La otra orilla

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Cuando mis pies tocan la arena siento como si estuviera llena de espinas. Cada paso es más dificil. Dona parece no sentirlo por que sale del agua y se queda mirándome.

-¿Por qué no avanzas?- pregunta.

-Porque duele- respondo.

-Los lobos estan pensando en cómo cruzar el río, las nubes se quedaron atrás, El Grandísimo nos aguarda. Resistí Lucas.

Agarro mi pelotita de ping pong con fuerza y aprieto los ojos. Pasito a pasito salgo del agua, las espinas siguen pinchandome los pies pero el dolor disminuye a cada paso, entonces respiro hondo y empiezo a correr hasta entregarme a los brazos de Dona. La niña me abraza y me siento, por un instante, a salvo.

Continuamos nuestra caminata por dunas de arena que transforman la playa en desierto conforme nos alejamos de la costa.
-Mamá decía que no había desiertos junto al mar.
-Los desiertos fueron mar en algún momento. Sin embargo este desierto es parte del reino de El Grandísimo, ya puedo sentir su poder en mi corazón.

Aceleramos el paso,  las espinas ya no hieren mis pies, ya no siento dolor.

A nuestro alrededor solo se ven montañas de arena del tamaño de las montañas de la Patagonia.
Siento un escalofrío recorrer mi cuerpo que me llena de euforia, debe ser el poder del que Dona habla.

Dona se detiene y se arrodilla para besar la arena. Yo hago lo mismo y ambos gritamos palabras que jamás había oído pero que aún así salen de mis labios.
Entonces un tornado de arena se forma a nuestro alrededor y nos sumerge metros por debajo de la superficie.

Dona se ve tranquila y trato de relajarme. Caemos a un túnel con paredes de tierra y atrapasueños colgados por todas partes, iluminados por una luz amarillas cuya fuente no logro descifrar.

Avanzamos y un hilo de arena que brilla de forma incandescente forma siluetas en el aire y envuelve mi rostro logrando sacarme un gran estornudo.

Dona da un grito, miro hacia donde está y veo tres grandes lobos unos veinte pasos atrás.

-Corre!- grita Dona y no nos alcanzan las piernas para correr tan rápido. Entonces uno de los lobos se arroja encima mío y muerde con fuerza mi brazo izquierdo.

Es un dolor insoportable. Siento como se desprende la carne de mi piel. Quiero llorar pero ya no puedo siquiera soltar una lágrima.  Me entrego a la muerte más dolorosa pero el hilo de arena se mete por las orejas del lobo y este se duerme al instante.
Tendido en el suelo veo la silueta delgada de una persona de largos cabellos que extiende su mano y logra que los dos lobos restantes caigan profundamente dormidos.

Siento como el dolor enloquecedor abandona mi cuerpo y logro ponerme de pié.

-¡Grandísimo!-  grita Dona de rodillas -Traje este niño cuya inocencia fue pisoteada, para que le concedas un deseo.

Miro mejor al grandísimo y veo que su rostro no es ni femenino,  ni masculino y a su vez es ambos géneros; su ropa es blanca y lleva una dorada capa que cae hasta sus pies descalzos.

-¿Qué deseas?- su voz es suave y me llena de paz.

-Deseo ser libre- digo y las lágrimas que no salieron caen todas juntas de mis ojos, sin parar empiezo a gemir mientras Dona me abraza con fuerza.

El Grandísimo pone su mano en mi cabeza y mi cuerpo se relaja, la angustia por un instante se detiene.

Toma un atrapasueños de la pared y me lo entrega.

-Cierra los ojos y desea estar en el paraíso. Si lo deseas de corazón, serás libre allí.

-¿Estaré con mamá?- pregunto.

-Pronto, ella también estará allí contigo.

-¿Y Dona?

El Grandísimo sonríe.

-Dona siempre ha estado y estará a tu lado.

-Y la habitación ¿desaparecerá?

Y El Grandísimo asintió.

Aprieto fuerte los ojos pero antes de marcharme vuelvo a mirar al Grandísimo.

-¿Todo esto es real?

-Tan real como vos lo desees- dice, toma un puñado de arena del suelo y lo arroja a mi atrapasueños. Cierro con fuerza los ojos y, por primera vez, me siento en libertad.

Lucas quiere volver a casaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora