me fue imposible verle el rostro tomando en cuenta el hecho de que a esa hora solo penetraba la luz de la luna en la mohosa celda.


— ¡Quítate de ahí! — por un momento pensé que se estaba refiriendo a mi cuando note el movimiento brusco de lo que parecía ser una niña, podría jurar que hasta la oí saltar y gruñir . Era una voz masculina un poco actuada pero podría jurar que eso era hombre (se le marcaba en el pantalón. El que entendió, entendió)— tu— me señalo- te vienes conmigo— .


—¿A donde iré?— pregunte titubeando. Estaba cociente de que en cualquier momento podría fallecer de una forma aterradora, mis 5 sentidos estaban al máximo, pendientes de cualquier sonido, peligro, algo que mi tacto no tolerara, estaba pendiente hasta de el monstruo que, se suponía, había dejado atrás.

Quería dejar de preguntar todo lo que en ese momento viniese a mi mente y que me dejaran que todo fue una mala broma que el gobierno y los medios de comunicación hicieron para mi por el simple hecho de llevar una vida sencilla y libre de adrenalina, pero por mas que lo soñara eso no se posaría en mi realidad. Sabia que esto iría de mal en peor, menos mal yo no tenia la osadía de atascar mi cuerpo de comida así que en mi estado podría durar días sin alimentarme. Esto era injusto ¿porque habrían de elegirme a mi? habiendo millones de personas en el mundo que padecen de masoquismo o que de verdad tienen un fuerte instinto de supervivencia.


—Te estoy sacando de esta pocilga, en lugar de rechistar deberías de agradecer— había algo en su tono de voz que no me convencía del todo, realmente no me fiaba de nadie que llegase a ver en este lugar, sobre todo por el lugar donde desperté.


— Maldita sea... ni siquiera me estas diciendo a donde iremos—  de pronto una mano me tomo del cuello, en una posición demasiado asfixiante para mi gusto para después hacer que me desvaneciera por completo. 








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