uno.

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Inocencia; era todo lo que su dulce voz irradiaba.
La forma en que sus labios se movían al compás de cada oración; o tal vez, la oración en si, detonaba suavidad.
Sus ojos rasgados y mejillas rosadas...
Sin dudas sus piernas regordetas y la forma en que ejercía cada acción, provocaba un delito en la forma de pensarlo.

Adicción. Era adicto a ese chico que apenas iba cursando la preparatoria.  Desde el primer día en que lo vi, hace un año atrás.

Era enfermo pensar en las veces que lo he seguido con tal de apreciar un poco más de su belleza; pero valía la enfermedad si con eso podría tenerlo aunque fuere unos minutos más para mi.

Obsesión. Con esa forma de vestir; sabia que él notaba lo que podía provocar con aquellos jeans contorneando sus muslos y aquel perfecto culo que cargaba.

Alguna vez, me había notado mirarlo, pero jamás he apartado la mirada.. Conforme a su notable incomodidad, él era quién terminaba por bajar la vista o voltearse.

Estaba incierto de su orientación sexual; hasta aquella vez que noté como relamia sus labios al observar a alguno de sus compañero en educación física quitarse la playera para entrar a las duchas. Al parecer un gay en clóset, ante la vergüenza plasmada en el rosado de sus mejillas cuando desviaba la mirada.

Un niño bastante inteligente, por los elogios que había oído alguna vez al estar cerca de sus amigos en ausencia suya.
Sé que es egocéntrico, aunque no lo demuestre; debido a las tantas miradas de autosuficiencia que se entrega a si mismo cuando escucha silbidos en la calle que obviamente van dirigidos a su despampanante cuerpo.

Una madre ausente. Hijo único y casi abandonado a su suerte, diría yo.

Nuevamente me encontraba siguiéndolo; claramente a una distancia considerable y del otro lado de la calle.
Sabia perfecto el recorrido que hacía luego de clases. Los segundos exactos que tardaba en sacar sus llaves y en palmear sus pies sobre la alfombra para entrar.
Una casa de una planta, bastante amplia.
Me había tomado ya la molestia de entrar por la puerta trasera. No tiene mascotas y es tan fácil crear acceso al interior de su dormitorio, que varias veces me había sentado a admirar su belleza por las noches.

Era miércoles, lo que significaba que su madre no llegaría a dormir.

— Lo entiendo, si. Haré pasta entonces. Vale, omma. Nos vemos mañana en la noche.— Su sonrisa inquebrantable, hacia que lograra contagiarme. Lo vi entrar y minutos más tarde, abandoné el lugar.
Época de invierno y a las 18 ya es hora suficiente para que el sol esté totalmente fuera, mientras vuelvo a casa una vez más esperando que cayera la noche. Sin dudas iría a visitarlo nuevamente.

ASSASSINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora