Prólogo: Tempestad

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Algunas de las historias que tratan lo sobrenatural empiezan de noche, en un pequeño pueblo que con mucha dificultad aparecería en algún mapa. Esta no es una excepción. No del todo. Oculto en la oscuridad y arropado por un manto de niebla, un hombre huye a toda prisa de un mal invisible. Sus jadeos, su respiración agitada, sus apresurados pasos, son lo único que perturba la paz de una fría madrugada de invierno.

No sabe por qué corre, y tampoco sabe por qué está asustado. Aquel terror desconocido es lo que hace que sus piernas se muevan.

Se encontraba plagado de arañazos debidos en gran parte a la maleza. La única prenda que vestía, una tela antaño blanca, estaba repleta de manchas de barro y hecha jirones. Solamente le faltaban un par de zancadas para dejar el bosque atrás.

Buscaba, desesperado, algún lugar en el que esconderse. La escasa visibilidad, sumada al fuerte dolor de cabeza, no contribuía a que pudiera pensar con claridad. Estaba totalmente desorientado. La lluvia reclamaba protagonismo en la escena, y grandes nubarrones invadían el cielo anunciando la inminente tormenta. En escasos segundos empezó a notar las gotas de agua resbalando por su piel, que limpiaban el lodo y dejaban ver las múltiples pequeñas heridas provocadas por la carrera.

El primer rayo de la tempestad, como un foco, iluminó todo. Ese breve momento de luz fue suficiente para que reanudase la búsqueda de un refugio. Estaba exhausto, al límite de sus fuerzas, pero el miedo le obligó a seguir.

Petó repetidamente en la puerta de la primera casa que vio, con la esperanza de que alguien acudiera en su ayuda. Otro trueno siguió al anterior. Poco después perdió el conocimiento.

Who is like God?Where stories live. Discover now