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Me sentí confundida con esas palabras, pero esa confusión generaba en mí cierto placer, un placer que sólo conocía al estar con Patricio... Espera, ¿cómo carajos llegamos a esto?
- ¿No dirás nada, Min? -su voz sacudió mis pensamientos de golpe, mi alma regresó a la habitación de paredes grisáceas.
- ¿Qué puedo decir? -sentí mi labio inferior temblar, estaba siendo invadida por todas las emociones existentes juntas.
- No lo sé... Tu opinión. - negué con la cabeza, seguro parecía un conejo espantado, abrí la boca y lo único que pude hacer fue carcajear un poco, Patricio suspiró, puso sus calzoncillos y caminó al baño, nuestra única luz. Pasaron un par de minutos, en los cuales no me moví absolutamente, hasta que una sombra apareció en el umbral del baño.
- Pato...- fruncí los labios - es que tú y yo nos debemos tener para siempre.

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