¿Cuál es el apuro?

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Yugioh y sus respectivos personajes no me pertenecen.


Era un día caluroso para estar en clase, la escuela se había fusionado con el sol que lo golpeaba, creando un calor insoportable para todos los alumnos. Estaban tan cansados que no podían prestar atención, ni tampoco intentaban interrumpir la clase para su propia diversión, sólo miraban a la ventana e ignoraban todo a su alrededor.

Yuugi casi no hablaba con sus amigos, sólo compartía sus sentimientos en contra del calor que hacía, pero los que más molestos estaban eran Anzu, Jounouchi y Honda; Yuugi podía soportarlo. Tocaba inconscientemente su rompecabezas, mientras miraba a la nada. Faltaban unas horas para que terminaran las clases del día de hoy, y pudiera irse a su casa con su vago ventilador.

El lápiz rebotaba contra la mesa, cuando unos dedos aburridos jugaban con él. El reloj iba a pasos lentos. ¿Cuándo sonará el timbre?

–¡Mutou Yuugi! – Grita una voz grave, llevando tiempo intentando llamar la atención del muchacho, quien se levantó de un 'salto' de su pupitre, y firmemente le contestó.

-- ¡Si, profesor!

– ¿Podrías llevar este libro a la biblioteca? La clase terminó.

La clase terminó, esas palabras hicieron feliz al chico de cabello tricolor, que casi brincando se dirigió a su profesor y tomó el libro, dispuesto a llevar con todas sus energías el mismo hacia la biblioteca.

El pasillo estaba iluminado intensamente por el sol, mientras la lejana puerta de la biblioteca se veía tan oscura. No había una ventana que la rodeara. Sin embargo, no era para emocionarse, adentro de la biblioteca también hacía un calor para morirse. Abrió levemente la puerta, viendo estantes con libros, rodeando el pasillo.

Uno de los primeros estantes esperaba al libro que Yuugi llevaba en sus manos, casi al fondo, pero antes de llegar a la mesa del centro, donde había una persona sentada. Obviamente, estaba leyendo.

Yuugi colocó el libro en el espacio libre del estante, pero viendo en aquel espacio, podía alcanzar el rostro de la única persona que estaba en el lugar además de él.

Concentrado, espalda recta, cabello que cubría levemente sus ojos. -- ¿Kaiba-kun? – Yuugi se preguntó en voz alta, cuidándose de no gritarlo para no llamar su atención. Sintió como su rompecabezas reaccionaba ante el nombre.

Su otro yo apareció. -- ¿Kaiba?

No se suponía que el CEO debía estar ahí, él había dejado el colegio desde aquella vez. No necesitaba estudiar. ¿Por qué estaba en la biblioteca? Seguro que tiene muchos más libros en su mansión.

--Tengo que regresar a clase, luego le preguntamos. – Dijo Yuugi a su otro yo, quien parecía esperar a que Yuugi se mueva hacia su rival. Dejó que su compañero regresara a clase y se tragó las dudas.

-- Creí que la clase había terminado.

-- Así es, pero tengo que asegurarle al profesor que el libro lo entregué sin problemas. – Explicó Yuugi.

-- No lo entregaste, sólo lo dejaste en un estante, nadie te vio hacerlo. – El faraón siguió insistiendo, estaba muy curioso por saber qué hacía Kaiba en la biblioteca. Yuugi sacudió su cabeza, su otro yo se estaba volviendo molesto. El calor y la pesada voz del faraón sólo incrementaban su dolor de cabeza.

Llegó a su respectiva aula y esperó a que el profesor se fuera y el timbre sonara. El tiempo seguía siendo eterno, quería regresar a casa; sentir aire, agua enfriar su garganta.

Lo que no se puede evitarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora